El 11 de febrero de 1990, Nelson Mandela dejó de ser el preso político más famoso del mundo. Ese día, el por entonces presidente de Sudáfrica, Frederik De Klerk, anunció la inmediata liberación del prisionero emblemático de la Sudáfrica del apartheid.

Había pasado 27 años en prisión, tras el Proceso de Rivonia, el juicio con el que los supremacistas blancos lo condenaron a prisión perpetua. Este martes se cumplen tres décadas de la liberación de Mandela, un hito en el camino hacia el final del apartheid con la primera elección libre en 1994, en la que la mayoría negra pudo votar y colocar al líder del Congreso Nacional Africano en la presidencia del país.

Mandela, entonces de 71 años, salió caminando de la cárcel de Victor Verster vestido de traje, de la mano de su esposa Winnie. El 2 de febrero, el gobierno reformista de De Klerk había levantado la proscripción de los partidos políticos que actuaban en la clandestinidad. 

Como preludio a su liberación, se autorizó la publicación de fotos del líder preso. Así, se pudo conocer su rostro después de casi tres décadas de encierro. "Hoy vuelvo a Soweto con alegría, pero también con tristeza al saber que todavía sufren este sistema inhumano". 

La liberación de Mandela se había consensuado con De Klerk en diciembre de 1989. El último presidente blanco de Sudáfrica había sucedido en septiembre a Pieter Botha, uno de los hombres duros del apartheid. 

Botha había sido primer ministro entre 1978 y 1984 para luego pasar a ser presidente. En ese período, su gobierno se enfrascó en la guerra de Namibia, en la que enfrentó a tropas cubanas, en medio del desprestigio mundial y el boicot que impidió el rearme del Ejército, competir en los Juegos Olímpicos y que Sudáfrica participara de los dos primeros mundiales de rugby. Esto último sería aprovechado por Mandela cuando Sudáfrica albergó la Copa del Mundo en 1995, bajo su presidencia.

La noticia de que Mandela quedaba libre recorrió el mundo, si bien era esperada por la dinámica de los hechos y el ablandamiento del régimen. En 1988, en ocasión de los 70 años de Mandela, un concierto multitudinario en el estadio de Wembley, en Londres, pidió su libertad. Para entonces, hasta Margaret Thatcher había morigerado su postura y pedía que el otrora “terrorista” dejara la cárcel.

Tras su salida de prisión, rearmó el CNA (Congreso Nacional Africano) y forjó la transición con De Klerk, en una fina operación política que les valió a ambos el Premio Nobel de la Paz en 1993.

En abril de 1994 llegó a la presidencia, apenas cuatro años después de haber dejado la cárcel y que se supieran las condiciones de su encarcelamiento, cuando durante años fue el preso 46664 en la cárcel de la isla de Robben.

La película "Invictus", de Clint Eastwood, que recrea el uso del mundial de rubgy por parte de Mandela para unir al país, recoge al comienzo la sensación de la minoría blanca. Un grupo de jóvenes rugbiers blancos entrena a pocos metros de donde unos chicos negros juegan al fúbol. Es el domingo 11 de febrero de 1990 y pasan los autos de la comitiva de Mandela recién liberado.

Los chicos negros vivan a Madiba, como se conocía cariñosamente al líder del CNA. El entrenador de los rugbiers dice: “Ahí va el terrorista Mandela. Recuerden este día, el país fue entregado a los perros”.