Nuestro referente umbilical no apunta solamente a la analogía entre la formulación lacaniana de la metáfora paterna y las representaciones plásticas de Adán. (¿Éste tenía o no ombligo?). El primero en apelar a esa referencia es Freud, nada menos que en el curso de análisis del paradigmático sueño de la inyección de Irma. Allí dice que “todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es insondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido (Unerkannten)”, y más adelante agrega: “Aún en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco han hecho otras contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido. Los pensamientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura alguna y desbordar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar más espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueño como el hongo en el micelio”.

Lacan, por su parte, se explaya al respecto una sola vez, a partir de una pregunta sobre lo Unerkannte en Freud, planteada por Ritter. Éste señala que el ombligo del sueño es el punto donde su sentido se detiene al borde de lo Unerkannte. El sueño se monta sobre él cual Mefistófeles sobre el tonel de vino. ¿Hay allí “un real no simbolizado”, pregunta Ritter, frente al cual el sueño no puede sino detenerse?, ¿de qué real se trata?, ¿es lo real pulsional? ¿y cómo se relaciona ese real con el deseo que, según Freud, surge de ese ombligo como un hongo? Lacan le responde que lo Unerkannte es un real, sí, pero no el pulsional (que es la constancia de lo que pasa por un agujero), sino más bien un estigma -así como el ombligo corporal es huella del lazo con la madre- relacionado con lo Urverdrängt, lo primordialmente reprimido, que es inefable por estar en la raíz misma del lenguaje. No es algo que en algún momento haya tenido un carácter distinto y que luego el yo haya reprimido, sino algo que se reprime y así constituye al sujeto -en consonancia con la “insondable decisión del ser” postulada por Lacan.

*Autor del libro “Ombligos. Desbricolaje del padre” (Grama). Fragmento. Pág. 19.