Los prohibidos       5 puntos

Argentina, 2019.

Dirección y guion: Andrea Schellemberg.

Duración: 65 minutos.

Estreno exclusivo, todos los días a las 18.30 en el cine Incaa Gaumont.

Los prohibidos no hace buen uso de su tema. El tema son los libros que acopia la Biblioteca del Congreso de La Nación y cuya consulta fue prohibida o impedida por distintas dictaduras militares. Durante un tiempo, un grupo de experimentadas empleadas de la Biblioteca lograron sacar esos libros a la luz los días sábados, contando al público su historia, y la de su veda. Después de la asunción de Mauricio Macri y de modo más o menos misterioso, esas exposiciones dejaron de tener lugar, tras lo cual las enjundiosas bibliotecarias intentan reponerlas. El tema tiene claramente interés, y posibilidades cinematográficas. Sin embargo el documental dirigido por Andrea Schellemberg (realizadora de Palabras pendientes, 2017) es menos persistente que sus protagonistas, no decidiendo del todo qué decir, distrayéndose en episodios aleatorios y perdiendo la oportunidad de desarrollar su tema.

Los prohibidos empieza contraponiendo un discurso del ex presidente Macri, denunciando la cantidad de empleados de la Biblioteca del Congreso --se supone que desmesurada, como la de cualquier organismo estatal-- con el esforzado trabajo de hormiga de alguno/a de ese “material sobrante”, que brega básicamente por la restauración de aquellas jornadas de los sábados. La cámara sigue a tres de esas bibliotecarias de la Sala de Colecciones Especiales y sobre todo a una, cuya fotogénica pasión la convierte en favorita de la lente. Se llama Silvana Castro y en un momento cuenta de cuando, cursando el secundario en San Salvador de Jujuy, fue llevada a una comisaría y torturada, sospechada de “actividades subversivas”.

En una escena la cámara recorre los estantes de libros prohibidos, expuestos alguno de esos días sábado. Son libros de propaganda oficial del primer y segundo gobierno peronistas, y también Diarios de motocicleta, de un viajero llamado Ernesto Guevara. Pero allí aparecen también, entre otros, los Cuentos completos de Roberto Arlt. Las dictaduras, como se sabe, no tienen tiempo para sutilezas. En otra escena, una mujer no vidente lee, en voz alta, un pasaje de una edición en braille de Mi mensaje, de Eva Duarte. Son ejemplos acertados de cómo tratar el material a lo ancho. También se lo podría hacer “a lo hondo”, contando un poco más sobre esas reuniones abortadas e incluyendo anécdotas de color, así como consignando con algo más de detalle cuáles son esos libros prohibidos de los que se supone habla la película, mostrándolos más, leyendo más fragmentos. En lugar de eso se dedica tiempo precioso (el documental dura sólo 65 minutos) al debate de 2017 en el Congreso sobre la reforma previsional. O a las técnicas de conservación del mobiliario del Congreso. O a un incomprensible paneo a través de noticieros y programas periodísticos de televisión.