“Es algo que aún hoy no puedo entender, pero escuché una discusión entre una editora y un periodista especializado en música que no quería entrevistar a Caetano Veloso, y ahí pegué el grito: yo voy”, cuenta Violeta Weinschelbaum. La situación transcurrió en los primeros meses de 1998 y –ella aún no lo sabía- terminó cambiando su vida. Viajó a Río, entrevistó a Caetano y, más allá de la nota puntual, el músico brasileño le abrió las puertas a toda la cultura de su país e inclusive a colaborar con medios de allá. Periodista y traductora, con los años accedió a decenas de artistas del gigante latinoamericano y profundizó en el movimiento de su música popular y el tropicalismo. El resultado de ese transitar de dos décadas aparece en Otros carnavales – conversaciones con músicos de Brasil, reciéntemente editado por el Grupo Planeta y que incluye charlas con Veloso, Rita Lee, Arnaldo Antunes, Marisa Monte, Ney Matogrosso, Carlinhos Brown, Djavan, Gilberto Gil y muchos más. Con la mayoría, hay varias entrevistas, con distintos intervalos de tiempo, que profundizan conceptos o revelan cambios en el modo de concebir la música y la cultura de cada uno. “Mi formación siempre fue con las letras, lo de la música fue una casualidad por Caetano –cuenta Weinschelbaum-, pero más allá de algunas notas para Perfil y Radar, me di cuenta que había material para pensar un libro y ya me puse a trabajar en función de esa idea”.

-Hay una relación que evoluciona en el tiempo con los artistas que entrevistás, ¿cómo la construiste?

-Con algunos hubo una conexión inmediata, de algunos me hice más amiga. Los brasileños son realmente muy generosos o por lo menos lo fueron conmigo. Me abrieron sus puertas y me presentaron a sus amigos. Se fue armando una red de contactos y amistades muy fuerte con algunos. Me iban presentando, me invitaban al cumpleaños de uno que ni conocía. Porque funcionan así.

-En tus preguntas hay una búsqueda por entender la cultura brasileña. ¿encontraste lo que buscabas?

-Bastante. Aunque no sé si realmente a través de las preguntas o a partir de ese contacto. Porque a veces es difícil descubrir a través de una preguna una cultura. Porque el otro no la percibe como extraña, entonces tiene dificultades para describirla. Me parece que las preguntas que me llevan a descubrir qué es la cultura brasileña son otras y no las que apuntan directamente. Creo que lo que más me gusta, y cada vez más, es la voluntad de intersección, de multiplicidad, del sincretismo que tanto funciona en la religión. También tienen un sincretismo cultural muy fuerte.

-Se suele entender el Brasil como sincrético y multicultural. ¿Cúanto de esa mirada se le debe al tropicalismo?

-La immagen “de exportación” seguro que se la debemos al tropicalismo. No creo que el sincretismo cultural brasileño se lo debamos a ese movimiento, creo que siempre existió en distinta medida. Pero sí es cierto que en el tropicalismo hay una concientización y un énfasis explícito. Adriana Calcanhotto en el prólogo dice: “Violeta pregunta por la multiplicidad y la respuesta es que somos brasileros”. Es un poco eso: la respuesta es que son brasileros y esa es un poco la esencia de Brasil. Y tiene que ver con la multiplicidad racial. No es sólo una cuestión voluntarista del tropicalismo, sino  una realida concreta. Es un país gigantesco, de magnitudes continentales, que tiene una influencia indígena enorme, una influencia africana enorme y una portuguesa enorme. Es imposible que eso no aparezca.

-Al mismo tiempo es un país profundamente federal y a veces entre provincias o regiones no hay mucho intercambio.

-No estoy tan segura. Pero sí es cierto que hay una identidad regional muy fuerte, que a veces las regiones funcionan como países casi distintos, pero no es impermeable, el cruce es casi constante. Es notable que cuando le preguntás a un brasileño de dónde es, no te dice “soy brasileño”. Te dice “soy gaúcho, soy pernambuncano, soy bahiano”. Eso sí existe y son identidades culturales muy fuertes. Supongo que entre Norte y Sur están muy divididos. Al sur tienen una cultura muy parecida a la nuestra. Toman mate, tienen un acento en la lengua más parecido al español de Argentina, la música tiene cosas cercanas a la milonga. En el norte la cultura africana está mucho más presente. El sur tiene una influencia más europea. Eso se percibe. Ahora, entre el norte hay diferencias que se nos escapan, aunque para ellos son enormes.

-¿Te interesaron los músicos por fuera del tropicalismo?

-Sí, conocí muchos, pero me cuesta. Me cuesta acercarme y entender. Lo muy popular me cuesta comprender, en Brasil y en todos lados. En ese sentido el tropicalismo es muy útil porque abraza lo popular en serio. Caetano me hizo escuchar cosas a las que no tendría acceso y que escucha muchísima más gente que la que lo escucha a él. Me interesa escuchar esa música, no sé si me interesa tanto conversar con esa gente. Lo que tiene la gente del libro es una capacidad de análisis, de reflexión sobre lo que hacen muy interesante. Y no siempre la gente que hace música quiere hablar o tiene las herramientas para analizar lo que hace.

-A muchos rockeros argentinos veteranos se los escucha decir que hoy ya no hay bandas, que el rock está muerto, toda esa cantinela. A estos no.

-Todo lo contrario. Están súper atentos a lo que pasa. Incluso aquellos que están en su planeta, como Rita Lee y su burbuja de plantitas y animales, te dicen “yo no escucho porque vivo en mi mundo, pero sé que pasa de todo y me lo estoy perdiendo”. No hay una voluntad de negar lo posterior. Esa generosidad que me abrió puertas la notás entre ellos. Tocan constantemente unos con otros, se respetan, se ayudan, los más grandes ayudan a los jóvenes a meterse en el circuito comercial. Hay una cosa de circulación muy grande.

-Ante esta cosa de las diferencias bien integradas, ¿cómo sucede que aparece un Bolsonaro con su discurso tan violento hacia el otro?

-Bueno, no sé contestar a esa pregunta. Pero puedo esbozar que primero la música popular brasileña no es popular. O lo es a medias. Ninguno de los artistas que entrevisto es realmente masivo, no es lo que escucha la gente del pueblo. Los escucha una elite de clase media. El carnaval es otra cosa. La música popular-popular, es otra cosa. Insisto: Brasil es gigantesco. De todos los que entrevisté sé de uno que apoyaría a Bolsonaro por declaraciones que hizo. Pero el resto está horrorizado. Y su público también. Pero Brasil es otra cosa. No es sólo esta música.