Frente a la histórica disyuntiva de cuál de los dos sectores (campo e industria) es más conveniente para desarrollar en la Argentina, el macrismo logró un insólito resultado: que ambos reduzcan sus aportes a la economía.

A partir de los inicios de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) en la década del treinta, comenzó el debate sobre si los mayores beneficios para Argentina debían provenir de un regreso a su perfil agroexportador o bien de su consolidación como país industrial. El debate continua hasta estos días, en tanto que la industrialización nacional, fuertemente promovida por el peronismo, no llegó a consolidarse, en buena medida por el ataque que le propinó el anterior ciclo neoliberal inaugurado por el dictadura civico militar y continuado por el menemismo y la primer Alianza. A la vez, por la expansión de cadenas de valor globalizadas que implican una dura competencia por cuestiones geográficas o de escala. Por el lado del campo, existe la crítica de que en todo su desarrollo, incluyendo la agroindustria, el mismo no permite emplear más del 30 por ciento de la Población Económicamente Activa.

Sin embargo, el ex ministro de Economía Axel Kicillof planteó en abril de 2015, durante el Encuentro de Jóvenes Empresarios (EJE), que la gestión kirchnerista demostraba que se trataba de un “falso dilema”, pues señaló que “con todas las tensiones indisimulables que ha habido con el campo, este va a tener la cosecha record de toda la historia, con 115 millones de toneladas, mientras generamos al mismo tiempo la reindustrialización del país”. 

En efecto, según la consultora Abeceb del actual ministro de Producción Dante Sica, entre 2004 y 2014 la industria creció a un ritmo promedio del 4,6 por ciento anual.
Pero en rigor, lo que estaba ausente en el debate era la posibilidad de que la Argentina no se beneficiase ni del campo ni de la industria, el cual fue otro insólito logro del macrismo.

Las últimas estadísticas arrojadas por el Indec dan cuenta de que en agosto la producción industrial sufrió una nueva baja interanual del 6,4 por ciento, lo que suma el decimosexto mes consecutivo de caída de su producción, y un 8,1 por ciento en lo que va del año, debido a las políticas de apertura importadora, suba de tasas de interés y tarifas, inflación y caída del consumo interno.

Esta histórica caída, que significa también un mayor desempleo y caída en la recaudación fiscal, fue acompañada de la caída en los aportes del campo. Sucede que al día siguiente de asumir, la alianza Cambiemos eliminó las retenciones a las exportaciones de carne, trigo, cebada, maíz y girasol, al tiempo que realizó una baja progresiva de las retenciones del 35 por ciento de la soja para llevarlas a 18 a diciembre de este año (más allá de que, obedeciendo al FMI, el año pasado suspendió la reducción fijándola en un 26 por ciento e impuso otra retención de solo cuatro pesos por dólar exportado en todos los granos). 

Esto implicó una fuerte reducción en la recaudación fiscal, pero otra de las medidas que perjudicó uno de los aspectos más sensibles de la economía nacional, como ser la restricción externa, es decir la carencia de dólares. Fue a raíz de diversas resoluciones que extendieron el plazo de liquidación de las divisas de los agroexportadores, comenzando en abril de 2016 con una extensión de 30 a 180 días, para llevarla en mayo a un año, en agosto a 5 años, y en enero de 2017, a 10 años. 

La medida, que tuvo que ser interrumpida frente a la emergencia económica que provocó la administración macrista, implicó igualmente que se profundice la tendencia a la financiarización de los agroexportadores, que potenciaron la especulación en la liquidación de divisas. Así, la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), que agrupan a las cerealeras que operan en el país, informaron que el monto liquidado hasta septiembre de este año, en el que se experimentó una cosecha récord, fue de 17.332 millones de dólares, es decir prácticamente el mismo que en igual período de 2018, donde liquidaron 17.184 millones, pero en medio de una de las peores sequías experimentadas por el país. Incluso, en los mismos períodos de 2016, habían liquidado 19.204 millones, de 2014, 18.839, y de 2013, 19.205 millones, pese a que las cosechas fueron menores.

Así, el macrismo salvó el debate por un lado inesperado, demostrando que con sus políticas neoliberales, tanto el campo como la industria podían reducir significativamente su contribución al país.

@JBlejmar