El interrogante base del feminismo de los últimos años, que busca respuesta tanto en el periodismo como en tesis de doctorado, películas y memes de Sailor Moon, parece ser: ¿qué es eso que define a una chica? Una problemática que atañe al lenguaje y, por lo tanto, se desenvuelve en el terreno de lo simbólico. La indignación ante la cristalización del enemigo en la figura del macho blanco pasa por tomar con literalidad un conflicto que de tal no tiene nada: es literal que la mitad de la población es vulnerable y vulnerada sexual, económica y políticamente, pero las causas de que sea así son puramente simbólicas. “Lo natural” y la “fuerza física”, que justifican para algunos desde la homofobia hasta la violencia machista, se desmoronan rápidamente: el ser humano, que construye ciudades, usa ropa y –la clave– desarrolla un lenguaje simbólico, poco tiene de natural, y utiliza la palabra “animal” como insulto, pero apela a los instintos básicos cuando conviene. Así lo femenino, definido históricamente por la negación –lo no masculino, el otro, lo misterioso–, está en el auge de su lucha por definirse a sí mismo en el plano de lo simbólico. Esta definición está detrás de toda pregunta, desde por qué nos violan y nos matan hasta el aparentemente inofensivo por qué las toallitas son tan caras.

“Hoy las pibas vienen más concientizadas, es un reflejo de la sociedad. Estamos atravesando un momento de protagonismo feminista a nivel mundial: la primera movilización a Trump se la hacen las mujeres, el primer paro a Macri también. Sin dudas, es el movimiento más fuerte y transversal del momento, y es hermoso”, opina Lucía Franco, editora de Matria, un medio online de contenidos de género, responsable de difundir los videos de las denuncias de las chicas abusadas por Cristian Aldana.

La desnaturalización es una necesidad para esta otredad que primero tuvo que reconocerse como tal para avanzar en la conquista de derechos, cosa que la mitad masculina del mundo tuvo otorgada de nacimiento, como quién nace del lado correcto del muro. Hoy que ya votamos, podemos tomar anticonceptivos, usar pantalones, tener (en teoría) los mismos trabajos que un hombre y hasta ser presidentas, la lucha de la juventud se centra en desmantelar la estructura simbólica que aún oprime silenciosamente.

El Tetazo fue buen ejemplo de una lucha librada en el terreno de las imágenes: más allá de primero remitir a una igualdad de condiciones ante el calor o la comodidad, el objetivo profundo fue deconstruir el aparato simbólico que impide esa equidad. Precisamente, que el cuerpo de la mitad de la población mundial no sea cuerpo sino símbolo y que, por lo tanto, cargue connotaciones inevitables, impuestas culturalmente. Mientras que en el discurso hegemónico no hay partes del cuerpo masculino consideradas tabú excepto los genitales, el femenino –y ni hablar del que no se define femenino ni masculino– es secreto, prohibido: por lo tanto no sorprende, en un análisis psicoanalítico, que sea “exhibido”, mientras que el otro simplemente “es”; o que se “acceda” a él a través de la violencia y el saqueo.

Las redes dan una ventaja comunicacional. Adolescentes y jóvenes adultas producen contenido y decodifican los mensajes detrás de textos e imágenes 24/7, funcionando como semiólogas innatas de lo cotidiano, además de la naturalidad con la que están “en varios lugares a la vez”. Con un gif bien colocado no es necesario ser una intelectual para entender por qué las princesas de Disney reproducen un mensaje opresivo. Sigue Franco: “Con Matria queríamos un medio joven, moderno, pero para todos y todas. En la era del scroll, el periodismo visual es imprescindible y hasta obligatorio. Ahora hay que ver cómo profundizar. La frase justa, el contenido concreto, el dato desgarrador, la palabra punzante. Al scroll le damos batalla”. De más está decir que #NiUnaMenos es hija de las redes: que hashtags, memes, videos cortos y sloganes contundentes crean redes que exceden lo puramente discursivo y se vuelven herramientas de una sororidad global.

Victoria Boulay (29 años, casi licenciada en Bellas Artes) es, junto al artista visual Julio Lago, creadora de Heterotears, fanpage de Facebook donde comentarios de tinte machista u homofóbico encontrados en internet son descontextualizados y puestos dentro de memes vaporwave, de gran impacto gráfico: “La vaporwave es algo kitsch por definición, lugar en donde buscamos ubicar este tipo de pensamiento. Además, el busto romano es la cultura occidental por excelencia, simboliza el hombre occidental canónico. Así que esta estética aporta mucho simbólicamente”, explica. En una era en la que se producen imágenes compulsivamente, el empoderamiento puede empezar apropiándose de las herramientas comunicacionales.

En otro momento histórico habría sido exagerado pretender que cualquier preadolescente se instruyera leyendo a Judith Butler, Donna Haraway o Simone de Beauvoir: no así que utilicen a su favor la ventaja cognitiva que da ser nativo digital. “A través del humor podemos soltar la angustia y descontextualizar esos discursos, notándolos cada vez mas ridículos. Dentro de esa pérdida de sentido los podemos digerir, y en la respuesta se ven las ganas de establecer lazos. En las publicaciones se arman debates muy ricos que ayudan a adquirir herramientas y argumentos en un ambiente distendido”, dice Boulay. Pero ni internet es imparcial: la página es denunciada y dada de baja casi a diario, por el contrario de memes apologéticos de la violación y el asesinato vistos en grupos como Machos Asociados o Chotazo en el Obelisco, que fueron denunciados pero no así considerados lo suficientemente ofensivos para los bots de Facebook.

