En las redes se debate en estos días si las personas heterosexuales deberían o no participar en la Marcha del Orgullo, que en la ciudad de Buenos Aires tendrá lugar este sábado desde Plaza de Mayo a Congreso. Es un debate abierto e influido por el contexto político que vive Latinoamérica y sobre todo por las experiencias personales vividas en marchas anteriores.

Del lado del sí rotundo se ubica Lucas Fauno Gutiérrez, activista lgbt, periodista y escritor. “Mi opinión es que los heterosexuales no solo pueden venir sino que es muy importante que asistan. Porque el mensaje es ‘voy a la marcha, entonces estoy bancando a la diversidad y a la disidencia sexual’. ¿Y a quién le está dirigiendo este mensaje? A los Estados y a gobiernos como el que se está yendo. Me parece muy importante que las personas heterosexuales acompañen a sus amigos y familiares lgbt+. Ahora bien, no pueden olvidar de quiénes es la marcha. Somos el colectivo lgbt+, les convidamos nuestra marcha y celebramos que estén ahí. Pero comprendan el rol que les ocupa: no van a zoologizar nuestra marcha, no van a ver a dos travestis, tres gays y una lesbianas con glitter besándose. Van a una movida y a una celebración política. Porque la sonrisa y la fiesta son venganza, ante una sociedad que nos prefiere y hace todo por tenernos muertas y muertos”.

Silvia Catalá, feminista lesbiana, recuerda los tiempos en que el cardenal Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires, propiciaba que los homosexuales fueran a vivir “en una especie de país aparte”. Aquellas declaraciones fueron en 1994, en un programa de televisión. Catalá pregunta: “Quienes no aceptan heterosexuales en la marcha, ¿cómo los van a detectar? Si actuamos así, estamos construyendo solitos el ghetto de Quarracino”.

La activista lesbiana María Luisa Peralta dice que los heterosexuales “van siempre a la marcha. Algunos porque son aliados o porque les hemos pedido que fueran desde épocas en que teníamos poco respaldo social, y otros porque son parte de nuestra comunidad. Por ejemplo, nuestros hijos son en su mayoría heterosexuales. También algunas parejas de nuestra comunidad no se identifican como lgbt sino como heterosexuales, por ejemplo algunas parejas de mujeres trans y de hombres trans. Hay gente que está viendo qué le pasa; algunas familias de origen que han hecho el maravilloso paso de ser menos heterocentrados y ser parte más integral de la vida lgbt de sus seres queridos. Y también muchos estudiantes secundarios, que vienen desde hace mucho y ahora mucho más, porque quieren otro mundo, porque son heterosexuales pero sus amigos no, porque les gusta la libertad sexual de la marcha, porque es también parte de rebelarse a un mundo adulto que les impone normas con las que no están de acuerdo. El único problema son los heterosexuales que van a mirarnos babosamente, a tocarnos y a molestarnos”.

María Guerrero Menéndez dice que es lesbiana y va a la marcha muchos años antes de salir del closet. “Llevaba una vida heterosexual, pero a la marcha iba con amigas. Creo que ir a la marcha me hizo sentir que no estaba tan sola y me alentó a dar el paso al lesbianismo y poder hacerlo de la manera más amable posible, es decir, no sintiéndome sola, única o bicho raro sino una más de las miles que iban ese día. No está mal que vayan los heterosexuales”.

Entre quienes no están de acuerdo con que los heterosexuales participen de la marcha se encuentra Ceci Serafini, activista motoquera lesbiana. “La marcha en la Ciudad de Buenos Aires es muy masiva. No necesitamos heterosexuales para hacer bulto. Desde una mirada federal y pensando en localidades más chicas, lo veo distinto. Lo mismo si alguien te pide que lo acompañes. Pero en CABA, ¿para qué van a "apoyar la causa"? Que apoyen la causa discutiendo con el ‘facho de tu viejo’, con tu jefe. No somos zoólogico ni fiesta para que vengan a divertirse. El apoyo se hace todo el año”.

Fran Morandini se define como marica y militante peronista y lgbt. “Prefiero que los heterosexuales no vayan a la marcha. Muchas veces dicen "apoyar" la causa, pero la actitud que tienen es como si estuvieran yendo a un zoológico y se ríen de nosotras. En ese sentido, me han pasado situaciones feas. Incluso con una amiga heterosexual que pretendía meterse a la cabecera de una columna y llevar la bandera, como si le correspondiera”.

Del lado del no se ubica también Lucía Cholakian, periodista. “Mi práctica es heterosexual y me genera mucha confusión por qué las mujeres heterosexuales somos tan incisivas en no permitir varones cis (cisgénero, personas cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer) en las marchas feministas pero no dudamos un segundo en si deberíamos o no formar parte de la marcha del sábado. Me parece que como mínimo deberíamos problematizarlo. Yo no voy”.