En joggineta y zapatillas, gorrita negra en la cabeza y monopatín en mano, Ariel Winograd parece cualquier cosa menos un cineasta consagrado. A los ojos de los numerosos transeúntes que hacen deporte por Avenida Del Libertador en el instante en el que el Sol y la Luna conviven armoniosamente en el cielo, Winograd probablemente pasaría como un cadete, un estudiante, un empleado y hasta un comerciante. Pocos dirían que se trata del director de cine que en la última década y media encabezó la renovación de la comedia argentina con películas como Cara de queso, Mi primera boda, Vino para robar, Sin hijos o la más clásica -y también más taquillera- Mamá se fue de viaje. Mucho menos dirían que es el hombre que está detrás de El robo del siglo, la megaproducción que recrea el asalto al Banco Río de Acassuso en el que los delincuentes simularon una toma de rehenes para escaparse en gomones por el túnel fluvial con millones de dólares y joyas en su poder. La película llegará mañana jueves a la cartelera y se constituirá en el primer gran estreno del cine argentino 2020.

"Es una gran producción pero indefectiblemente muy argentina", afirma el director en la entrevista con Página/12. Protagonizada por Guillermo Francella, Diego Peretti, Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento, El robo del siglo hace honor a la expresión "de película" que acompañó a las crónicas sobre ese famoso asalto perpetrado el 13 de enero de 2006, al que muchos definieron como el "robo perfecto". Sin un género definido, coqueteando todo el tiempo entre el thriller policial y la comedia, la película asume el tono de "aventura romántica" para contar la génesis, el proceso y el final de un asalto que tuvo características que lo hicieron único y que incluso logró la empatía de buena parte de la sociedad argentina.

"Pensándola desde el punto de vista del cuento, es una historia extraordinaria", subraya Winograd, mientras se reincorpora del sillón en el que está sentado, en claro gesto entusiasta. "Cuando me dieron el primer guión, me lo presentaron como un thriller, pero cuando lo leí, me di cuenta de que esta banda estaba llena de personajes espectaculares, con mucho para contar. Había muchas maneras de encarar la historia. Elegimos concentrar la trama en contar el robo y desarrollar un poco algunos personajes. Pero tranquilamente podría ser una serie de 12 capítulos de una hora, desarrollando el robo conjuntamente con la personalidad de cada personaje. En la peli, el desafío era contar el robo, mostrar todo lo que hicieron estos tipos", explica el director, que el lunes comenzará a rodar su nueva película (ver abajo).

-¿De entrada tuviste en claro cómo contar el robo?

-No. Fue un proceso. Lo que sí todos sabíamos es que no era una película normal. En el sentido de que una película normal puede tener entre tres o cuatro días infernales sobre un rodaje de seis semanas. En El robo del siglo todos los días había un quilombo. En el guión, por ejemplo, decían que se escapaban por el túnel. ¿Cómo contar el escape por el túnel? Había mil maneras de hacerlo. ¿Los metemos a todos personajes adentro de un viaducto y que pase lo que pase, o había que construir un túnel en un set, como finalmente hicimos? Después, tuvimos que elevar un metro y medio de altura el piso con agua para que entren los gomones y el motor pueda funcionar. El público no se va a dar cuenta del quilombo que fue filmar esta película. Es una película que tiene esa cosa estadounidense de cine de aventura. Lo mismo pasó con el banco, que no existe más: hubo que encontrar un local vacío, en una esquina y que tuviera la característica de Avenida del Libertador en Acassuso. ¡Y la alcantarilla! ¡Había que encontrar una! Encima, Libertador es una ruta nacional, por lo que no se puede cortar durante un tiempo... Al final, grabamos en Semana Santa, con cortes intermitentes y ayuda de personal de tránsito y vialidad. De hecho, a lo largo del rodaje de las escenas en el banco hubo cuatro choques de mirones que se reventaron por ver la filmación. Fue una linda locura.

-Otra cosa extraña habrá sido que uno de los guionistas fuera Fernando Araujo, nada más y nada menos que el ideólogo del robo, y que en la película interpreta Peretti. ¿Cómo resultó ese aspecto?

-Ese no es un detalle menor. Fernando estaba en el rodaje viendo absolutamente todo, viendo cómo Peretti hacía de él. Eso ayudó mucho porque teníamos de primera mano lo que había sucedido. Fue muy respetuoso. El Grupo Halcón nos dio también cierto asesoramiento. Tuve la suerte de trabajar en el 2005 en Un plan perfecto, de Spike Lee, y recuerdo que él siempre tenía sus asesores de cada rubro; sobre cómo manipular un arma, por ejemplo. Esos detalles que muchos no perciben al momento de ver la peli, estuvieron todo el tiempo presentes. Tuve muchos ojos en el rodaje.

