La película se llama Tierra arrasada y lo que cuenta, en una sucesión que resulta brutal, así necesariamente resumida para una obra audiovisual, es lo que fueron estos cuatro años de neoliberalismo del gobierno de Mauricio Macri. No se queda ahí: da cuenta también de la resistencia a este proyecto. Y sobre todo lo muestra muy claramente como eso: como un proyecto, planificado y ejecutado, con sus consecuencias a la vista. La hizo Tristán Bauer junto al mismo equipo con el que hizo su película anterior, también urgente, también un testimonio contemporáneo, El camino de Santiago. Desaparición y muerte de Santiago Maldonado. A excepción, dirá el director en uno de los momentos de la entrevista en los que se emociona, de Florencia Kirchner.

Los guionistas esta vez fueron Omar Quiroga y Luis Bruchstein, con el asesoramiento en materia económica de Alfredo Zaiat, también editor de este diario. Hay una línea estética que se evidencia desde El camino de Santiago, entre otras cosas con la narración en off a cargo de Darío Grandinetti. Bauer se ríe cuando repasa junto a algunos de sus colaboradores el modo en que se hizo, en el tiempo récord de menos de tres meses, en el laboratorio de posproducción donde al fin podrán ver la versión final. Junto a Jorge Devoto en la producción, continuaron trabajando Manuel Fernández Ceballo en la dirección fotográfica, Diego Belausaran, Martín Peletier, y un nutrido y joven grupo en las cámaras. Tras un pre estreno este viernes en el teatro Coliseo, comenzará su circuito de proyección en cines.

“Estos cuatro años estuvimos registrando los distintos acontecimientos que se iban desarrollando en la Argentina. Tuve la suerte, diría la bendición, de haber estado muy cerca de Cristina desde los primeros días. De acompañarla con una cámara del hombro, después con un móvil, en todos los actos, después con las presentaciones de Sinceramente”, cuenta Bauer en charla con Página/12. “Hace unos meses, viendo todo este material, viendo también cómo tantos jóvenes habían registrado los acontecimientos de la Argentina y todo lo que había ahí, pensamos que se podía hacer un retrato de estos cuatro años. Entonces nos planteamos con el productor esta película”, recuerda.

-Es un registro de múltiples miradas, ¿cómo lo pensaron?

-Hay líneas que van trabajando en paralelo. Por un lado, los cuatro años de gobierno de Macri, la implementación de las políticas neoliberales en la República Argentina. Por otro lado, el impacto social que tuvieron esas medidas. También los medios, cómo en las distintas etapas fueron acompañando y cómo fueron jugando en este proceso. Y cómo, frente a toda esta destrucción social, hubo un movimiento de resistencia, llevado adelante por hombres y mujeres, por organizaciones sindicales, por agrupaciones y también por partidos políticos. Donde tiene un protagonismo fundamental Cristina Fernández de Kirchner, en aquel momento en que comienza a hablar de la necesidad de la unidad, y después, cuando lo convoca a Alberto Fernández, y forman este frente en el que él asume el liderazgo.

-¿Y dice que hicieron la película en solo tres meses?

-Si, una locura total (risas). Yo le decía al productor, bueno, con todo esto, tomemos un año para hacerla. Es muy complicado el cine documental. Hay una figura central en la cinematografía argentina que es la de Pino Solanas. De alguna manera nosotros, los documentalistas, somos hijos de Pino. Como diría León Gieco, somos los salieris de Charly, bueno, nosotros somos los salieris de Pino Solanas. Hay dos películas fundamentales: La hora de los hornos y Memoria del saqueo, con la que esta película que hemos construido nosotros está muy emparentada.

-La síntesis de estos cuatro años que muestra en el repaso la película es impactante. ¿Qué lo impactó más, en lo personal?

