El relanzamiento de Precios Cuidados generó diversas críticas. El ex funcionario macrista Luciano Cohan indicó que “Precios Cuidados nunca sirvió, ni cuando lo creó el kirchnerismo ni cuando lo siguió el macrismo”. Por su parte, el ultra ortodoxo José Luis Espert ironizó señalando que “así se bajan los precios, metiendo miedo, vigilando, supervisando, monitoreando”. “Eso de dejar de emitir y generar confianza es sólo para retrasados”, admitió, finalmente, el ex candidato presidencial menos votado en la última elección. Por su parte, la inclusión de gaseosas y bebidas alcohólicas generó críticas en redes sociales y en algunos medios.

Las críticas de Cohan y Espert se sustentan en el concepto ortodoxo de que la inflación es un fenómeno monetario y, por lo tanto, intentar controlar los precios es atacar los síntomas y no la enfermedad. 

Esa concepción nada aprendió del reciente fracaso de Macri y el FMI intentando combatir la inflación mediante una política de emisión cero, que resultó en los mayores aumentos de precios de las últimas décadas. Además, la política de Precios Cuidados no es una política contra la inflación, sino una de generación de precios de referencia.

Las visiones ortodoxas se apoyan en imaginarios mercados competitivos para indicar que los precios de libre mercado son aquellos que garantizan la mayor oferta posible al menor precio. Bajo esa suposición, la intervención del Estado intentando fijar precios por debajo de los de mercado sólo genera que los productores retiren sus ofertas, dando por resultado faltantes de productos en las góndolas. 

Sin embargo, los mercados oligopólicos funcionan de manera diferente. Las empresas líderes fijan un precio de referencia que les asegura una determinada ganancia oligopólica, y las demás empresas fijan sus precios de acuerdo a esa referencia.

En ese contexto, Precios Cuidados busca quitarle a las firmas líderes la capacidad de fijar precios de referencias, otorgándole al Estado dicho poder de mercado. El objetivo es que el precio de referencia generado por el Estado sea menor que el que imponía la firma líder, de manera de abaratar los productos alimenticios. Como el precio de referencia oligopólico se encuentra por arriba de los costos de producción, su reducción hasta cierto nivel no implica que las firmas dejen de tener rentabilidad. De esa manera, no debería haber faltantes en las góndolas salvo por la decisión política de alguna firma de boicotear una política que les resta poder. Aún en ese caso, dado que los Precios Cuidados son rentables, corre el riesgo de que un competidor ocupe el lugar abandonado por la firma líder.

Por último las críticas a la inclusión de gaseosas y bebidas alcohólicas abren la puerta a si una política de regulación de precios debe limitarse a ello - tal como parecen creer los funcionarios de Economía que la relanzaron-, o debe extenderse a abarcar cuestiones de salud y adicciones. Un debate que debe ser estimulado en lugar de enfrentarlo generando falsas grietas.

@AndresAsiain