“Hernán tenía 24 años cuando se lo llevaron, el 13 de diciembre de 1976 cumplió 25 años ahí, en cautiverio, en la ESMA. Nunca más vi a mi hijo, nunca más. Empecé a ir a la plaza, a caminar y caminar con las madres, compartíamos nuestras tragedias”, recuerda y solloza Beatriz “Bety” Cantarini de Abriata, la madre de Hernán Abriata, el estudiante de Arquitectura secuestrado por una patota de policías y marinos que integraba Mario “Churrasco” Sandoval. El 12 de diciembre de 2019, cuarenta y tres años después, a un día del cumpleaños de Hernán, Sandoval pasó su primera noche en prisión en París antes de ser extraditado a la Argentina. Desde el martes está preso en Buenos Aires. Bety, a sus 93 años, sólo espera justicia.

--¿Qué sintió al enterarse de la detención de Sandoval? –le pregunta PáginaI12.

--Yo no soy vengativa, no le deseo ni a él la pena de muerte pero tiene que estar en la cárcel sí. Esa es una maldad muy grande, nunca más debe existir semejante horror. Es de forajidos, de delincuentes, de asesinos. No quisiera que ninguna otra madre pase por lo que pasamos nosotras. Yo me enteré y me uní a las primeras mamás que fueron a la Plaza de Mayo. Muchas ya no están, no llegaron como yo a los 90 y pico. Ahora no puedo ir pero fui muchos, muchos años. Dios quiera que la conciencia no lo deje dormir.

--¿Qué le diría?

--A mí me gustaría ir a verlo y decirle: ’¿Cómo te sentís ahora?’ Yo iría a donde está preso con mis 93 años. Tengo coraje para eso. Es para estudiarlo a ese hombre. Es un peligro. Es peor que un asesino porque a veces un asesino está loco pero él estaba cuerdo, era joven, tenía casi la edad de mi hijo ¿No se escapará de dónde está detenido? –se inquieta.

La esposa de Hernán, Mónica Dittmar, y dos de sus hermanas Laura y Juliana Abriata tranquilizan a Bety. En ellas el dolor aparece tamizado por los años que llevan denunciando la tragedia que les partió la vida. “He pensado tanto, tanto…y no reventamos”, dice Bety y conmueve con la fragilidad de su fortaleza.

La búsqueda

En marzo de 2008 PáginaI12 reveló que Sandoval, quien se había identificado como subinspector de Coordinación de la Policía Federal en el operativo que secuestró a Abriata, estaba radicado en Francia y reciclado como profesor en La Sorbona y asesor en temas de seguridad del gabinete del entonces presidente Nicolás Sarkozy. La información reproducida por El Correo, un portal francés en el que exiliados argentinos de la última dictadura realizan el seguimiento de causas de derechos humanos, activó la investigación. Sandoval los denunció por difamación, la abogada Sophie Thonon, quien llevó adelante el juicio en ausencia contra Alfredo Astiz en París, tomó el caso. La impunidad amasada durante décadas le jugó una mala pasada al represor. "Una estudiante de La Sorbona lo denunció porque él alardeaba de cómo había nacido el Plan Cóndor. La revista El Correo  lo reflejó y otros medios franceses se empezaron a hacer eco.  La estudiante era hija de exiliados en Francia. Ahí tomó más notoriedad el tema", recuerda Mónica. Paralelamente en la Argentina se activó la causa por los delitos de lesa humanidad en la Escuela de Mecánica de la Armada y el 6 de marzo de 2012, el entonces juez federal Sergio Torres pidió a Interpol la captura internacional de Sandoval. Trámite que el represor logró dilatar más de siete años. Torres pasó a la corte Suprema bonaerense y el juez Rodolfo Canicoba Corral tiene ahora como subrogante la causa.

En la madrugada del 30 de octubre de 1976, un grupo de tareas de marinos y policías rodeó la manzana de Superi al 2200 donde vivía la familia Abriata en Belgrano. Bety, cuatro de sus cinco hijos y dos hermanas de Mónica Dittmar fueron sometidos al allanamiento en el que buscaban a Hernán. Sandoval mostró una credencial de Coordinación Federal, se puso a hablar con el padre de Hernán y Tito lo llevó hasta el departamento donde estaba su hijo. La patota de más de veinte personas entró, arrasó con todo y se llevó al joven militante de la Juventud Peronista que había cursado ingeniería en la UTN y después de hacer el servicio militar se había inscripto en Arquitectura.

“Cuando se lo llevaban Sandoval me dio el reloj de Hernán y me dijo: ‘Tomá para que no digan que robamos’” cuenta Mónica. Fue la última vez que vio a su marido. Se conocían desde el secundario, compartieron años de noviazgo y se habían casado a principios del ’76. A partir de ese momento empezó el calvario.