Por otra parte, EcoFeminita es un medio online gestionado por tres economistas, las sub-30 Violeta Guitart y Magalí Brosio, la doctora Mercedes Dalessandro y la diseñadora gráfica Agurtzane. Difunde en lenguaje claro y conciso cómo el machismo es el pilar sobre el que se fundó históricamente la economía mundial, ésa que moldea toda relación social. Imposible no necesitar un enfoque de género, si el sexo y el dinero son las variables en las que se desarrolla el poder. “Empezó para dialogar con colegas que negaban cuestiones de género, y después nos dimos cuenta de que nos interesaba acercarnos a la gente. Que no son problemas personales que te paguen menos que a tu colega varón o que el embarazo ponga en riesgo tu trabajo. Es algo sistémico: hay estadísticas, números y teorías. Y no es solo para mujeres: si sos hombre, por qué si recién nació tu hijo tenés que volver a trabajar a los dos días o por qué tenés tan naturalizado que primero tu mamá y luego tu compañera se van a hacer cargo de la casa”, desanda Brosio.

La intención de generar contenido por y para mujeres en muchos casos puede caer en su propia trampa, que es adscribir a la definición de lo femenino por oposición: una definición falocéntrica de la femeneidad. De ahí la necesidad de empoderamiento sexual para poder narrar un relato propio, y una producción cultural que se haga cargo de desarticular esta mirada unidireccional y hegemónica sobre lo sexual que acaba reproduciendo a la cultura de la violación.

Un ejemplo es Cosmopolitan, revista que en los ‘60, y gracias a su editora Helen Gurley Brown, se convirtió en revolucionaria incluyendo artículos altamente explícitos y directos sobre sexualidad y goce femeninos. No puede negársele cierto mérito en visibilizar a la mujer como ser deseante, pero perpetra el mensaje conservador, heternormativo y capitalista: ser una mujer bella, profesional, exitosa, madre, en su peso ideal pero buena cocinera, y que además es una fiera en la cama, siempre lista para satisfacer a su hombre (sí, siempre hombre).

“La mujer está sexualmente más liberada pero a su vez se está dando una dinámica de consumo en la vida sexual muy particular. Sigue la lógica de mercado: estoy liberada, entonces tengo muchas parejas sexuales, muchos y los mejores orgasmos”, coinciden las EcoFeminita. Y Violeta identifica también otra cara según la cual esta liberación es funcional al machismo, que atraviesa a chicas de cualquier clase, sector u orientación sexual: “Muchos creen que bancar el sexo libre significa el desinterés por el otro, y no. Hay que salir de la estructura mercantilista del sexo como consumo. Como el poliamor: están quienes creen que es solo coger con cualquiera, cuando en realidad tiene que ver con poder permitirse establecer vínculos afectivos con más de una persona”.

Por suerte las jóvenes feministas tienen la opción de productos culturales que comienzan a correrse de este enfoque. Girls, la serie estadounidense escrita, dirigida y protagonizada por Lena Dunham, no está liberada por completo del relato hegemónico y la repetición de ciertos arquetipos, pero no solo tiene una mirada contrahegemónica en la construcción de cuerpos sino también del sexo y el disfrute: en los primeros capítulos, por ejemplo, vemos como Hannah  (Dunham) y su chico Adam tienen un sexo lejos del considerado sexy para el relato heterosexual hegemónico. Este enfoque libera también de la cosificación del hombre a través del personaje de Adam, no encasillando su deseo al estereotipo de sexualidad masculina hetero que suele retratarse en la ficción.

Las chicas también miran más porno, y un porno en evolución, con más foco en el placer femenino. Cuenta Violeta que según las estadísticas del sitio Pornhub, en Argentina casi un 25 por ciento de sus usuarios son mujeres. Para ella, es importante no perder de vista que este porno también es atractivo para hombres, así como las mujeres también disfrutan del porno duro y tradicional que las cosifica, porque encasillar el deseo es precisamente el problema.

“La sexualidad está súper reivindicada en el feminismo actual, por ejemplo en Despentes, hoy súper leída. También en los círculos feministas se comparten cosas y experiencias relacionadas con sexo: estimulación, juguetes, porno, ¡todo! Ahí también hay sororidad. A los hombres les hablan de sexo desde chiquitos… la eyaculación, la paja. Pero incluso las chicas de nuestra generación no crecimos acostumbradas a hablar de eso. Estamos ganando un terreno que antes no teníamos”, coinciden Guitart y Brosio.

Desde ya que el feminismo de internet puede volverse volátil: las EcoFeminita creen que la formación intelectual es siempre necesaria, sobre todo para la militancia organizada: “Por ejemplo, hay muchas feministas capitalistas. Yo puedo estar con ellas en la lucha por un salario igualitario, pero en la discusión más profunda seguramente estemos enfrentadas”, dicen, aunque igual prefieren pagar el precio en pos de un feminismo realmente popular. “Si te criás en un mundo en el cual el feminismo está de moda, ya empezaste desde otro piso. Las discusiones y luchas que van a tener las próximas generaciones van a ser mucho más ricas e interesantes que las de ahora, que es 2017 y seguimos pidiendo aborto.”

La generación educada a través de imágenes y desenvuelta en la multiplicidad infinita de discursos cuenta con las herramientas cognitivas para generar nuevo lenguaje que ya no contemple como minoría a todo lo no-masculino: si mujeres, homosexuales y los cuerpos que escapan de la oposición binaria son, como diría Lennon, “los negros del mundo”, la lucha está en ir hacia una definición de “negro” que no sea la oposición de “blanco”, sino una propia, orgullosa y definida por sus propios sujetos.