I

Verano del 79. Clase media empobrecida. Padre desocupado. Padre lector. Padre escucha. Noche de verano en Agrelo y Sorrento. En la terraza del departamento de pasillo donde vivíamos con mis padres y mi hermanita, yo contaba las estrellas, una por una, mientras escuchaba en la radio El tren fantasma, un programa revolucionario por el trabajo de edición, y la difusión de textos y música de rock desconocida en el país.

El programa era nocturno y salía por Radio Rivadavia, algunas noches había que hacer destrezas en la terraza, algunas de enorme riesgo físico, para poder captar la señal que iba y venía… se perdía…

-Nene, ¿qué estás haciendo? – me interrogaba la vecina de al lado, cuando invadía su propiedad, su pedazo de terraza, en busca desesperada de la voz del locutor que anunciaba el próximo tema de Yes… Y yo, no alcanzaba a identificar. Esa voz –lo supe tiempo después- era de un cordobés: Omar Cerasuolo.

Hubo otra voz de radio que me sorprendió. La de Quique Pesoa. En una AM rosarina. El tipo  leía, como pocos, pasaba avisos publicitarios, se enojaba con algún político del momento, cantaba afinado, y para rematar el momento ponía a Miles Davis, a las 10 de la mañana. 

Julio Cortázar recordó: “El primer disco que escuché por la radio quedó casi ahogado por los alaridos de espanto de mi familia, que naturalmente calificaba eso de música de negros, eran incapaces de descubrir la melodía, y el ritmo no les importaba. A partir de ahí empezaron las peleas, porque yo trataba de sintonizar jazz y ellos buscaban tangos"

Llegué a radio Clásica Rosario  a través de Gary Vila Ortiz. Hicimos un programa maravilloso de jazz, obviamente, durante muchas noches de viernes. La devolución del oyente –cuando no había redes, había que tomar el viejo teléfono de Entel, negro o gris, llamar a la radio y esperar que el operador lo atendiera- era sorprendente. Desde la pecera -como se conoce a la cabina donde está el operador de controles- , uno observaba e imaginaba el prolongado diálogo telefónico entre el escucha y el técnico.   “El oyente dice que hay una versión superior del tema que pasaron recién de Frank Sinatra...”. Todos aprendíamos.

II

11 de diciembre. Día Nacional del Tango. 

No. Yo no entré al tango por Astor Piazzolla o Rodolfo Mederos, eso vino mucho después. A mi viejo Lito -que no era solo un seudónimo tanguero sino también su identificación como gran bailarín en los clubes de Alberdi- le gustaba el cantante Angel Vargas, "el ruiseñor de las calles porteñas". Recuerdo que con mis diez años fui al buscar el diccionario para descifrar ese nombre masculino que me inquietaba y me agradaba por su musicalidad. Esa fue para mi -casi obligada por mandato paterno- la voz del targo.

[email protected]