El gobierno de facto de Bolivia quiere que se reanude el fútbol profesional bajo el argumento de que "contribuye a la pacificación". El ministro de la Presidencia Jerjes Justiniano fue presidente del club Blooming de Santa Cruz y lo dijo sin rubor: "A este país hay que empezar a normalizarlo y una de las formas es que el fútbol retorne, al igual que otras actividades". Aunque las condiciones de seguridad no están dadas y los asesinatos cometidos por el aparato represivo del Estado se cuentan por decenas, la Federación local ha sido presionada por el gobierno y la Conmebol para que el campeonato vuelva a jugarse. Así como el máximo dirigente de la FBF, César Salinas, anticipó que el fútbol regresará el próximo fin de semana, su vicepresidente Robert Blanco comentó: "Con todo lo que está pasando en el país, porque están poniendo dinamitas en los puentes, los muertos que siguen habiendo y las amenazas, no podemos jugar".

Como si el fútbol fuera el mejor antídoto contra las balas y el gas lacrimógeno que el mismo gobierno dispara, a los responsables de su organización en Bolivia los metieron en un brete. "Tengo claro que si no hay fútbol, no existen ingresos y los sueldos se tienen que seguir pagando", aseguró el ministro Justiniano. También delegó en la Federación Boliviana la decisión de reiniciar el torneo que no pudo disputarse entre las fechas 17 y 22. En su página oficial, la FBF había informado que la ausencia del fútbol podría ser calificada "como un antecedente nefasto para la imagen institucional del fútbol boliviano y/o sudamericano", en clara referencia a la demanda de la Conmebol.

La doble vara con que juzgó la Confederación que preside el paraguayo Alejandro Domínguez Wilson-Smith los hechos políticos de Chile y Bolivia es evidente. En el primer caso y como indicaba la situación de violencia extrema provocada por el gobierno de Sebastián Piñera, decidió sacarle la sede de la final de la Copa Libertadores entre River y Flamengo al país trasandino y llevarla a Lima, Perú. En el segundo caso, el golpe de Estado provocado contra el presidente Evo Morales y sus consecuencias, no generaron la misma reacción de la Conmebol. Había pedido la reanudación del fútbol dos días antes de su derrocamiento cuando ya había muertos, funcionarios del MAS atacados como la intendenta de Vinto a la que le cortaron el pelo y la bañaron en pintura roja, periodistas hostigados en las calles y una tensión creciente que desembocaría en la renuncia inducida de Evo. La Conmebol no varió su postura después y presionó por la reanudación del fútbol.

Cómo habrá sido de importante para el gobierno de facto el encuentro con la FBF que Justiniano recibió a Salinas en la Casa Grande del Pueblo, la sede del Poder Ejecutivo en La Paz. En la reunión estuvo el nuevo ministro de Deportes, Milton Navarro, un ingeniero civil de 34 años, con escasos antecedentes en la actividad (presidió el club de Ingeniería de la Asociación Municipal de Básquetbol en Potosí). "Pedimos que el fútbol se pueda reiniciar y a toda la población boliviana le decimos que podemos darle toda la seguridad. No solo las autoridades policiales, militares o deportivas, si no todos los bolivianos", dijo el funcionario a poco de ser designado por la presidenta de facto Jeanine Añez.