-El repaso es de gran impacto, sí. Pero fue un impacto cotidiano. En estos cuatro años viajé mucho por el país. Traté de participar de todas esas marchas. Estuve muy al lado de Cristina. Y entonces todas mis vivencias íntimas, personales, como las de mis compañeros de equipo, fueron muy fuertes. Pero es muy cierto que cuando te ponés a mirar el material, con esa fuerza que tienen los archivos cinematográficos en la memoria de un país, ¡Cuántas cosas se dijeron! ¡Cuántas cosas se hicieron! Cuánto daño, cuánta devastación. Sí, se traduce de manera muy transparente, muy fuerte. Entonces sí fue muy contundente analizar estos materiales, empezar a compaginarlos y advertir claramente cómo hay un plan económico que se instala y que genera un daño social profundo. Y cómo cada decisión política, económica, cultural, tiene un correlato en la realidad, que siempre es del orden del daño. Es fuerte, es doloroso.

-La película comienza con el último día de mandato de CFK. ¿Por qué eligió ese comienzo y qué recuerda de ese momento?

-Ese último día me acuerdo que la fui a ver a Olivos, ella estaba en plena mudanza, sacaba muebles. En un momento pudimos charlar tranquilos, le agradecí el espacio que nos dio para poder hacer canal Encuentro, Pakapaka, la celebración del Bicentenario, la transformación de la televisión pública, de Radio Nacional. En un momento le pregunté: ¿Y ahora qué vamos a hacer? Lo de siempre, me dijo. Vamos a seguir luchando. Estoy pensando en un instituto. No tenía nombre en ese momento, pero ya estaba pensando en el Patria. Desde entonces pude ver cómo iba analizando la realidad. Y viendo también ese contacto único que tiene Cristina con su pueblo, con la gente que ama, que aparece muy claramente en la película. La cámara cinematográfica es, finalmente, una máquina de tomar rayos de luz. Cuando los seres humanos irradian luz, la cámara los toma. Eso se ve en la película. También la visión política que ha tenido. Y cómo fue atacada con ferocidad. Ella, sus hijos. El daño que le han hecho a Florencia, la crueldad. Y cómo, frente a todo eso, ella por un lado se repone, y por otro lado diseña estrategias para salir de esto y para avanzar. Y el momento clave en que ella dice: el hombre para la Argentina en este momento se llama Alberto Fernández. Y cómo a partir de ese momento Alberto adquiere una dimensión, que seguramente tenía desde antes, pero que se vuelve fundamental. Para terminar construyendo esa unidad como sólo él fue capaz de hacerla.

-Fue testigo de ese momento clave, que se conoció en ese video de aquel sábado de mayo. ¿Cómo lo recuerda?

-Fue una sorpresa para todos. ¡El que diga que imaginaba que iba a ser esta la fórmula, miente! Nosotros estuvimos cerca, pero compartimos el impacto, la sorpresa. El trabajo que hizo Alberto, cómo asumió esa responsabilidad, cómo salió a caminar, cómo salió a convencer para vencer, fue extraordinario. El tampoco se quedó en la denuncia de la Tierra arrasada. Como dijo en el debate, evocando las palabras de María Elena Walsh: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando”. La película da cuenta de eso, también.

-De las presentaciones de Sinceramente hay muchos momentos muy emotivos también…

-Fue otro momento fundamental y sorpresivo, la aparición de un libro. De repente, en estos tiempos de redes sociales, de digitalización, de vértigo comunicacional, vuelve Gutenberg. Aparece la imprenta, aparece un libro. Irrumpe un libro en la sociedad argentina y se transforma en un best seller, como nunca se había visto en los últimos años. Y no es casual que la primera vez que Cristina públicamente le agradece a Alberto, él haya estado sentado en la primera fila, en aquella presentación que se hizo en la Rural de Palermo un día de lluvia…

-La película sigue una línea estética con El camino de Santiago, también la voz en off de Grandinetti. ¿Fue una continuidad buscada?

