Desde Brasilia

Diplomacia errática. Jair Bolsonaro determinó que su vicepresidente, Hamilton Mourao, viaje a Buenos Aires para participar en la toma de posesión Alberto Fernández. Así lo informó portavoz Otavio Rego Barros al diario Folha de San Pablo. Este fue el tercer anuncio del día respecto de un tema incómodo para el capitán-presidente. Previamente, por la mañana. había dicho que continuaba analizando la posibilidad de mandar al ministro de Ciudadanía, Osmar Terra. Y a primera hora de la tarde la Cancilería comunicó que nadie viajaría a la Argentina, donde la delegación oficial iba a ser encabezada por el embajador en Buenos Aires, Sergio Danese.

Hasta el cierre de esta crónica no se conoció una versión oficial sobre los motivos que explican tantos anuncios contradictorios, que se suman a los vaivenes de los últimos días y semanas.

Trascendió que algunos ministros habrían manifestado en el Planalto el riesgo de aislamiento político que supone no estar en una ceremonia del peso institucional que supone la transmisión del mando en el principal socio económico y estratégico de la región. Ni los gobiernos ideológicamente próximos al ex militar se plegaron a la idea del faltazo.

Eso incluye a su casi ahijado político, Mario Abdo Benítez, el presidente paraguayo y actual jefe pro-témpore del Mercosur y al presidente chileno Sebastián Piñera.

También estará en la Casa Rosada Jose Luis Lacalle Pou, el político del Partido Blanco, conservador, que el primero de marzo será investido como nuevo jefe de Estado en una fiesta que sí contará con la asistencia de Bolsonaro.

A pesar de esta decisión de última hora que garantiza la asistencia del número dos del Poder Ejecutivo, Mourao, Bolsonaro quedará en el registro histórico como el primer presidente posterior a la dictadura que se negó a felicitar en persona a un colega electo en Argentina. Es un ritual surgido en 1989, durante la transición democrática. En aquel año José Sarney viajó a Buenos Aires para la entrega del bastón de manos de Raúl Alfonsín – con quien construyó una amistad política en los años del deshielo bilateral- a Carlos Menem.

La negativa a trasladarse a Buenos Aires había sido anunciada tiempo atrás por Bolsonaro al parecer como una forma poner en caja al "izquierdista" Alberto Fernández y su inminente vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. Un método de coacción que evoca la truculencia de la dictadura militar , que en los años 70 diseminó la desetabilización en el Cono Sur.

Este desplante de Bolsonaro evidencia su nula formación de estadísta. No se trata de un movimiento desestabilizador como los de los 70, período al que exalta frecuentemente.

Así lo hizo este lunes antes de ir al Planalto, durante un almuerzo con altos mandos de las fuerzas armadas ,donde elogió a los generales que gobernaron entre 1964 y 1985, bajo el régimen de facto.

Iracundo

Por la mañana, durante el encuentro habitual con periodistas en el ingreso al Palacio de Alvorada, la residencia oficial, Bolsonaro generó la primera noticia del día desmintiendo la versión según la cual había decidido que el ministro Osmar Terra no vuele a Buenos Aires.

"Estoy analizando la lista de convidados por parte de él (Fernández) cuando yo asumí no convidé algunas autoridades", dijo dando lugar a un posible viaje del ministro. Agregó que "nuestro comercio con Argentina va a seguir de la misma forma, no va a interferir en nada", y propuso pasar a otro tema, pero los reporteros hicieron más preguntas sobre la agenda porteña.Irritado, con los dedos en forma de revólver, gritó " (Tienen) otra pregunta, otra pregunta, ¿no tienen otra pregunta que hacer? entonces buen día", remató concluyendo la conferencia de prensa 31 segundos después de iniciada.