Cuántas veces escuchamos la frase “si al campo le va bien, a la Argentina le va bien”. Con esta idea que parece derivar del sentido común en un país como el nuestro, con abundantes recursos naturales, en particular en su pampa húmeda, el dinamismo del sector impulsará a la economía en su conjunto y, con ella, el bienestar de los argentinos. Este mito se ha buscado instalar más de una vez a lo largo de nuestra historia y muestra poco sustento en la realidad. 

A finales de la década del 20 se popularizó la frase “comprar a quien nos compra”, impulsada por la Sociedad Rural para fortalecer en aquel momento los lazos comerciales con Gran Bretaña. El real objetivo era proteger las exportaciones de carne bovina de las élites argentinas (con un peso menor en el ingreso de divisas de la época) a cambio de priorizar la compra de bienes manufacturados británicos que por ese entonces eran de menor calidad y/o mayor precio que los ofrecidos por EE.UU. Con un lógica similar, durante la reciente crisis con el campo en 2008, la ciudad de Buenos Aires se encontraba empapelada con carteles que insistían con esta misma idea de “El campo somos todos”, para generalizar el interés de un determinado sector económico.

En la actualidad, se vuelve a decir que la explotación de los recursos naturales del agro permitirá traccionar al resto de los sectores productivos, en particular, a sus proveedores. Sin embargo, si las inversiones del sector agropecuario potencian las importaciones en lugar de la industria nacional, el impulso que podría generar el campo se desvanece. Vale la pena destacar algunos ejemplos que, efectivamente, dan por tierra con este mito fundacional.

Entre las campañas 1990/91 y 2001/02, la producción de granos pasó de 39 a 69 millones de toneladas, es decir, creció un 78 por ciento. En simultáneo, la producción de tractores nacionales pasó de 4298 unidades en 1992 a 98 unidades en 2001 y su participación se derrumbó del 88 al 7 por ciento en el mercado total de tractores. Los años siguientes mantuvieron la tendencia creciente para la producción de granos, que se multiplicó de manera similar al período anterior (77 por ciento entre las campañas 2001/02 y 2014/15). Sin embargo, un esquema productivo diametralmente opuesto permitió recuperar la capacidad industrial –con larga tradición en la producción local de maquinaria agrícola– y los tractores nacionales producidos en 2015 alcanzaron las 4291 unidades frente a 398 importadas.

¿Qué muestran los números en 2016? La producción de tractores nacionales cerró el año con un crecimiento del 9 por ciento (5378 unidades) mientras que la importación se multiplicó por cuatro en tan sólo un año (1297 unidades). Esto implicó una pérdida de participación para la industria nacional de tractores de 12 puntos porcentuales. Esta dinámica se acentuó en el cuarto trimestre de 2016, en el cual las importaciones de tractores se multiplicaron por 10 frente a una caída interanual de 18 por ciento para la maquinaria nacional.

Un fenómeno similar se observa en el sector de agroquímicos, en particular en el de fitosanitarios. En este subsector, Argentina está en condiciones de abastecer el consumo de herbicidas a través de su entramado industrial formado por empresas de diversos tamaños, tanto de capital nacional como multinacionales. En el período enero-octubre de 2016, las importaciones de herbicidas crecieron 44 por ciento en comparación con el año anterior, poniendo en riesgo la producción de varias empresas del sector –esto generó, en el mes de octubre, la inclusión de las posiciones de herbicidas en el listado de Licencias No Automáticas (LNA).

En síntesis, debemos desterrar la idea de que una mejor performance en la producción agrícola potencia automáticamente la actividad industrial de sus proveedores. El agro sólo tracciona al resto de los sectores cuando hay un marco económico y productivo que lo permite. Esto es importante ya que, a modo de ejemplo, Finlandia no se convirtió en un país desarrollado por contar con recursos forestales, sino por desplegar la tecnología que requiere la explotación de dichos recursos naturales. Sólo impulsando la producción nacional podremos potenciar realmente las oportunidades que nos brinda el campo para la consolidación de un país pujante que incluya a todos los argentinos.

* Directora de Radar Consultora -  Ex subsecretaria de Comercio Exterior.