En una nueva entrega de “El abominable mundo del discapacitado” haré referencia a una cuestión de la que no suele hablarse ni siquiera cuando el discurso viene por el lado de “incluyamos a estos individuos porque son prácticamente seres humanos”. Esa cuestión gravita en el orden del deseo en general y del deseo sexual en particular.

Hay experiencias y proyectos interesantes en España y existe un documental llamado “Yes, we fuck” que hace unos años me permitió pensar la cuestión con un poco más de profundidad. Hace un tiempo, hablaba por whatsapp con Mariel, amiga a la que amo y a veces detesto y que a veces me ama y otras, quiere matarme, y a modo de gesto tierno me dijo “Te acaricio la pelada”… Respondí, con una sutileza que ella supo apreciar, “Acariciame la peluda que tengo en la entrepierna mejor” e inmediatamente después le aclaré que el discapacitado aprovecha cualquier oportunidad para generar un intercambio venéreo dado que las chances de hacerlo son pocas con una tullidez muy evidente.

Me respondió que tendría que existir un “Tullitinder”… Tullides relacionándose entre sí dentro de una especie de gueto cosa de no perturbar la vida de les normales… un horror… Un rato antes de hablar con ella había buscado una frase de Néstor Perlongher, del que conozco poco pero igual citaré: “No queremos que nos persigan, ni que nos aprendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen”. Hablaba de les homosexuales pero aplica también para les tullides. (Aprovecho para aclarar, que antes de ser tullida venía siendo torta. Tendría que tener un sello en el DNI con la doble T). Retomo: lo que decía Perlongher era, creo yo, “dejen de vernos como bichos raros y defectuosos y dense la posibilidad de fantasear con nosotros”.

Seguramente alguien pensará que existe una película en las que se relacionan sexualmente entre tullides y las cicatrices y los pedazos faltantes de los cuerpos son percibidos como atractivos. Lo sé, existe esa película, pero en la realidad (al menos en la que yo transito) es raro que una persona con parálisis cerebral o síndrome de down sea deseada sexualmente. Ni siquiera se tiene en cuenta que por ahí une adolescente con síndrome de down no sólo es cariñose sino que estaría necesitando sexo y busca el contacto físico por eso. Y me refiero a las personas con “discapacidad mental” porque creo que la imposibilidad de desearlas es aún más notoria… Yo también formo parte de la legión de personas a las que no les surge ese deseo, ¿eh? A decir verdad, tampoco me he sentido atraída por una tipa con discapacidad física pero tiene más que ver con el hecho de que la mayor parte de tullides con quienes me he cruzado están demasiado ocupades en peregrinar, -dificultosamente, claro - al Muro de los Lamentos... y la queja no me erotiza.

YES, WE FUCK

También hubo un tema en mi caso, con esta ausencia de tullides en el campo del deseo, cuando sucedió lo impensado: le gusté a una tipa estando así de tullida como estoy ahora. Preguntarme cómo había sucedido eso, cómo fue que le pude gustar claramente tiene que ver con algo que mencioné en otro momento: la identidad tullida devora todo lo demás. Me autopercibía como tullida, incompleta, minusválida, anormal pero no freak copada sino ANORMAL y entonces cómo iba a pensar que alguien podía ver en mí más que eso.

Igual ya estoy mejor, no se preocupen. En “Yes, we fuck”, el documental que mencioné antes, se habla de servicios de acompañantes sexuales y de por qué les familiares del tullido, por ejemplo, deberían entender que la sexualidad es parte de la vida que le tullide quizá no pueda resolver sin ayuda. Independientemente de eso, que es relevante por supuesto, me remito a las palabras de Perlongher y pienso que, además de una “solución” práctica, lo interesante es pensar por qué, y siguiendo qué marcas histórico-culturales, en el plano del deseo el discapacitade se desvanece (y no sólo pasa eso con les discapacitades, lo sé. Pero por el momento formo parte de sólo dos grupos marginados -lesbiana y tullida- así que hablo sólo en base a eso. Déjenme en paz).

