Richard Bona y Alfredo Rodríguez. Un camerunés y un cubano. Dos formas de África. Una en la raíz y la otra expandida en ramajes proyectados al mundo. Este lunes a las 20.30 en el Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455), el bajista y cantante y el pianista serán los protagonistas del tercer y último encuentro del ciclo “Los elegidos de Quincy Jones”. Una serie de conciertos por la que pasaron también Jacob Collier y los suecos Dirty Loops. Junto a Bona y Rodríguez estará otro cubano: el percusionista Pedrito Martínez. La fusión está servida.

Bona conoce bien Buenos Aires. Vino varias veces y tiene un público. Para Rodríguez, en cambio, es el debut. “Tengo una gran expectativa. Sé que allá hay un público exigente”, cuenta el pianista en un cambio de audios por Whatsapp. Nacido en La Habana en 1985, Rodríguez es uno de los pianistas más interesantes de la nueva generación del jazz afrocubano. Fue Quincy Jones el que lo “descubrió” en 2006, en el Festival de Jazz de Montreux, donde el cubano había llegado a tocar como parte de una selección de doce jóvenes pianistas de todo el mundo. “Te la hago corta: en un momento se me acercó Quincy y me dijo que me quería ayudar con mi carrera. ¿Te imaginas? De pronto aparece una figura mítica y te dice eso. Fue un antes y un después para mí vida. Yo vivía en Cuba y tardé tres años en tomar la decisión de dejar mi familia y emprender un nuevo camino en Estados Unidos. Y acá estoy”, relata el pianista.

A través de Quincy Jones, Rodríguez conoció a Bona. Fue en 2013, también en Montreux. “Tocábamos con The Global Gumbo All Stars, un proyecto de Quincy. Comenzamos a probar cosas en dúo y a partir de ahí se dio una colaboración constante, que fue afianzando la química que naturalmente había entre nosotros. Partimos de una idea en común: no nos gustan las catalogaciones”, explica Rodríguez.

-¿Cómo explicaría entonces la música que hace el dúo?

-En cada encuentro cada uno pone lo que tiene, su presente y su historia. Defendemos nuestras raíces, cada uno desde su lugar y en eso somos totalmente honestos el uno con el otro. Bona nació en Camerún, ahí creció y más tarde salió para atravesar otras culturas. Yo también soy una mezcla de muchas cosas. La tradición afrocubana, el jazz y la música clásica me atraviesan. Esos elementos se equilibraron en mi formación que más tarde tuvo encuentros importantes que me acercaron a otras culturas. Bona es uno de esos encuentros.

-¿Qué le aporta Pedrito Martínez al dúo?

-Pedrito es, ni más ni menos, uno de los más grandes percusionistas vivos. Con él me pasó como con Bona: apenas nos conocimos hubo química. Este año salió un disco que hicimos a dúo, Duologue, que no es más que una de las justificaciones que tenemos para seguir juntándonos. Cuando le conté que estaba haciendo dúo con Bona, enseguida se sumó, abriendo así la perspectiva de un trío, que es muy interesante.