-Es que la hicimos el mismo equipo que hizo El camino de Santiago, ampliado. Pero con una ausencia tristísima para mí: que no haya podido estar Florencia (se emociona). (Florencia Kirchner fue guionista junto a Omar Quiroga en el film anterior). La persecución a la cual fue sometida, su salud, lo impidió. Pero sí, hay códigos estéticos similares, si bien el peso del archivo acá es mucho mayor.

-El camino de Santiago era una película urgente. ¿Esta también lo es?

-Esta no era urgente, pero, cómo decirlo… El entusiasmo, la vehemencia, ¡y la presión! de Jorge Devoto la transformó en una película urgente (risas). Tiene tantos cortes, tanto material de archivo, se hizo en un tiempo tan corto… Creo que finalmente es un testimonio del tiempo que nos tocó vivir. Y da cuenta con urgencia de la culminación de este tiempo. La película termina hoy. Mejor dicho ayer, si hubiéramos tenido tiempo. Con ese alegato extraordinario que hizo Cristina en Comodoro Py, una nueva sorpresa que nos muestra, una vez más, la dimensión de esa mujer.

Militante comprometido

El de Tristán Bauer, que ya ocupó cargos de gestión durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (fue director del Sistema Nacional de Medios Públicos, y luego de Radio y Televisión Argentina) es uno de los nombres que suenan fuerte entre los ministros del próximo gobierno, en su caso, al frente del futuro Ministerio de Cultura. El no lo admite ni lo niega, pero sí habla al respecto.

-Si el presidente electo lo convocara para ser el próximo ministro de Cultura, ¿qué haría desde ese cargo?

- Yo estoy dispuesto a seguir trabajando desde el lugar de todos estos años, desde el lugar de un militante comprometido. Y yo sé, porque lo he vivido en carne propia de muy chiquito, que la cultura es sanadora. Que la cultura en los tiempos de crisis, de devastación como los que refleja esta película, es reparadora. Y que es infinito lo que se puede hacer desde la cultura. Ayer fuimos a una cárcel con el gran León Gieco. Lo acompañé a uno de esos tantos conciertos solidarios que él regala. Y nosotros, los que hacemos cine, a veces nos alejamos y miramos un poco desde afuera. Me alejé y vi los rostros de los hombres y las mujeres que estaban ahí, en esa situación de encierro. Y lo que generaban las canciones, la música y la palabra de León. Los vi transformados. Sí somos capaces de entender que la cultura es necesaria para esa transformación. Sí podemos pensar en oponer la solidaridad frente al individualismo, frente al concepto asqueroso, repugnante, de meritocracia. Sí somos capaces de construir un modelo cultural, en cualquier lado, o en un ministerio, o en una secretaría, o filmando con una cámara como lo hicimos estos años. Ahí vamos, con nuestras ideas. Que son las de Alberto y las de Cristina.

-¿Qué sintió cuando vio que, tras las elecciones, la gente retomó espontáneamente a Zamba para celebrar?

-Cómo decirlo sin ser arrogante… Para mí Zamba es como un hijo. Es una creación colectiva, por supuesto, desde Pakapaka. Fue una apuesta a un dibujo animado propio para contar nuestra memoria, nuestra historia, nuestro futuro, así surgió. Y de repente vimos no solamente que era posible sino que los niños celebraban sus cumpleaños con Zamba, con San Martín, con Juana Azurduy. .. Ver que esos muñecos, que con tanto amor de artesano habíamos hecho, terminaban rotos, destruidos, tanto en Tecnópolis como en la ex Esma, fue muy doloroso (se emociona, la imagen aparece en la película). Porque no es que se hizo un nuevo dibujo animado, superador, diferente, que hubiera sido una gran cosa. No. fue solo la destrucción de lo que había. Por eso fue doloroso. Y ver que en las celebraciones aparecían ahí de nuevo los muñecos de Zamba, como en una resurrección… Fue una gran, gran alegría.

-¿Vuelve Zamba?

-¡Espero que sí!