Juliana y Laura Abriata junto a Mónica Dittmar y Bety  Cantarini de Abriata

“Mi marido pobre..., totalmente caido del catre, tenía algunos conocidos militares y tuvo que ir a pedirles, decirles cómo pasaba eso, enloqueció también él. Murió joven, como sufría del corazón, no lo pudo soportar. Yo en ese momento estaba completamente en la luna, ahí tuve que despertar. Otras madres ya lo estaban pasando y yo no lo sabía. Ya eran unas cuantas en Plaza de Mayo, se fueron sumando cada vez más, nos quedábamos conversando, comentado nuestras tragedias”, rememora Bety y Mónica precisa el derrotero de la búsqueda: “Al día siguiente del secuestro fuimos con el padre de Hernán a la comisaría del barrio a hacer la denuncia para saber qué había pasado en Superi 2262, se había hecho un operativo de zona liberada. La policía que estaba a dos cuadras en la calle Mendoza nunca supo. Pudimos identificar por el testimonio de un vecino y de mi hermana que habían actuado la policía y camiones beige con el escudo naval, de la ESMA. Al lunes siguiente fuimos a hacer la denuncia al Ministerio del Interior. Nos habían dicho que íbamos a tener enseguida información de Coordinación Federal. El 29 de noviembre del 76 nos mandan una citación para ir a tribunales. Fuimos con Tito y Bety. El padre de Hernán fue con el gamulán de Hernán pensando que lo iban a liberar. Nos tomaron declaración a los tres. Nos dijeron que ibamos a tener notificación”. Dos días antes, Sandoval había sido condecorado "por su arrojo" por la Policía Federal.

"Primero queríamos saber dónde estaba Hernán, después nos enteramos lo de la ESMA, después cómo operaban esas patotas, quién era Rubén Chamorro, el jefe de ese centro clandestino. Supimos que el decano de Arquitectura, Mariano Corbacho, daba clases en la ESMA y entregó listas de compañeros de la Facultad para hacer lo que llamaban un 'saneamiento' de la universidad. En la causa ESMA 3 se investigó el caso de los ciento cincuenta estudiantes de Arquitectura desaparecidos, quiénes eran los secuestradores: llegaban de la misma manera, a la madrugada, por megáfono decían salgan, ponían una bomba y se los llevaban. En otros operativos también se presentó  Sandoval. En el colegio Ceferino Namuncurá en Florida, donde militaban las hermanas Adriana y Norma Suzal, fue a buscarlas a la casa un señor que se presentó como Sandoval. Estamos viendo cómo se relaciona todo", explica Mónica, quien a lo largo de estos cuarenta y tres años vivió hilvanando los retazos que aportaron información para los juicios.

La esperanza

Los padres de Dittmar tenían la farmacia Firpo en la esquina de Salguero y Cerviño donde trabajaba también Bety. Desde el secuestro de Hernán estaban vigilados. A pocos metros de la entrada a principios de diciembre del ’76, un hombre que se presentó como guardia de Hernán le entregó a Mónica una carta de su marido. Le pidió espuma de afeitar Gillette, hojas de afeitar y tranquilizantes valium. En la carta le pedía que no dijera nada, que no hablara con nadie, que tranquilizara a sus padres y que pronto se reencontrarían. "¡No te preocupes, sólo esperame! Ya voy...los días pasan rápidamente, no los alargues con ninguna pena, dejalos correr, que alguno me va a llevar contigo (...) No traten de hacer ni decir nada más, solo esperen por favor. Mi vida es sólo para vivirla con vos", escribió, entre otros detalles que intentaban aliviar la pena de su familia. Ella puso todo en una bolsita y se lo entregó al mensajero. Por esos días también recibió un llamado de Hernán para desearle suerte en la entrega que tenía que hacer para recibirse de arquitecta. Los mensajes de Hernán a Mónica trascendieron todo lo imaginable: en 2017 pudieron comprobar que en la pared de Capuchita, donde había estado cautivo escribió "Mónica. Te amo" y tres A por Abriata. 

El tío de Hernán, por entonces  capitán de navío y luego contraalmirante Oscar “Poroto” Abriata, quien había sido designado por Eduardo Massera en YPF y después en la SIDE, seguía sin darles ninguna certeza. “Nos dijo que lo habían mandado a Rawson, que lo habían trasladado al sur, cualquier cosa, mientras Bety iba la Plaza de Mayo”, lamenta Mónica y agrega: “Llegaron a decir que por culpa de Hernán, él no había ascendido más. Habría que preguntarle qué hizo él”. La familia se partió.