-Y además de contar el robo en sí, ¿qué quisiste plasmar en la película?

-En El robo del siglo se puede ver la ambición humana, el deseo de trascendencia y el proceso de cómo una persona lleva a cabo una idea totalmente descabellada. La película cuenta el sueño de una persona buscando su destino. Es el camino de una persona, Araujo, persiguiendo su deseo. En Araujo hay elementos que muestran que lo que buscó fue mucho más que ejecutar un robo y ser un ladrón. La película expone a un hombre frente a su deseo. Y en ese punto se juega la trascendencia. ¿Era necesario robar un banco y además dejar el cartelito con la leyenda “Sin armas ni rencores, en barrio de ricachones, es solo plata y no amores”? Incluso, en el trato hacia los rehenes también se ve algo más que un simple robo a un banco. ¡Hasta le festejaron el cumpleaños a una abuela en medio de la toma de rehenes!

-En la película sobrevuela una idea romántica sobre el robo. 

-Ver el proceso de alguien que quiere llevar a cabo su sueño y que lo logra, aún cuando tiene todas las de perder, es siempre un plan sumamente atractivo. En algún punto, el robo fue concebido como una obra de teatro: tiene un actor principal que es Luis Vittete (Francella), un espectador que es el negociador Sileo (Luque) y todo un escenario que es el banco sobre Avenida del Libertador. Esa era la puesta visible, mientras tras bastidores estaba sucediendo la verdadera obra. Tiene tanto de teatral la conceopción y la ejecución del robo que, incluso, Vittete tomó clases de teatro para ejecutar el plan y poder interpretar con mayor justeza el papel de ser supuestamente uno de los ladrones de un robo express al que sorprendió la polícía mientras intentaban escapar.

-¿Acaso no hay en la película una mirada que redime a los delincuentes?

-La película no deja en ridículo a nadie. La película no tiene intenciones ni de enaltecer a algunos ni de ridiculizar a otros. No lo hace con el negociador, siquiera, o con el Grupo Halcón, porque su trabajo es que no haya víctimas. Sobre todo después de lo que había pasado en la "masacre de Ramallo", años antes. La película no se regodea en el robo, simplemente cuenta los hechos que se desprenden del expediente. Lo que luego pasó en la Justicia es otro asunto y dejamos que cada espectador saque su propia conclusión. La película se fue consolidando en la idea de contar la historia de un tipo que tiene un sueño delirante para el que convoca a un grupo de personas. Pero la película está más cerca de Los simuladores que de Rápido y furioso. Es un robo que sólo pudo haber sucedido en la Argentina.

-¿Por qué?

-No es una banda sofisticada. Tampoco es “lo atamos con alambre”, pero tiene mucho de "viveza criolla". Los personajes son muy argentinos y solucionan los problemas desde nuestra lógica. La banda se fue conformando a partir de la idea de un tipo que nunca había robado un banco. Hay algo medio italiano, algo de Los desconocidos de siempre, que termina generando una empatía de los espectadores con los personajes. Si hubiera habido una víctima, no habría dirigido la película. Hubiese sido un elemento que me habría expulsado del proyecto. Nunca hubiera filmado “la masacre de Ramallo”. Películas como El ángel o El clan trabajan con personajes más oscuros. En este caso, los personajes no tienen esa densidad. Incluso, ni siquiera fueron armados a robar sino que llevaron réplicas. Araujo está lleno de problemas existenciales, va al analista, es pintor de cuadros... Vittete sufre mucho por su relación con su hija. Una historia no es nada sin los personajes. A mí me interesó contar la historia de esos personajes.

-Un desafío habrá sido contar una historia que muchos ya conocen y que algunos no tienen tan presente. ¿Cómo resolviste ese dilema narrativo?

-La clave de la película siempre fue la de generar tensión, aunque uno ya sepa qué pasó, a groso modo. En ese punto, fue tan importante la forma narrativa como el desenlace. El trabajo de montaje fue fundamental, para jugar con el ritmo narrativo. Hubo mucho material filmado para generar esa tensión. Es raro. Antes de empezar el rodaje fuimos al túnel y nos metimos con las botas miles de metros, viendo la oscuridad, sintiendo los olores, con peces que te pasan por entre las patas, en un ambiente muy sórdido... Estos tipos estuvieron más de un año trabajando todos los días para hacer el túnel y el boquete. Cuando ves todo eso, podés incluso pensar que es una película inverosímil desde la ficción pero real desde los hechos. Si el robo no hubiera ocurrido, la película sería absolutamente inverosímil. Esa verosimilitud de lo inverosímil vuelve todo muy argentino. Ningún estudio en el mundo la hubiera aprobado si sólo fuese una ficción. 

