Un grupo de padres y madres acuerdan expulsar a un chico que comparte el aula con sus hijos y que tiene síndrome de Asperger, en complicidad con la directora de la institución. Ese es el disparador que encontró el dramaturgo Matías del Federico para escribir su nueva obra ParaAnormales, luego de encontrarse con un chat real donde adultos festejaban como una hazaña el acto de exclusión. A la escritura, y también a la dirección, se sumó Daniel Veronese, y el equipo se completó con un potente elenco integrado por Paola Barrientos, Marina Bellati, Laura Cymer, María Figueras, Carlos Portaluppi y Gonzalo Suárez.

Con la premisa de concientizar sobre la discriminación, y con el desafío de abordar la temática en clave de comedia, la obra reúne a seis personajes expuestos a la frivolidad y a la falta de empatía. La acción comienza en el living de la casa de Olga (Barrientos), maestra y directora con larga trayectoria pedagógica que recibe a Manuela (Figueras) y Lucas (Suárez) y a Sara (Bellati) y Rodrigo (Portaluppi), dos parejas preocupadas por los problemas de conducta de Franco, un chico de sólo nueve años, quien comparte el aula de 4º B junto con sus hijos. La decisión de echarlo ya está tomada, y aún falta comunicarle la noticia a Verónica (Cymer), la mamá. Pero cuando ella confirme sus sospechas y la expulsión sea inminente, unas fuerzas paranormales aparecerán para alterar esa energía.

A Paola Barrientos y a Carlos Portaluppi les atrajo la idea de abordar un tema “complejo e incómodo”, pero además que el material fuera escrito por una pluma local. “Hay ciertas cosas identitarias de nuestra propia cultura que se pierden con las obras que vienen de afuera. En cambio, un autor nacional tiene una mirada mucho más cercana a las problemáticas que decide abordar, no sólo en las palabras que se dicen sino también en la representación social de lo que se cuenta. Además, la historia tiene un humor que tiene que ver conmigo”, señala Barrientos. “En esta obra, hablamos de nosotros mismos, con conocimiento de causa”, agrega al respecto Portaluppi.

Ambos componen personajes que oscilan entre el patetismo y la miserabilidad de sus conductas. “Olga es una señora grande con un universo new age berreta e hipócrita, que está muy bien en su trabajo y no quiere problemas. Es alguien que no discute con nadie, y que va a estar de acuerdo con cualquier planteo que se le haga. De hecho, arma la reunión en su propia casa para que el problema lo resuelvan los padres, como si armara un ring de batalla para tirarlos adentro y que entre ellos se saquen los ojos”, describe la actriz, que asegura haberse inspirado en una directora de escuela que ella misma conoció. Portaluppi, por su parte, califica a Rodrigo como un “tipo tradicionalista” y “un padre de familia y buen esposo que tiene cierto poder económico y hace valer esa posición social porque se siente prácticamente dueño del colegio”.

- ¿Fue una dificultad abordar desde la actuación esta temática a través del humor?

Carlos Portaluppi: - El humor que tiene esta obra es muy negro, muy agresivo e incisivo. Y desde ese lado nos ha costado. Pero ocurre que es tan cruel lo que se dice que termina generando humor, y nos hemos tentado mucho en los ensayos sacando lo peor de cada uno. Porque son situaciones que no podemos creer que sucedan. Hay ahí un nervio que activa el músculo de la risa, y pasa algo similar con los espectadores que están viniendo a ver la obra, que se ríen y en un momento se quedan pensando sobre el porqué de esa risa. Pero el humor no es algo que sea buscado, sino que está implícito en el texto, porque Matías es un autor que maneja mucho el humor y lo encuentra hasta en las situaciones trágicas.

Paola Barrientos: - A mí el humor me resulta un canal habilitador para la comunicación, para poder decir y oír, en escena y en la vida. Me parece que nosotros acá cargamos las tintas sobre la hipocresía y las miserias de estos personajes. El niño excluido tiene síndrome de Asperger, pero ese no es el tema. El tema es qué es lo que pueden hacer o no pueden hacer quienes lo rodean, inclusive su madre. Ese síndrome es casi una excusa para encontrarnos con la verdadera dificultad que tenemos para ponernos en el lugar del otro. Y sobre eso cargamos el humor. En la obra ningún personaje se salva. Y creo que los actores tampoco, porque entendimos que el trabajo era que cada uno pudiera ampliar sus límites de aceptación. Porque todos tenemos límites más cerrados o más amplios. Y si uno está atento y abierto a examinarse, se da cuenta que está mucho más cerca de esas miserias de lo que uno mismo cree estar.

- En la obra se observa que la discriminación es algo que pertenece al mundo de los adultos, y que los chicos no tienen esos prejuicios…

P.B.: - Sí, entre los chicos también hay conflictos pero los resuelven de manera natural, mientras que el mundo de los adultos empieza a estar atravesado por otras cuestiones. Hoy nos estamos dando cuenta que los pibes nos dan vuelta con una capacidad y una blandura muy diferente a la nuestra. Porque los adultos tenemos la necesidad de poner en los otros un conflicto o una culpa.

- Estos personajes, además, hacen uso del lenguaje inclusivo, pero de forma totalmente hipócrita. ¿Qué reflexión hacen sobre esto?

C.P.: - Ellos se muestran como inclusivos. Dicen una cosa, pero hacen otra. Dicen “chiques” porque así quieren demostrar que son buenas personas. Sin embargo, demuestran que en este caso están haciendo cualquier cosa, con agravantes complejos porque están discriminando a una criatura en edad escolar, de nueve años.

- ¿Por qué piensan que estos padres y madres actúan de esta manera?

C.P.: - Es difícil decirlo, porque estaríamos empezando a juzgar a nuestros personajes. Pero creo que básicamente actúan así por ignorancia, por desconocimiento y porque no se ponen en el lugar del otro. Porque no les ha tocado estar en ese lugar. Yo no tengo casos así cercanos en mi familia, pero uno conoce que existen este tipo de diagnósticos y sabe que es parte de la vida, y que las personas pueden vivir, ir a un colegio, aprender y hasta sacar mejores promedios y notas que cualquiera de los otros chicos. El tema es la aceptación y la inclusión de los chicos con estas capacidades.

P.B.: - La otra vez pensaba que cuando éramos chicos había diagnósticos que no existían. Y tampoco existía la palabra inclusión. Yo iba a una escuela pública en San Fernando donde íbamos todos los que vivíamos en el barrio. Creo que hoy en las escuelas y en el sistema educativo pasa que se hace necesario encasillar y etiquetar al conflictivo, porque eso tranquiliza. Lo necesitan los otros padres y la institución para poder pensar que no hay algo que entre todos tienen que resolver, sino que el problema lo tiene otro. Por eso en esta obra también se pone en juego el rol de las escuelas. Y en este caso se trata de una escuela privada, donde los alumnos son clientes, entonces los vínculos empiezan a tener otro sentido y otro valor.

*ParaAnormales puede verse en el Multiteatro (Corrientes 1.283) de miércoles a domingos a las 20.30 y los sábados a las 20.30 y a las 22.45.