De pequeño, Roberto Salvarezza jugaba con un microscopio, observaba plantas y todo tipo de bichitos desde su departamento en plena ciudad de Buenos Aires. Cuando tuvo la edad suficiente ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires y se topó con docentes que lo incentivaron a construir una vocación científica que, de adulto, se vería reflejada en una generosa trayectoria académica. Tanto le gustó la biología y la química que terminó cursando en la UBA una mezcla de ambas. Dueño de una curiosidad intensa, como bioquímico se interesaba por abordar el mundo pero a partir de escalas pequeñas. Se especializó en nanociencias y retornó al punto de origen: de nuevo el departamento, un microscopio y una profunda necesidad de conocer todo lo que lo rodeaba. Tenía tantas ganas que, con velocidad, se convirtió en uno de los mejores exponentes de la comunidad científica. ¿Qué puede hacer un intelectual en Argentina para sobresalir? Escribir mucho y bien. El joven Salvarezza lo entendió rápido, tanto que su producción escrita como Investigador del Conicet abarcó más de 280 artículos en revistas internacionales con referato. Pero esto no alcanzaba.

Así, los laureles profesionales atrajeron otro tipo de ofrecimientos. Si sabía administrar tan bien su carrera, posiblemente, haría lo mismo con el futuro de los demás. En 2003 le propusieron coordinar el área de Química en la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. En ese momento, había obtenido el Premio Konex de Platino en Química, y fue una oportunidad para ingresar a la gestión. Después se incorporó al Consejo de Administración en la Fundación Argentina de Nanotecnología que recién emergía; fue director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas y de los laboratorios de Nanoscopías y Fisicoquímica de Superficies.

En 2012 Lino Barañao lo contactó para presidir el Conicet, una institución a la que pertenecía desde 1977 y que conocía mejor que su propia casa. Durante su mandato la plantilla de investigadores se incrementó de manera considerable (alcanzó 3 de cada mil habitantes económicamente activos, un número envidiable para otros países de la región); concretó proyectos de infraestructura que saldaron deudas históricas; instrumentó el regreso de los cerebros que se habían fugado con el cambio de siglo; y, sobre todo, se destacó por sostener un pensamiento prospectivo, esto es, pensar la ciencia y la tecnología como un espacio que debía planificarse a largo plazo. ¿Qué le faltó? Tiempo. Horas de vuelo para aceitar la articulación del Conicet con otros organismos que componen el sistema científico, impulsar los canales de transferencia y federalizar un espacio, tradicional e históricamente, centralizado en Buenos Aireas.

Cuando Macri fue elegido Presidente, presentó la renuncia y retornó a la academia. Se transformó en un pilar de la resistencia y estuvo presente en cada encuentro y movilización contra el ajuste en el área. Formó parte de Ciencia y Técnica Argentina (CyTA), un espacio donde las principales figuras del campo aún discuten y producen material para relevar el desguace que el gobierno realizó en el sector. En 2016 se presentó a elecciones para ocupar un lugar como director del Conicet en el área de Ciencias Exactas y Naturales y ganó. Fue escogido por sus pares pero nunca fue nombrado por el Ejecutivo Nacional, así que pese a que el derecho lo asistía jamás fue incorporado de manera formal al Directorio.

Su universo era el científico pero, claro, se fue expandiendo. En 2017 obtuvo su banca como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y, durante su estadía, presentó proyectos legislativos para actualizar los montos de los estipendios de los becarios doctorales y posdoctorales del Conicet; declarar de interés público la producción y la comercialización nacional del carbón; señalar la emergencia laboral en el INTI. A partir del 10 de diciembre ocupará la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva que, aunque desde septiembre del año pasado fue degradada, cuenta con la promesa de Alberto Fernández y volverá a tener rango ministerial.

Salvarezza tiene buena imagen en la comunidad y conoce el paño. Posiblemente, en su Gabinete lo acompañen otros miembros del grupo CyTA, como Diego Hurtado y Juan Pablo Paz. ¿El principal desafío? Que la cartera a su mando pueda proyectarse hacia todo el entramado de instituciones que componen el sistema científico y tecnológico en Argentina. Para ello, primero deberá barrenar la crisis, expresada en un marcado retroceso presupuestario. Y luego generar mejores diálogos entre las PyMEs, el sector privado y el estatal, con un plan de gobierno que, otra vez, vuelva a levantar la vista más allá del presente y engorde la soberanía.