En un artículo anterior en Página/12, reclamábamos -entre otras cuestiones- la reinstauración en la órbita del ministerio de Agricultura de la Nación, de la vieja y útil, dirección de Economía Rural y Estadisticas, que fundara don Emilio Lahitte a fines del siglo XIX. Que el Estado cuente con pesquisa propia y veraz, para los adoradores del mercado es todo un problema, pues los delata. Por eso, la desactivaron y tercerizan la provisión de “datos” en las Bolsa de Comercio de Rosario y Buenos Aires, o los múltiples think tank que generosa e interesadamente financian las compañías que se dedican a los agronegocios. Estas son las fuentes de información que hoy auxilian al Estado y a los gremialistas agrarios. Fiabilidad más que dudosa, y siempre orientada en consonancia con sus intereses comerciales. 

Para el campo nacional y popular es totalmente distinto. Las estadísticas y los censos públicos son la única fuente proveedora de fundamentos, tanto para la gestión de gobierno, como para el debate ideológico sobre el modelos de desarrollo agrícola del país. ¿Cómo vamos a gobernar, con solo información que provee una de las partes interesadas y sobre las que tenemos que actuar? 

Los libres mercadistas deslegitiman estos instrumentos, que suelen poner en la luz pública los obscenos grados de concentración y ganancias que tienen. Entonces, para que quieren estadistas públicas, si encima que los delatan no las usan, porque según ellos la mano invisible del mercado lo resuelve todo. Para un gobierno popular, la cosa es distinta, son una carta de navegación indispensable para operar sobre la realidad.

Pero la provisión de datos y estadísticas privadas sirven para otros menesteres, menos “científicos”, como por ejemplo para operar políticamente contra los gobiernos populares, tergiversando decisiones, ocultando datos, o propalando falsas alarmas. Veamos: el editorialista de La Nación publica que “entre los innumerables trabajos que se dieron a conocer en los últimos días se destaca el de la gerencia de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires para la campaña 2020/21, cuando estén en vigencia a pleno la suba decidida el sábado pasado mas la aplicación de los incrementos autorizados por el Congreso” (suplemento campo de La Nación, 21/12/2019, pág. 2). Veinticuatro horas antes de que este sancionada la norma, cuando ni los legisladores oficialistas sabían cómo iba a terminar la negociación, ellos ya sabían lo que van a sembrar la parte agrícola de los 250.000 productores que están registrado, según el Censo el 2018. ¿Qué tal?

Pero hay más detalle: “La reducción del área sembrada seria de 845.000 hectáreas y la producción caería en 4.100.000 toneladas respecto del ciclo 2019/2020, para lo seis principales cultivos”. ¡Más precisión anticipatoria imposible! Incluyen además datos de kilogramos y área sembrada. Sería bueno saber sobre qué base científica hicieron esos cálculos, teniendo en cuenta que son publicados a menos de un día de sancionada la norma. 

Los cálculos no son solo sobre área sembrada global o un solo cultivo, sino que son sobre los seis principales cultivos. No sólo cuantifican la merma, sino que además adelantan donde se va a producir: “Aproximadamente un cuarto de la caída sería explicada por los rendimientos, debido a menor inversión tecnológica, mientras que tres cuarto restante corresponden a las disminuciones de áreas”.

Como se darán cuenta es pura sanata orientada a llenarle la cabeza a una parte de la dirigencia agraria, y productores en general, que no escuchan ni ven por otros ojos que no sean esos. La mejor forma de tergiversar la realidad agropecuaria es ocultando “sus números”.

Cuando los develemos se podrá apreciar el obsceno nivel de concentración de tierras y rentas que existe. Por eso decimos que “no todo el campo es lo mismo” y que la segmentación es clave

Cuanto más un gobierno diferencia a sus productores por el tamaño de sus explotaciones, más progresista es. La actividad agropecuaria se realiza sobre una plataforma llamada: suelo, de la cual dependemos los 44 millones de argentinos y que está en manos de un reducidísimo números de personas físicas y jurídicas, que son los terratenientes u oligarcas. Ellos tienen la llave de tres cuestiones claves e insustituibles para la vida humana:: alimentos, agua y aire. Por eso decimos que el pueblo debe saber. para lo cual hay que recrear un sistema estatal, autónomo y fiable de estadísticas agropecuarias. No podemos depender de las que nos proveen organismos comerciales, al servicio de sus propios negocios. Esto es ir a comprar al almacén con el libro escrito por el almacenero.

* Ex director de Relaciones Internacionales de la Federación Agraria.