Por Sonia Santoro

“Quisiera saber qué les pasaría a ustedes si reciben un correo electrónico en donde se las invita a un homenaje a su trayectoria. Esto es sumamente complejo. ¿Cómo me hago yo un homenaje a mí misma?”. Así comenzó Eva Giberti su conferencia magistral, en la que hizo un repaso por su trayectoria como maestra de maestras. El homenaje fue ayer por la tarde en la Universidad del Museo Social Argentino en el marco del Foro de Psicoanálisis y Género creado hace veintitrés años por Irene Meler y Débora Tajer y del que Eva es parte del Consejo Asesor. El auditorio explotaba, ansioso por escuchar a esta psicoanalista feminista fundante de numerosos espacios, cátedras y programas que desde mediados del siglo pasado dejaron huella en el país.

Minutos antes, el psicoanalista Juan Carlos Volnovich la había presentado con algunas definiciones muy precisas sobre ella: “Lo que es excepcional es dar con una autora que a la vez llegue a los muchos y a los pocos. A los que recién se acercan al feminismo y a los ya iniciados. A esa escasa familia pertenece Eva”; “Sus textos se transitan con placer. Han atravesado el siglo XX y este milenio sin perder vigencia”. También mencionó que las prácticas de crianza de varias generaciones de argentinos siguen su impronta. Destacó su capacidad de enseñar cómo se vive la vida para que todo tenga sentido, así como su producción original y armada también con palabras propias. Y por último, destacó el logro de que su belleza no opacara su inteligencia.

A sus noventa años, Eva había subido al escenario con bastón en una mano y su hija en la otra, su pelo rojo alborotado y elegante como siempre. Cuando tomó el micrófono, pareció florecer. Dijo que Volnovich siempre era generoso y exagerado y agradeció a todos, todas y todes por estar. Decidió ordenar su charla según las fundaciones que hizo a lo largo de su vida: creaciones de cátedra e instituciones. “Esto aminora el narcisismo que fatalmente desata trabajar con la historia de vida”, planteó, aunque luego regaló algunas anécdotas contadas con suma gracia.

“Yo soy una mujer del siglo XX, que fue un siglo terrible pero también el de las grandes luchas de mujeres, nos movimos, avanzamos, fue fenomenal para las luchas de las mujeres”, comenzó y luego valoró el presente feminista: “Hoy podemos pasarle la posta a esta juventud maravillosa que ha transformado la ciudad, el país, con estas mareas de pañuelos verdes”.

Su primera anécdota la remitió al año ‘55, con la Revolución Libertadora en el gobierno. En esos años era especialista en institutos de menores y empezó a trabajar de periodista en la revista Mundo argentino. Publicó allí una nota en la que denunciaba las condiciones de maltrato en la colonia-hogar Ricardo Gutiérrez. Y fue la primera vez, de muchas, en que recibiría un llamado de Presidencia. Pedro Aramburu le reprochó hacer prensa amarilla. Luego le ofrecieron un trabajo de asistente social en el gobierno para que dejara de denunciar. “Ahí aprendí de golpe lo que es la miserabilidad, la corrupción”, dijo. Sin embargo, nunca dejó de escribir y hacer divulgación (“si algo inventé es la introducción del psicoanálisis en los medios de comunicación”), cosa que le valió el desprecio de profesionales de la medicina y el psicoanálisis. “Luego de eso inaugure en el periódico La razón, la Escuela para Padres. Artículos que salían tres veces por semana”, dijo, nombrando su primera fundación. En el Hospital de Niños y en la Facultad de Medicina también creó esa escuela que se había vuelto muy exitosa por su “estilo coloquial”.

“Luego fui titular de una cantidad de cátedras en la facultad, que fui fundando, titular que nunca dio examen. Lo cual me honra y también me molesta”, dijo. Entre ellas, de la Carrera de Sexología en la Universidad de Belgrano. Luego comentó las materias que empezó a dictar en la USES, “Deontología y ética profesional” y “Adopción”, y recordó que en 1998 fundó el Foro de Adopción, en la Asociación de Psicólogos.