Fue en el verano de 1977 cuando Mónica y sus padres recibieron la visita de Carlos Loza, sobreviviente de la ESMA. El fue a buscar a Hernán a la Farmacia, Bety sospechó y le dijo que estaba en Córdoba. El miedo imponía ser cautelosos. Carlos volvió con otro compañero, Rodolfo Picheni, los dos junto a Oscar Repossi habían estado secuestrados con Hernán. Compartieron días en la Capuchita.

Los tres militaban en el Partido Comunista, eran delegados del gremio Ferroportuarios,  fueron secuestrados en diciembre del '76, los liberaron el día de Reyes de 1977. Compartieron con Hernán dos semanas en el infierno de la ESMA. El militante de la Juventud Peronista ya llevaba casi dos meses en el lugar y había aprendido a darse cuenta de los códigos ocultos del terror. Al levantarse la capucha comprobó que a Carlos, Rodolfo y Oscar les habían puesto capuchas blancas mientras que la dél era gris. Les dijo entonces que ellos iban a ser liberados, él, en cambio, sería trasladado, la expresión que ocultaba la desaparición.

Los tres se dijeron que si sobrevivían y tenían hijos varones le pondrían Hernán. En noviembre de 1978, Rodolfo y Nora, nombraron Mariano Hernán a su hijo. Un año después, nació Matías Hernán , hijo de Oscar y Adriana. En julio de 1992, Carlos y Elba, tuvieron a Hernán Daniel. 

"Fue tan emocionante, él me contó que había estado con Hernán que habían sido muy compañeros. Hasta el día de hoy somos muy amigos con Carlitos. Carlos dice que Hernán le dio esperanzas de salir", comenta Bety. Carlos Loza es un testigo preciso, inclaudicable en los juicios por delitos de lesa humanidad. Cada jueves acompaña la ronda de las Madres en Plaza de Mayo y es un hermano más en la familia Abriata. A fines de 2012, Rodolfo Picheni, se quitó la vida, no pudo superar la depresión que lo horadaba. Dejó una nota en la que pedía disculpas y se llamó a sí mismo: "el 30.001".

Volver a empezar

Sandoval intentó todo para evitar la extradición. Se había radicado en Francia apenas comenzó la democracia en la Argentina. Logró mimetizarse en el mundo académico y en 1997 consiguió la ciudadanía francesa. Mónica detalla que "este juicio de extradición pasó dos veces por Corte de Casación, dos veces por Apelación, por el Tribunal Superior en Versalles, de ahí volvió a París en 2018, el primer ministro Edouard Philippe firmó el trámite y pasó al Consejo de Estado. La defensa de Sandoval decía que era anticonstitucional, cuestionó la firma de Philippe, de agosto a febrero de 2019 se revisaron todos los procedimientos y el Consejo de Estado decidió que pasara al Consejo Constitucional de nuevo. Lo detuvieron el 11 de diciembre. La semana previa la defensa intentó el último recurso: interpuso un planteo  en la Corte de Derechos Humanos de Estrasburgo, se lo rechazaron. Era evidente la protección que tenía".

Bety, Mónica, Laura y Juliana, dicen al unísono: "Esperamos que sea juzgado por todos los casos, hay muchos estudiantes secuestrados y desaparecidos por ese grupo de tareas. Queremos que tenga todas las garantías constitucionales que no tuvieron nuestros 30 mil".

Como primer acto de defensa Mario "Churrasco" Sandoval se negó a declarar y su defensor pidió la prisión domiciliaria porque el represor de 66 años dice que "está deprimido". La familia Abriata sabe que va a seguir apelando a toda clase de artimañas.

Sandoval siguió actuando y operando a través de un blog en el que denuncia a las víctimas del terrorismo de Estado y se queja por ser difamado. Estas mujeres que nunca han claudicado en su lucha señalan: " Estamos en una nueva etapa donde empieza un nuevo juicio con un montón de implicancias para nosotros en relación a que la Justicia no ha cambiado tanto. Hoy en día en el juicio a la ESMA, el 50 por ciento de los genocidas está con prisión domiciliaria. ESMA 4 no termina de formarse. Confiamos mucho en el discurso de Alberto Fernández cuando dijo Nunca más es Nunca más. Esa palabra es nuestra también, Nunca Más".

Laura y Juliana se mantuvieron en un segundo plano en la charla con Bety y Mónica y al final confesaron: "Es un paso más, Sandoval está acá recién para empezar a ser juzgado. Nosotros vamos por la justicia, podía no haber sido, hace ocho años que estamos detrás de la extradición. Hasta el día que llegó no lo creíamos. Preservamos nuestra emoción".