Aborto legal. Crisis climática. Refugiados y migrantes. Esos eran los ejes que aparecían en cada una de las tablets que tenían entre sus manos los pibes y pibas de Amnistía Internacional mientras recorrían el predio de Obras. Este domingo por la tarde, en medio del festival “Toquemos los temas que importan”, se paraban a cada momento brindando información y buscando adherentes para ese movimiento que se convirtió en uno de los referentes de los derechos humanos en el mundo desde la década del sesenta. “Defensorxs de la tierra”, “Todxs tenemos derechos”, se leía en un inmenso mural debajo del que estaban apostados la mayoría de ellos, repletos de glitter en sus rostros y con pañuelos verdes en sus muñecas. Si algo quedaba claro al comenzar a recorrer el segundo festival organizado por Amnistía Internacional en Argentina era que las ramificaciones de los derechos humanos se abrieron en múltiples dimensiones, pero que la urgencia sigue siendo la misma.

Durante la jornada se fueron alternando la música y la palabra: el Estadio Obras estaba dividido entre un espacio abierto donde se sucedían charlas y proyecciones y otro cerrado para los recitales. Así se fueron entrelazando el combo energético de pos punk encabezado por Barbi Recanati –que tuvo a Marilina Bertoldi en bajo– con el doloroso testimonio de Thelma Fardín, el desenfreno performático de Louta con las reflexiones del filósofo Darío Sztajnszrajber, la potencia de Eruca Sativa y el trap seductor de Dakillah, las canciones suaves de Lisandro Aristimuño y el documental “Una banda de chicas”, los sonidos de resiliencia de El Plan de la Mariposa con las palabras transformadoras de Jóvenes por el Clima, la retórica filosa de Femigangsta y la festividad de la murga Agarrate Catalina, encargada de cerrar el evento. Todos formaron parte de un entramado desde el que se intentó amplificar las problemáticas que hoy son prioritarias para Amnistía Internacional.

“El arte funciona como un poderoso vínculo entre distintas generaciones. Es por eso que en el actual contexto regional nos parece fundamental llevar a través de la música un mensaje por los derechos humanos”, había adelantado Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía internacional Argentina en un comunicado previo al festival, que retomó ese poderoso símbolo que fue “Derechos humanos ya”, cuando el 15 de octubre de 1988 –en el estadio de River Plate–, Amnistía Internacional reunió sobre el escenario a Sting, Bruce Springsteen y Charly García junto a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. “Toquemos los temas que importan” fue concebido, según dijo la propia Belski en conferencia de prensa, como “una continuación de ese concierto por el que hoy Amnistía Internacional es conocida en Argentina, buscando canalizar las nuevas discusiones y los desafíos que enmarcan hoy los derechos humanos”.

A lo largo de la jornada, el predio se vio colmado por casi tres mil pibes y pibas –casi todos sub 25– en los que proliferaban las camisas multicolores, los vestidos de verano y los pañuelos verdes. Entre todos ellos quedaba expuesto que esas nuevas discusiones deben ser comprendidas a través de la revolución encabezada por el feminismo. “La violencia no es privada ni doméstica, es política y cultural. Hoy de las 1000 denuncias que se hacen en la justicia, solo 100 terminan con acusaciones y una con condena”, había dicho la actriz Thelma Fardín. “Eso sucede porque en una sociedad patriarcal, la responsabilidad termina recayendo siempre sobre la víctima. Eso es lo que tenemos que transformar”.

A lo largo de “Toquemos los temas que importan”, la distancia con aquel festival icónico que marcó al país en los ochenta y puso en el centro del debate las consignas enarboladas por Amnistía Internacional ­­­­–en donde hoy participan más de siete millones de personas en todo el mundo–, dejó expuestas profundas transformaciones y también ciertas continuidades. Las charlas dejaron en claro que el espectro de los derechos humanos hoy incluye a todas las reivindicaciones que se nuclean bajo la consigna “Memoria, verdad y justicia” y también a la necesidad de frenar la violencia machista y el inminente desastre climático a nivel global. En ese escenario, el arte sigue siendo una de las herramientas más poderosas para que el mensaje se escuche.