“La composición de estas canciones me agarró con todo el proceso de emigrar; un proceso de mucha desidentificación, mucha muerte en mucho sentido, atravesadas por cuestiones físicas medio densas”, dice Loli Molina acerca de la creación de los diez temas que integran su disco Lo azul sobre mí. “Tomé envión para hacer el quiebre de mucho agotamiento. Me gustó y me pareció un desafío interesante obligarme a vivir esta ruptura con mi entorno, mi historia, con mi identificación. Fue como si yo misma me generara un movimiento sísmico. Este disco también es un movimiento sísmico en mi manera de componer, de mostrarme al mundo. Supongo que así siento que estoy viva”, resuelve la cantante, guitarrista, compositora, productora y artista visual radicada en México. La oportunidad más cercana para ver en vivo a Molina es en el concierto gratuito que dará hoy sábado a las 18 en la Plaza Mitre de Villa Ballester

Producido por Hernán Hecht, su pareja, el cuarto trabajo de Molina es una obra profunda como exquisita, que indaga en la muerte como concepto. Con las participaciones de Juan Quintero, con quien ya había compartido escenarios, y Álvaro Ruiz, el disco también cuenta con una versión de Martín, de Edgardo Cardozo, “una canción increíble”, que Molina grabó antes de que el autor la incluyera en su también último trabajo Las canciones del muerto.

La instrumentación de Lo azul sobre mí es minimalista, permitiendo a la artista lucirse en la guitarra española y en la voz. Se acompaña de un pulido cuarteto de cuerdas con arreglos de Ramiro Flores, con quien ya había trabajado en su disco anterior, Rubí, y a quien la cantante le encomendó: “No quiero que escribas lindo, necesito que escribas casi feo, en el borde, que los arreglos tengan un poco de riesgo”. La imagen que la música tuvo fue la de nadar sola en el mar de noche, algo que puede ser hermoso pero también aterrador. “El sonido para nosotros era algo muy importante, no nos interesaba una cosa súper producida, súper toqueteada, queríamos que fuera como la realidad. Es eso que está sonando, no hay trucos”, dice la música desde su casa en Ciudad de México.

Únicamente en la plataforma Bandcamp se incluye el track número 11, "Ouróboros", un poema que encierra el concepto del ciclo sin fin de la vida y la muerte, simbolizado por la serpiente que se come su propia cola. “Le pusimos música con Álvaro (Ruiz), un cantante andaluz increíble, y justamente está la cuestión de estar en el limbo. Si vos le das click al disco y vuelve a empezar, marca un poco ese momento que se supone que no estamos ni en un lado ni en otro”, explica la compositora.

Así, el álbum comienza nuevamente con "Fantasma", una canción que plantea el no ser nada, “sólo parte del aire”. Todas las canciones son parejas en sonido y forma, aunque "Tigres" se destaca, seguida por "Si algo se pierde en ese movimiento", una canción que interpela a la mujer, y que fue lanzada junto a un video grabado en Morelos, México. “Es un río muy cristalino que está muy cerquita de la ciudad, y fuimos con una amiga mexicana, María Paula Martínez, fotógrafa y documentalista. Ella va al medio del mar a filmar a los tiburones, así que estaba con su traje de neoprene y yo casi me muero del congelamiento, pero estuvo hermoso", recuerda Molina.

"Realmente quería que todo lo visual que acompañe el disco tenga su sentido -sigue la cantautora-. Es una época en que cada lanzamiento tiene su tapa, su video, su no se qué, y esto es medio como un McDonald’s; entonces dije "si vamos a hacer un video, que sea algo poético, que se sostenga solo". Si apagás la música, igual podés disfrutar con ese agua, esos peces. En ese sentido, estoy muy contenta porque le pusimos mucha cabeza y también corazón. Quería hacer algo que realmente fuera poético porque  creo que eso es lo único que nos va a salvar de la locura que estamos viviendo”, dice.

-Con Rubí alcanzaste una cumbre en tu carrera. ¿Lo azul sobre mí trasciende ese disco?

-Sí, re. En cuanto a composición, interpretación, contenido poético y búsqueda, creo que está varios escalones más arriba en algunos sentidos. Está bueno porque voy creciendo, cambiando y aprendiendo cosas. Un artista se permite que su obra mute y mostrarse de otra forma. Esto es lo que soy ahora porque cambié. Me parece que no hay que quedarse en un lugar porque funcionó. Me puse muchas restricciones sobre qué cosas no quería decir, qué temas no quería tocar. Fue un poco eso, hecho desde una trinchera.

-¿Por qué el tema principal es la muerte?

-Creo que lo principal que me mueve, y es un tema universal, es que todos tenemos miedo de morirnos, todos tenemos miedo del fin de las cosas. La muerte no es sólo la muerte física sino que también es la muerte de una identidad, la muerte de los hábitos, de la forma, y ahí hay algo que me resultó muy liberador. Todas las formas de la disolución. ¿Qué pasa, qué hay al final si yo me permito disolver mi identidad, la forma en que me relacioné con mi trabajo? Y así desde cuestiones muy literales, desde pensar qué pasa si me muero, qué pasa si desaparece mi cuerpo, qué pasa si se apaga, si muere mi sanidad mental. Fueron muchas maneras de mirar eso y es un tema que en general no se aborda con belleza porque es un tema difíciles. Quería abordar esta cuestión de la muerte y la destrucción de la una manera poética, bella, y el disco es esa búsqueda.

-¿Qué es “lo azul” que nombra al álbum?

-Bueno, en el caso literal de esa canción, de la que el disco toma nombre, es un poco la muerte, de la presión de la inmensidad sobre uno. También el título tiene una cosa ambigua y se podría leer como las cosas que son azules acerca de mí; todo lo azul tiene esa cosa arraigada al blues, es muy común, tiene una lectura que me habla, me dice cosas. Puede ser el cielo, puede ser el mar... Hay una película q se llama Big Fish & Begonia, en esa película el mar está arriba; el cielo es el mar, entonces cuando ellos quieren ir al otro mundo tienen que pasar por el mar primero. Tengo muchas imágenes juntas.

-Hay una conexión con el agua en tu obra desde que te fuiste a vivir a México, como el videopoema "Esto es un milagro", grabado en el mar. ¿Mutó tu forma de componer a partir del cambio de país, del entorno?

-Sí. Además, los últimos cuatro años fueron años de viajar muchísimo, no sólo de estar acá, sino todas las experiencias de estar moviéndome mucho por muchos lugares. Por ejemplo, "Frontera" la escribí estando en Tijuana, en esa situación tan loca del paso fronterizo más transitado del mundo, que a la vez es el desierto. Y viajar -sobre todo viajar sola, como lo hago mucho- me pone en contacto con los paisajes, con la inmensidad. Mi relación con el mar es extraña porque lo quiero mucho, le tengo mucho respeto y también me aterra, me parece que es hermoso. El disco, creo, tiene mucho de intentar agarrar la inmensidad de esas cosas tan abstractas, tan grandes, y ponerlas en palabras. Quería hablar sobre eso. ¿Cómo hago para hablar de esas cosas que ni siquiera se pueden nombrar? Si le pusiera un nombre, le quedaría chico.