En la época del terrorismo de Estado, su hijo fue detenido y Eva habló de las razzias que sufrían los familiares de presos políticos. Lo hizo para agradecer a Irene Meler por haberla refugiado en esas largas noches de terror. Y mientras el auditorio todavía lagrimeaba, hizo un chiste: “Esta es otra anécdota donde no fundé nada”.

En su personal cronología fue y vino varias veces por las décadas. “Cada vez se estudiaba la violencia con más fuerza. En la UBA en los 80s fui invitada a hacerme cargo de la Cátedra de Violencia Familiar. ¿Por qué una puede trabajar cuatro años al lado de un pedófilo y no descubrirlo? Trabajé con (Jorge) Corsi tranquilamente, como todas, hasta que cayó preso. Más vale que tengamos en cuenta que los chicos tampoco se dan cuenta hasta que los tienen encima”, apuntó.

En 1984, tuvo otro encuentro con un presidente, Raúl Alfonsín. De quien dijo que “se ocupó de las mujeres, no mucho, como pudo. Creó la Subsecretaría de la Mujer”. En una reunión Eva le dijo al presidente que tenían que tener una representante permanente en el gabinete porque de lo contrario la opinión de las mujeres no estaba representada.

El presidente la miró despavorido:

--¡Pero Eva, usted quiere el poder!

--Claro, es lo que queremos todas las mujeres, presidente.

Mientras seguía creando cátedras, en los comienzos de 2000 ingresó en la vida de funcionaria, en el Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes, donde “recreé” el registro de adoptantes. En algún momento Eva se acordó de nombrar sus tantos libros escritos, diecisiete o dieciocho, aunque alguien precisó que son más de treinta.

En 2006 estaba en la cocina, cuando sonó el teléfono y otra vez era de Presidencia. El ministro del Interior Aníbal Fernández quería conversar con ella.

--¿Por qué? --preguntó Eva.

--Porque el presidente Kirchner está muy preocupado por la violencia.

La recibió Fernández y mantuvieron una entrevista muy divertida. “Me hablaba como si me conociera”, dijo Eva. En un momento, Fernández se paró y se puso el saco porque estaba bajando el presidente. “Yo me di cuenta de que no estaba vestida para hablar con un presidente. Remerita, pollerita, sandalias así nomás. Cuando lo vi ponerse el saco dije, ‘bueno, lo que venga’…Esto después de una hora de charla con Aníbal Fernández, escuchándolo, no se crean que hablé”, ironizó, aunque cueste creer que Eva pudiera estar mal vestida y sin pronunciar una palabra.

Néstor Kirchner apareció acompañado por su jefe de gabinete Alberto Fernández y “nos damos un enorme abrazo con Alberto”.

--¿Y vos de donde la conocés? --le pregunta Kirchner.

--Es una vieja historia --contestó Eva. Que ayer por la tarde tampoco contó porque, dijo, era muy larga. “La voy a escribir en Pagina12”, dijo.

Kirchner le dijo: “Me conocía mejor que yo en mis ideas, yo era editorialista del diario Río Negro en la Patagonia, donde por años había escrito sobre violencia”, relató Eva.

--Quiero decirle que todo lo que dijo este ministro es lo que quiero. Con todo lo que le dijo los tapones de punta. Estoy muy contento de que venga a trabajar con nosotros --dijo el presidente.

Así fue que Eva creó su máximo orgullo hasta el momento: el Programa “Las víctimas contra las violencias”. “Tenía 210 personas, nos han reducido a 98 pero sobrevivimos”, agregó. Lo que le recordó una cita que había quedado traspapelada, la frase de María Elena Walsh: “'Tantas veces me mataron, tantas veces me morí. Sin embargo, estoy aquí resucitando'.

Al comienzo, Volnovich la había comparado con Walsh, por esa capacidad de transmitir para todos, como si de contar un cuento de niños se tratara, las cosas más profundas. Así tuvo a su público, durante la hora y media de su conferencia, paseándolo por una vida llena de gracia.