Ya lo sentenció José Hernández en el Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera”. Y el indie argentino se encargó de redimir esa máxima. Sobran los ejemplos: los Valdés en su homónimo laboratorio dance, los Rial Ungaro en Perdedores Pop, los Esaín en Valle de Muñecas, los Aguilar en Morbo y Mambo o los Hirsch en Los Coming Soon. No obstante, los Vitola llevan sus proyectos por separado: Sofía está al mando de Potra y Joaquín lidera Indios. Por lo que a muchos les tarda en caer la ficha sobre el parentesco. “Me divierte que la gente se entere tarde”, señala él y resuelve: “Es más místico que le paren la oreja a las dos bandas y que luego nos relacionen”. Y su hermana agrega: “Si bien compartimos fechas de forma fortuita, está bueno que cada uno haga su historia”. Pero cuando se juntan, no sólo son uña y carne, sino un dínamo de ideas: “Estamos en contacto total. Tenemos formas de pensar muy parecidas”, explica él, con ese aire a Jared Leto. “También somos amigos”, subraya ella.

Los Vitola son universal y orgullosamente rosarinos, por más que los tres hermanos probaran suerte en Buenos Aires. El primero en venir fue el mayor, Gonzalo, violero de La Zimbabwe. Más tarde llegó Sofía, para estudiar guitarra. Y tras saborear el under en la cuna de Nebbia y Páez, Joaquín se sumó a la diáspora. “Nuestros padres nos dieron confianza y libertad en lo que hacemos”, se jacta esta rubia de ojos celestes cuya mirada evoca a la Madonna de Like a Prayer. Lo que le da pie al benjamín (seis años menor que ella y partícipe de la gestación de Potra) para compartir el álbum familiar: “Aportaron al poner la música, pero no son instrumentistas. Papá, quien conquistó a mamá haciéndose el que tocaba la batería, siempre bromea con que ‘aún estamos buscando al padre’. Incluso le regalamos un teclado que, al no usarlo, lo tomé yo. Hoy es el instrumento con el que conecto”. No obstante, la introducción del hecho musical en la vida del vocalista de Indios se la debe a su hermana: “Ella es la génesis de lo que soy: me dio un canal claro, fácil y nutritivo”.

Pese a que pasaron muchos años desde que jugaron a la música en el living de casa, cuando escuchaban la banda de sonido de Aladino, Sofía y Joaquín aún sienten lo mismo cada vez que un escenario los reúne. “Para mí es un lugar muy hogareño”, afirma la cantante y guitarrista, quien antes de aceitar su flamante proyecto incursionó en el jazz y luego en el pop con el grupo Lavial.

El tiempo llevó a que Indios, que acaba de lanzar Lucidez, el primer single de su inminente segundo disco, se hiciera un lugar en el mainstream. Mientras que Potra, que editó su epónimo debut en 2016, la pelea en la autogestión: “Yo soy re independiente. Quiero que me vaya bien pero no le regalo nada a nadie”. Ambos coincidirán con sus proyectos actuales en el festival de música y gastronomía Foodsound, en el Paseo de la Costa de Vicente López: Indios tocará el sábado 11 y Potra lo hará el domingo 12.

Si bien en este yin-yang desbordan la admiración, el respeto y el amor, Sofía acapara la charla en su departamento en Olivos. Después de darse cuenta, avisa que callará un rato. “Detesto que me copie todo”, bromea Joaquín. “Nunca nos peleamos. Esto es raro. No tiene explicación. Hay buena química. Es una lástima.” Lo que la incita a romper su voto de silencio: “Sí, es una verdadera pena”.

Indios tocará el sábado 11 en FoodSound, Paseo de la Costa de Vicente López. Y Potra lo hará el domingo 12.