“Esperemos que el año que viene en este país no sea tan difícil escribir, dibujar y publicar historietas”, concluyó Luciano Saracino. La frase sintetiza el espíritu que se vivió la noche del viernes en el auditorio de la Alianza Francesa de Buenos Aires durante la entrega de los Premios Banda Dibujada, que celebra cada año la producción de historieta infantil y juvenil. En un contexto adverso, varios galardonados destacaron la fortuna de poder seguir publicando. La situación del sector es tal que el máximo galardonado, La barranca de la muerte, de Javier Velasco, está en lo que en la jerga editorial se conoce como “técnicamente agotado”: Maten al Mensajero, que lo publicó, no tiene más ejemplares en su depósito. Sólo quedan los ya distribuidos por librerías y comiquerías. Pero reimprimirlo, aún en una tirada más chica que la original, cuesta tres veces más que cuando se lanzó, contó a Página/12 Santiago Kahn, cabeza de la editorial.

Otros premiados, como Javier Rovella (por su El infante Dante Elefante vol.5), contaron la dramática situación del sector. “Los trabajadores que publicamos en Billiken estamos muy tristes, refritan material sin nuestro permiso o nos dicen que no sale más y quedamos mal con nuestros colegas al encontrar nuestra obra ahí”, lamentó. También el jurado se hizo eco de esas penurias y equiparó el cierre de Anteojito, en 2001, con la debacle de Billiken y el empobrecimiento de contenidos de Genios, “fruto de similares políticas económicas neoliberales”.

Más allá de los lamentos, también hubo espacio para motivos de celebración y reconocimiento. Como por ejemplo, el que recibió el Centro de Historieta y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (antes “Archivo nacional de historieta y humor gráfico”) por la producción de sus muestras y respectivos catálogos en torno a las obras de Landrú y los tesoros de Patoruzú. José María Gutiérrez recibió los diplomas y –en un gesto inusual- se hizo acompañar sobre el escenario por los diseñadores de los catálogos, también empleados de la Biblioteca Nacional. Además, a Gutiérrez le tocó presentar la pequeña muestra de obras de Mordillo que engalanó la ceremonia, fruto de una donación que el propio humorista gráfico realizó al Centro, junto con “44 originales de José Luis Salinas que ahora son patrimonio de todos”, destacó. En la figura de Mordillo recayó buena parte del peso simbólico de la ceremonia. Es que el dibujante había sido elegido como receptor del Premio Banda Dibujada a la trayectoria y falleció antes de poder recibirlo. Lo recibieron sus sobrinas, quienes agradecieron el gesto. “No habría nada que lo ponga más feliz que ser reconocido en su país, que amaba y nunca olvidó pese a vivir 55 años fuera”, señaló una de ellas.

Además de los galardones a Velasco (su categoría era Mejor historieta infantil de autor nacional) y Rovella (mejor libro de humor gráfico para niños), también fueron reconocidos –entre muchos otros- Peiró (Córdoba Blues, historieta para jóvenes de autor nacional), Tute (por Humor al diván, en humor gráfico para jóvenes), y Quique Alcatena por los asistentes a la ceremonia.