Partamos de algunas preguntas: ¿las nuevas formas de familia, la forma en que se establecen las parejas hoy, afectan al inconsciente del niño? ¿Estos nuevos lazos modifican la perspectiva que tenemos del inconsciente? Desde el inicio de su obra Freud propone la idea de un inconsciente que no reconoce el tiempo y, a la vez, acepta que hay cortes en la historia que inciden en la subjetividad.

De hecho, si pensamos en el Complejo de Edipo, encontramos una paradoja interesante que el mismo "complejo" introduce en la idea de inconsciente: su ubicación se define por fuera del inconsciente (incluso por fuera del psicoanálisis), tal como se aprecia en el drama de Sófocles. Y el Complejo de Edipo ha sido central en la experiencia del psicoanálisis durante mucho tiempo. Pero desde fines del milenio pasado venimos constatando el debilitamiento del orden simbólico, una ausencia de soberanía paterna y, como consecuencia, un detrimento del carácter regulador del Complejo de Edipo. Algo de este "complejo" se presenta de manera diferente: en la actualidad encontramos tanto nuevas filiaciones como diversas identificaciones por parte de los padres.

La idea -presente en la última enseñanza de Lacan- de un inconsciente basado en lalengua -Lacan lo escribe así, todo junto(1)-, nos permite ir desplazando algunas consideraciones. Lalengua del sonido, lalengua materna, lalengua como depósito de las huellas de los que nos han hablado…

Lalengua crea parentescos entre significantes; los sentidos de dichos parentescos varían en la época y para cada quien. ¡El inconsciente un teatro de parentalidades!

Pensar un inconsciente hecho de lalengua, es destacar los efectos de la palabra, que no van hacia la comunicación sino que tocan al cuerpo, al alma. Se trata de la función de la palabra que traumatiza, duele, emociona. El inconsciente como un verdadero torbellino. Por fuera de la función comunicativa del lenguaje, más ligado al placer de los niños cuando juegan con los sonidos habitando un lenguaje aún no reglado por la gramática. Se trata de pensar el inconsciente como lo que impacta de lalengua por fuera de la comprensión y cómo a partir de esto se configura la historia singular de cada uno. Un punto de aproximación interesante para captar algo de lalengua lo encontramos en el teatro: cada puesta en escena muestra cómo la misma cadena significante se modifica según quien la diga, cómo la diga y según las resonancias del texto en el cuerpo del actor.

Cuando compara a Edipo Rey con Hamlet, Freud propone que en el diverso modo de tratar idéntico material (el amor a la madre y la rivalidad con el padre) se manifiesta la diferencia de la vida anímica en esos dos períodos de la cultura. En Edipo, como en el sueño, la fantasía de deseo infantil es traída a la luz y realizada; en Hamlet permanece reprimida y sólo averiguamos su existencia (como en una neurosis) por sus consecuencias inhibitorias.

¿Cómo pensar estas variaciones en la actualidad? Posiblemente podríamos iluminarnos con el así llamado teatro posdramático, donde en nuestros cuerpos resuena lo fragmentario, lo poético, lo disruptivo, lo fuera de sentido, para seguir hablando aún del inconsciente y poder alojar las nuevas parentalidades y sus consecuencias en la subjetividad.

*Psicoanalista. Doctora en Psicología de la UBA. Miembro de la EOL y la AMP. Directora, junto a Mónica Gurevicz, de las XXIII Jornadas anuales de la EOL "Hablemos del inconsciente, aún…"

1- Aclaración del editor