Noche de juerga en un cabaret con alcohol, música y altercados. El portero del local se enfrenta a dos mastodontes, resuelve el entuerto con mucho garbo y pide disculpas por las molestias ocasionadas. Su nombre es Alfred Pennyworth- Alfie para los conocidos- y en algunos años será el mayordomo de Batman. Pero aquí no sirve tragos, nunca estuvo en Ciudad Gótica y odiaría dedicarse a la servidumbre. Así es el protagonista de Pennyworth. La entrega ahonda en el universo previo del futuro padre putativo del encapotado situando al personaje en coordenadas espacio temporales peculiares: una artificiosa Londres de los primeros ’60. La serie de diez episodios es el más reciente estreno de StarzPlay (la plataforma de contenidos premium para los usuarios de Apple TV).

Pennyworth es un auténtico combo de britpop, espionaje, humor que centra su interés en descular a este proto Alfred (Jack Bannon). Ex soldado que aprendió técnicas del combate cuerpo a cuerpo por su paso en el Special Air Service. El campo de batalla le dejó algunas secuelas, no puede ocultar su tonada cockney y vaya si sabe cómo vestirse. Básicamente es un veinteañero en su propio trance que aún vive en la casita de los viejos (él mayordomo y ella ama de casa). “Tengo un plan”, le asegura a quien quiera escuchar sobre su proyecto de montar una empresa de seguridad. En su camino se va a topar con Thomas Wayne (Ben Aldridge en plan Cary Grant), un acaudalado asesor financiero de paso por Inglaterra. El encuentro más bien fortuito va a sellar la suerte de ambos. El yank tiene información sensible sobre movimientos de dinero que involucra a una organización secreta que quieren derrocar a la reina. “Haré lo posible por mantenerlo con vida, Señor”, lanza Alfred con encanto.

La entrega ocurre a miles de kilómetros de Ciudad Gótica y no hay ninguna mención a Bruce Wayne. La razón es lógica: el vigilante que se disfraza de murciélago aún no ha nacido. ¿Qué sentido tiene entonces contar esta historia del universo de DC? Instruir sobre un self made man en ciernes en el contexto de una Londres alternativa. La monarca es una treintañera seductora, los criminales cumplen penas de tortura medieval en las calles y a los traidores se los encierra en la pavorosa torre al borde del Támesis. No es extraño que en esta ciudad operen logias de aires fascistoides y hasta aparezca un villano muy parecido a Jack el Destripador en la zona de White Chappel. Otro de las iconografías que maneja la serie es la bandera de Union Jack con un ave incrustada. Es la oscura “Sociedad del Cuervo” con la que se van a entrometer el impensado dúo dinámico conformado por el futuro sirviente y Mr. Wayne.

La propuesta revisita historia -e historieta- con esa impunidad de golpes, humor seco y algo de perversión al estilo de los films de Guy Ritchie. El creador de Pennyworth es Bruno Heller, responsable de ese exitoso experimento de cinco temporadas llamado Gotham que también dio cuenta de la vida previa de los personajes de Batman. En este caso la referencia no es el policial negro sino las películas de espionaje de Harry Palmer. Aquel James Bond proletario que Michael Caine interpretara en los ‘60 (The Ipcress File, Funeral en Berlín y El cerebro del billón). “El detective que hace sus compras en el almacén”, según Caine que también interpretó a Alfred en la trilogía sobre el encapotado de Cristopher Nolan. Este sujeto, sin embargo, no toma prestado el traje de “Master Bruce” para convertirse en el héroe de turno. Se vale de sus propias armas y glamour de la clase obrera. Pennyworth, en definitiva, firma el Brexit de Ciudad Gótica a su modo.