Kim Gordon maneja un Uber y desde el volante le pregunta a una pasajera qué prefiere: agua, cargador para el celular o música. No hay muchas dudas y en todo caso, a ella no le importa la respuesta. Simplemente, sube el volumen. Así empieza “Sketch Artist”, el video que acompañó el lanzamiento de su último disco No home record, el primer trabajo solista de su carrera. Dueña de una presencia distante y magnética a la vez, desde comienzos de los ochenta y durante tres décadas Gordon integró Sonic Youth, una banda post-punk que aún disuelta sigue siendo el sonido subterráneo de mucha música actual. Ahora, a sus espléndidos 66 años, Kim decidió dar el salto. Además decidió que aquí hablaría de capitalismo, precarización laboral y afectiva, el universo de las mujeres que se saltan las convenciones y los demonios que andan sueltos en calles gentrificadas en cualquier rincón del mundo. Lo que difiere en su flamante disco no es el qué sino el cómo. Porque la música de Sonic Youth ya venía habitada por algunos de estos intereses. Pero ahora ella decidió indagar estos temas a su modo.

Para el video, se juntó con la realizadora audiovisual Loretta Farenholz, quien tuvo la idea de subir al Uber a un niño y su madre caricaturesca, dos chicas que se besan y a Syd, el perro cocker spaniel de Kim. A su paso, al otro lado de la ventanilla, la gente cae. Todo transcurre en cámara lenta sobre un fondo de luces frías. Cada escena parece onírica o al menos, no del todo real. El video deja en claro que a fin de cuentas, esos cinco minutos se reducen a una coreografía perfecta. Sin embargo, no se trata de una decisión solo estética: Sketch artist indaga el doble fondo de lo real y lo aparente, la danza y la quietud, el ruido y el silencio. La letra es rítmica, poética, un poco intraducible si se quiere mantener el fraseo original: Gordon alerta sobre la inacción de las personas mientras “las campanas golpean contra el viento”. Así, ella se convierte en la artista que boceta esta realidad. Y que también, la padece. Pero que a la vez, decide accionar.

Las nueve canciones que componen No home record reflejan cómo Kim se reinventó a lo largo de este tiempo: atravesando sus propios laberintos. Y esos laberintos son esencialmente, urbanos. Si bien desarrolló toda su carrera en Nueva York, hizo su formación artística en California. Y ahí vuelve ahora, donde compró una casa en Los Ángeles tras su separación en 2011 del músico Thurston Moore, con quien creó Sonic Youth. El disco está recorrido por la raíz noise, techno y post-punk que Gordon convirtió en estilo como bajista, guitarrista y cantante de aquella banda. Una vez más, guitarras y amplificadores transforman el sonido en una presencia que adora ser casi insoportable. Sobre ese sustrato, la voz de Kim se acomoda según lo que ella quiera: puede ser susurro o quebranto, incendiar todo el espacio o convertirse casi una nota al pie. Allí donde cierta crítica musical (sobre todo, la masculina) solo ve técnica, es posible atisbar una decisión artística y existencial.

Cuando Gordon abre una de las canciones, “Get Yr Life Back”, con una alusión “al fin del capitalismo”, también dice “Me siento mal por vos / me siento mal por mí”. Sí, en una entrevista con The New York Times reconoció que es una idea tan personal como política. “En Estados Unidos la gente apela al perdón, que es algo bueno, pero totalmente distinto a lo que se cree. Tenés que ver lo que pasa a tu alrededor. Aún el Dalai Lama dice que podés tener empatía, pero no tenés por qué perdonar a alguien”, dijo. Sus dardos están dirigidos esencialmente contra Donald Trump, cuya misoginia imperdonable desató respuestas políticas de las que Gordon se hace eco a través de su arte. Pero también apuntan al vínculo con Moore, que le rompió el corazón, algo que ella nunca ocultó.

Para entender mejor el concepto del álbum, es conveniente ir un poco hacia atrás. En el último capítulo de La chica de la banda, la hermosa autobiografía que publicó en 2015, ella habla de cómo renació de las cenizas, del vínculo compinche con su hija Coco, que hoy tiene 25 años, y de cómo se volcó enteramente al arte. Eso la llevó a desterrar algunos mitos sobre lo que significa tener una banda con el mundo a sus pies: “¿Cómo eran las cosas entonces, en la era preinternet, cuando deambulábamos en un eterno estado de desconocimiento y mendigábamos porciones de información? ¿Difiere en algo lo que un concierto nos proporciona hoy en día de lo que nos proporcionaba antes? No, es lo mismo: la necesidad de trascendencia o, tal vez, de una mera distracción: del aburrimiento, del dolor, de la soledad. En realidad, es posible que actuar nunca haya sido más que eso. Un beso interminable, eso es todo lo que siempre quisimos sentir al pagar dinero para oír tocar a alguien”, escribió.

Gordon parece haber hundido su lengua en la oscuridad de ese beso y transformar No home record en una indagación sobre lo que muere y lo que pervive. El rock, o en todo caso, ser estrella de rock, queda del lado de lo que se extingue: a Kim la salvó el arte antes que la industria. No es casual que el título del álbum (algo así como “el disco sin hogar”) sea un homenaje a No home movie, el último documental realizado por la cineasta belga Chantal Akerman. Y esa pregunta en relación a la supervivencia alcanza también el rol de las mujeres, el feminismo y las luchadoras históricas que nos trajeron hasta acá. En una entrevista publicada por Vanity Fair, la cronista le pregunta si el movimiento #MeToo tiene un impacto real y si la denuncia es una herramienta más sencilla para mujeres jóvenes como su hija Coco. “Creo que es un momento apasionante para las personas de su generación. Quiero decir, es horroroso porque no tienen dinero, no les es fácil abrirse un lugar en el mercado laboral. Pero veo a mi hija ser activista y estar muy segura de defender los derechos de las mujeres”, dijo. Y agregó: “El feminismo es desconcertante. No necesariamente se mueve de manera predecible. Por ejemplo, el movimiento #MeToo hizo todo lo posible por convertir su lucha en blanco y negro. Así que toda la discusión más fina sobre feminismo no encaja en ningún lado ahora”. Para ella, el feminismo radical no es opción. Su mirada es atendible teniendo en cuenta que es una artista radical, tan punk como Patti Smith.

Muchas de sus obras pictóricas dialogan con su música y con estos posicionamientos. Recientemente pintó varios hashtags como #Resist, o #YouDontOwnMe (alusiones a la resistencia y a que las mujeres no son propiedad de nadie) que exhibe en sus redes sociales y en la galería 303 de Manhattan. Además, contó que las letras de No home record surgieron de diálogos con su amiga, la poeta Elaine Kahn, que la alentó a escribir a partir de sensaciones de su vida cotidiana. Así retornó a la escritura, que desde joven fue su casa. En ese sentido, la crítica de Vogue, Taylor Antrim, la comparó en estos días con la escritora Joan Didion porque ambas vienen de la zona de California, dueñas de una voz potente que siempre tiene un dejo de melancolía. “Escribo enteramente para entender qué es lo que pienso, qué es lo que busco y qué es lo que esto significa”, ha dicho Didion. En esa misma búsqueda está Kim, cada vez más lejos de casa, cada vez más cerca de su corazón, ese centro eléctrico y salvaje.