La mayoría de nosotres no deseamos lo que se considera abyecto, lo que se distingue a simple vista porque no encaja con lo “normal”. La mayoría de nosotres cuando compartimos la sexualidad con otres, por ejemplo, tenemos una especie de guía mental que nos va indicando qué hacer y qué no, cómo hacerlo y cómo no, sin que importe muchas veces el deseo del otre (traten de no contradecirme porque si caigo en la cuenta de que yo sola tengo estas cuestiones arraigadas, he de sentirme muy mal. Gracias). Digo, antes de estar sexualmente con alguien no creo que sean muches les que se toman un café para charlar acerca de lo que les gusta experimentar con su sexualidad. Hay cierto automatismo en lo que hacemos.

Recuerdo que cuando empecé a usar los dos bastones canadienses encontré la forma de limpiar el piso de mi casa con un elemento mágico: una mopa (no voy a describirla… googleen). Y al comprender que podría limpiar sólo que de una forma distinta a como lo hacía antes, pensé que también podría tener relaciones sexuales. Una estúpida sonrisa me iluminó el rostro Más que nada por el tema de la limpieza… tengo problemitas con eso.

¿QUE ES FUNCIONAR?

Tenemos casi todes cierta idea acerca de la función que debe cumplir cada parte del cuerpo que somos. Para agarrar un vaso, uso la mano. Si me baño tengo que permanecer de pie bajo la ducha. Si quiero subir o bajar una escalera, releo el cuento de Cortázar y aprendo a hacerlo (si no lo leyeron siéntanse mal, excluidos, ignorantes).

La cuestión se pone subversiva cuando ya no podés hacer todo como se supone que deberías hacerlo y tenés que encontrar nuevas estrategias si querés mantener ciertas actividades. En esta parte, viene perfecto pensar en Spinoza (de quien hablo con convicción sólo para fingir que sé muchísimo) y su poderoso “nadie sabe lo que un cuerpo puede”. Entonces, como nuestras posibilidades no están enteramente determinadas, hay que experimentar para saber qué podemos y qué no.

Me ha pasado que, al intentar descolgar la mochila del respaldo de la silla, se me cayera. Me incliné para agarrarla (las manitos todavía me andan) y cuando inicié el movimiento veo a dos personas que pasaban por esa misma vereda, viniendo en estampida hacía mí al grito de “Se te cayó la mochila”. Antes de que llegaran a mi lado ya la había levantado y mirándoles con el ceño fruncido les dije “Ay, la pude levantar. Gracias”. Sospecho que pensaron “maldita lisiada, encima que te quisimos ayudar…”

Si los brazos no me funcionaran y tuviera que agarrar la mochila con los dientes, la cuestión se vería mucho más extraña e incorrecta… Pero si una persona logra resolver algo de la forma que sea, déjenla en paz. Entiendan algo: PLANCHO LA ROPA SENTADA. ¡¡Sí!! ¡PLANCHOOOO! Año 2019, siglo 21.. PLANCHO. Y PUEDO HACERLO SEN TA DA. Igual, creo que lo milagroso es que siga planchando la ropa… y nada de usar la mesa… Tengo tabla para planchar y todo… Me acabo de deprimir. He envejecido prematuramente.

Aunque creo que para aprobar la carrera “envejecimiento prematuro” todavía me falta rendir la materia “Quejarme de mis achaques es lo único que puedo hacer porque estoy tan desplazada de todo, que lo único que me hace sentir viva es el dolor y su continua enunciación pormenorizada”. Sugiero que escuchen un tema de Serrat llamado “Llegar a viejo” y que busquen un programa en el que Violencia Rivas habla al respecto. Nadie está a salvo de la vejez ni de la tullidez. Envejecer, envejecemos todo el tiempo, la tullidez (por ciertas condiciones o por accidente) también es un destino más que probable.

Entonces, con este panorama desolador que acabo de mostrar, si logran sobrevivir sin pegarse un corchazo, traten de hacerlo pensando que no hay una sola manera de hacer, de existir y que cada quien debe encontrar la suya dentro de las limitadas opciones que el capitalismo horrendo nos deja... Y respecto al deseo, si bien no es algo que puede ser forzado explícitamente (sutilmente sí se va forjando con miles de prácticas que se nos imponen como “naturales” desde pequeñes), entendamos que pensar en ampliar nuestro horizonte de “deseables” quizá no mejore nuestro mundito pero en una de ésas somos felices experimentando en la cama o donde sea con une tullide. Sin más que agregar, me retiro rodando despacito.