-Venías trabajando prolíficamente en la comedia, pero El robo del siglo tiene un registro que se corre del género. ¿Fue una búsqueda personal o la lógica consecuencia de un proyecto con estas características?

-Siempre voy a reivindicar la comedia. Es un género hermoso, complejo y que permite abordarlo desde muy distintas maneras. Desde Mamá se fue de viaje, que es la comedia más pura pop corn para toda la familia, a Cara de queso, que es mucho más negra. En esta película, lo que buscamos es imprimirle un tono que transita entre la frontera de lo serio, pues el robo existió, y la de lo ficcional, a partir de la personalidad de personajes muy humanos, muy cercanos. La inspiración del hecho real le da verosimilitud al robo pero también a esas personalidades que podrían creerse ficcionales. No tuve que inventar algo de comedia porque la dirigía yo, porque estaba Francella o Peretti. Los propios ladrones tenían facetas cómicas, muy graciosas. Uno ve reportajes a Vittete y no puede creer su histrionismo, su capacidad para el chamuyo, el "entre" que tienen los personajes. La comedia surge por las formas de ser de los personajes, dentro de una historia de cierta tensión. No había que caer en la caricatura, tampoco.    

-¿Cómo jugó en tu cabeza el hecho de contar una historia inspirada en un hecho real y que tuvo enorme repercusión pública?

-No fue un problema ni me generó algún tipo de presión distinta. No fueron elementos inhibidores, ni la realidad ni la gran producción. Cuando filmo, entro en un tubo y voy para adelante. Lo que sentí en el proceso es que cuando la gente me preguntaba sobre en qué estaba trabajando y les contaba que era sobre el robo al Banco Río, todos sabían de qué se trataba, se entusiasmaban y querían saber más. Una vez, fui a buscar a mi hija a la casa de una amiga en un barrio privado, y cuando le di el documento al guardia, vio mi nombre y me preguntó sobre cómo iba con la película "del Banco Río". Nunca me pasó algo así. Se nota que el robo causa una fascinación enorme en la sociedad argentina.

 

Una dramedy sobre la paternidad

Como si protagonizara una película de larga duración, Winograd no para de filmar, pese a tener sólo 42 años, y formar parte de la siempre compleja e inestable industria cinematográfica argentina. De hecho, poco podrá disfrutar el esperado estreno de El robo del siglo, ya que el lunes próximo volverá al set para comenzar a rodar una nueva película. Protagonizada por Leonardo Sbaraglia, Hoy se arregla el mundo abordará la temática de la paternidad, a partir del vínculo entre un papá y su hijo de 10 años. "Es una comedia emocional, en la que un padre se entera de que no es el padre de su hijo, con quién mantiene una relación distante, y decide ayudarlo a encontrar al verdadero. Es una viaje emocional muy tierno, a la vez que divertido", adelanta Winograd sobre el film, que tiene fecha de estreno para el 13 de agosto. Ademas de Sbaraglia, Natalia Oreiro, Luis Luque, Soledad Silveyra, Martín Piroyansky, Gerardo Romano y Gabriel Corrado forman parte del elenco del film cuyo guión es de Mariano Vera y producido por Patagonik, el mismo equipo con el que hizo Sin hijos y Mamá se fue de viaje. "Es un dramedy, un viaje entre dos que no terminan de encontrarse y que tiene uno de los finales más lindos que leí", confiesa el director.

Egresado de la Universidad del Cine, Winograd reflexiona sobre la situación del cine argentino y las dificultades que afronta el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa): "Tenemos un instituto con recursos propios impresionante, que es modelo en el mundo. Creo que lo que nos falta es que haya más conexión del cine argentino con el público, en el sentido de que hay películas muy buenas que no terminan de conectar con los espectadores. No es culpa de algo o de alguien sino de un modelo de difusión y exhibición que debe ser más específico y pensarse en función de cada película. No sólo puede sino que debe haber películas de nicho capaces de estar en cartelera durante meses, encontrando y sumando cada vez más público. Las buenas intenciones es una hermosa película, por ejemplo. Cara de queso se estrenó en 2006 con 17 copias e hizo 60 mil espectadores. Me parece que hay que pensar una estrategia conjunta entre todos los actores, desde el Incaa y las salas hasta los productores, para cada película en específico. Tenemos que preguntarnos cómo podemos hacer para que más gente vea nuestras películas".