PáginaI12 En Francia

Desde París

Asediado en todas partes, tanto por la justicia como por sus propios aliados de la derecha, el candidato conservador François Fillon intentó ayer demostrar que tenía una legitimidad popular que ni los jueces, ni sus socios, ni la prensa podían disputarle. Fillon reunió unos 40 mil simpatizantes en la Plaza de Trocadero, en París, en lo que fue una demostración de fuerza que no despeja las dudas sobre la permanencia de su candidatura. La escenificación populista del representante de Los Republicanos se basó en el repertorio de la “víctima de una cacería humana”. Según Fillon, lo que se está buscando es impedir que la derecha compita en las elecciones presidenciales de abril y mayo. Al mismo tiempo que el ex primer ministro de Nicolas Sarkozy arengaba a la multitud, varios pesos pesados de la derecha cambiaban el tono y le exigían formalmente que abandonara. Fillon, sin embargo, no cambió de línea pese a que él mismo había prometido que si lo imputaban en el caso Penelopegate, así se conoce el escándalo de los puestos de trabajos ficticios de su esposa e hijos en la Asamblea Nacional, se excluiría de las elecciones. Muy por el contrario, en la Plaza de Trocadero reconoció que había cometido errores, declaró que aceptaba “la deserción asumida, sin vergüenza y también sin orgullo” de los líderes de su campo y repitió que iría “hasta el final”. Luego, en una entrevista en la televisión comunicó de manera seca y formal que no abandonaría la carrera por la presidencia. 

El ex jefe de gobierno volvió a poner en jaque a la derecha. Entre la semana pasada y este domingo, unos 300 parlamentarios y responsables políticos de centro y de derecha le retiraron su respaldo mientras que su jefe de campaña, su portavoz y el administrador de la misma decidieron no seguir. Por esa razón, en la más pura tradición bonapartista, Fillon se reunió en el Trocadero con su “pueblo”, la “Francia silenciosa”, y, desde allí, tiró del ovillo narrativo del complot contra su persona montado por la justicia, las elites y los periodistas. Su escenario es el de un hombre solo contra todos las piezas del sistema que conspiran contra él. El antaño jefe de gobierno afirma que es inocente, que nada hizo de “ilegal”, y que el calendario judicial funciona como “un asalto democrático”. 

Fillon se presenta como el abanderado de un proyecto que sólo él puede llevar hasta el poder, como la única opción capaz de restaurar los valores de una Francia conservadora contaminada desde hace décadas por la hegemonía cultural de la izquierda. Hasta la misma derecha se asombra ante la situación que se ha creado, ajena en todo a las tradiciones democráticas francesas. En un artículo hilarante, el semanario conservador Le Point escribe que se trata “de la campaña más lamentable de la Quinta República”. Para Le Point, “sólo nos falta Donald Trump”. Por más que François Fillon insista, su destino político se jugará hoy, cuando el comité político de Los Republicanos se reúna para tomar una decisión. Dos caminos se plantean: dejarlo que siga en la campaña, o activar el llamado Plan B, es decir, designar a otro candidato siguiendo la lógica de las elecciones primarias de los conservadores que ganó Fillon: si el primero no puede seguir, le corresponde al segundo, en este caso al ex primer ministro Alain Juppé, continuar con la campaña. Los últimos sondeos hechos públicos el fin de semana demuestran que, hoy, François Fillon está por debajo de la línea roja de su sócalo electoral seguro, es decir, 20% de intenciones de voto. Con un promedio de 17%, el candidato perdería la primera vuelta de la elección presidencial en beneficio del ex ministro de Economía de François Hollande, Emmanuel Macron. El diputado centrista Yves Jego constata que “la perspectiva de una eliminación en la primera vuelta del candidato único de la derecha empieza a ser muy seria”. Al final de la intervención de Fillon en el Trocadero, un diputado y ex sostén del candidato escribió un Twitter que decía: “horrendo final de campaña”. 

Las encuestas de opinión y el estado del electorado es precisamente lo que hoy evaluará el comité político de Los Republicanos, una instancia a la vez dividida entre los partidarios de Alain Juppé y del ex presidente Nicolas Sarkozy. Sin un previo acuerdo entre estos dos sectores no habrá una decisión formal. Sarkozy se opone a que Juppé remplace a Fillon, y,según los analistas, es la falta de un entendimiento entre ambos lo que ha hecho durar a Fillon. Pero la hipótesis cada vez más probable de que la derecha ni siquiera esté presente en la segunda vuelta de las presidenciales podría acelerar la negociación de un pacto entre sarkozistas y juppetistas. Si ello ocurriese, François Fillon tendría los días contados. En esta Opera política incierta donde han desaparecido los intérpretes principales -la campaña electoral, las propuestas, los debates-la única variable infalible es la calificación, para la segunda vuelta y en primera posición, de la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen. Para ella, todas las fallas del sistema son un banquete de votos servidos en bandeja.  

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