“Se miran a sí mismos en un

espejo creyendo que es una ventana”

A. Dorfman y A. Mattelart

La alusión de Alberto Fernández al significado cultural de personajes de historieta, captó similar repercusión mediática a sus proyectos sobre hambre o política exterior.

El registro popular identificó la maniobra distractora.

Pocos relacionaron las virulentas réplicas del monopolio periodístico con sus anteriores reclamos de exclusividad en la formación de subjetividades. El entretenimiento cumple funciones pedagógicas. Mitos, fábulas y cuentos califican en castigos al malvado y con logros a héroes y heroínas. El actual formateo de paradigmas de conducta posee arsenales más sofisticados para reforzar o descalificar valores, formas de vida y destrezas económico-sociales.

A partir del siglo XX, los tanques cinematográficos pusieron en marcha un poderoso dispositivo de narraciones que multiplicó la capacidad de las imágenes para borrar fronteras entre significados y significantes y se instituyó en el Gran Administrador de Direccionamientos Ideológicos e Imaginarios globales.

El posterior y fabuloso desarrollo tecnológico (en medios de comunicación, redes y negocios subordinados) condensó protagonistas -diferenciados desde entonces, más por vestuario y hábitat que por temperamento o nobleza de objetivos- y produce un mismo y predecible guión de acciones “rápidas y furiosas” -apenas verosímil gracias al leve barniz de crítica social- y rematan en forzosos desenlaces de represión y/o justicia por mano propia.

“Lo sensible se ha convertido en un campo de batalla” dice Diego Sztulwark en “La ofensiva sensible”. No exagera.

Si se entiende por psicopatía al trastorno de personalidad propio de quien reconoce la diferencia entre el bien y el mal pero, no duda en mentir con cinismo y simula emociones para lograr metas egoístas -públicas y privadas- pues carece de empatía, desconoce el remordimiento y goza de la crueldad… el mundo “real” promueve psicópatas y justifica sus crímenes. No se dramatiza.

Afirma The New York Times: Wall Street es un universo paralelo donde villanos autocráticos pueden ser festejados cual héroes si sus acciones son buen augurio para la economía”; nombra a Bolsonaro y Trump y reclama a los inversionistas globales por proseguir con el guion del FMI.

Algunas webs de marketing proponen que “el villano de Batman puede ser el máximo referente para aquellos en búsqueda de un mejor perfil profesional” y que, al igual que en Ciudad Gótica “si eres bueno en algo, nunca lo hagas gratis” porque el mundo adulto es de los Jokers, no de las personas grises y sin inventiva”.

Bugs Bunny nunca fue un conejito travieso. El Guasón no es un payaso psicótico incapaz de fundar circos en un mundo feroz.

Los sistemas de control social del neoconservadurismo (cero en libertad, millones en pobreza) los ha transformado en líderes de la renuncia a los grandes ideales solidarios.

Hoy, los villanos de ficción son arquetipos de éxito y encarnan el contenido de los mensajes culturales que canalizan odios y miedos hacia la discriminación, la resignación y la venganza suicida.

Cuando se convence al pueblo que los derechos del Otro no existen (¡Oh santa casualidad!) los psicópatas gobiernan. Hablan de paz y empujan a la guerra. Elogian al emprendedor mientras lo estafan. Arrasan fuentes de trabajo y distribuyen hambre. Publicitan alegría y reparten penas.

Construir democracias de calidad exige persuadir y rescatar, cuanto antes, las herramientas simbólicas hacia la recuperación de lazos de solidaridad y confianza mutua. Urge multiplicar voces (y no voceros de única voz) pues, como bien lo saben los pueblos antiguos, las colonizaciones subjetivas sobreviven a las materiales.

* Antropóloga UNR