La organización vence. Al tiempo, que este miércoles quedó suspendido en la marea apasionada de miles de mujeres diciendo basta a todas las violencias, a los prejuicios apolillados de varones que todavía derraman la mirada viscosa sobre tetas verdes a favor del aborto, negras por el duelo cotidiano de las que no están pero empujan a la lucha, rojas anárquicas y violetas en la diversidad de una celebración colectiva, sensible y provocadora. Niñas con capitas de la Corriente Villera abrazadas por sus madres promotoras de salud comunitaria, gritando mi cuerpo es mío, una de las tantas formas de poder que amasó la movilización para enlazar complicidades con otras nenas de antifaces violetas a upa, puños pequeñísimos en alto, los sonidos de las risas apuntadas a las copas de los árboles como millones de truenitos reparando las pérdidas. Mujeres organizadas para cambiarlo todo en todas partes con las demandas a voz en cuello de trabajadoras, desempleadas, precarizadas y estudiantes, contra los ajustes de un gobierno neoliberal que intenta disciplinar desde el patriarcado y vaciar de contenidos la potencia de lo que hace tiempo es una revolución imparable. 

Universo sin machos. “Paramos, nos movilizamos y nos organizamos porque así como la violencia machista se expresa en todos los ámbitos de la sociedad también está presente en la universidad.” Lucía Figueroa dice y sostiene la necesidad de organizarse para construir un espacio institucional de contención “que asista a compañeras que hayan pasado por experiencias de violencia o abuso de docentes, de estudiantes y de otros compañeros de militancia dentro de las organizaciones que se encuentran en la universidad”. Estudiante de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y militante del Movimiento Universitario Evita (MUE), advierte además la decisión de parar “porque no se tolera” el vaciamiento de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), que en la universidad tampoco se aplica. “Un reclamo concreto que se fortalece en este Paro Internacional de las Mujeres es que queremos estudiantes y futurxs profesionales comprometidxs con las problemáticas sociales. No podemos pensarlas si no incorporamos la perspectiva de género en todas las carreras de la UBA.” Los espacios materno-paterno infantil para estudiantes con hijxs pequeñxs, el pronunciamiento contra el recorte presupuestario que impide formular una universidad libre de machismo, la falta de aplicación del protocolo interuniversitario para abordar casos de violencia de género y discriminación, y el proyecto de consejerías de salud integral que va a desarrollarse este año son ejes clave. Más feminismo popular y en las calles, grita Lucía, “contra este gobierno neoliberal que pretende ahogarnos.” 

La balanza antipatriarcal. Florencia Lossio, referente del Sindicato de Trabajadores Judiciales de la República Argentina (Sitraju) en la Seccional I del Ministerio Público Fiscal, cuenta que la consigna “Unidas Por una Justicia Antipatriarcal” las envolvió en ruidazo, banderazo y volanteadas frente a los tribunales porteños, en asambleas y alrededor de un caldero de estrategias a largo plazo. “Este 8M nos  interpela a pensarnos como trabajadoras judiciales y a imponer en la agenda la lucha por una Justicia antipatriarcal, no sólo en lo que atañe a nuestros derechos laborales sino al servicio de la administración de Justicia que tiene que brindarse. Y cómo ese sistema impacta discriminando a  mujeres, trans y travestis.” El Paro también cruza el impulso de fortalecer la participación de las mujeres dentro de la estructura sindical “y a recuperarla como espacio de lucha y participación”. Florencia inicia el recuento: “Paramos y nos organizamos por las mujeres criminalizadas y exigimos la libertad de Milagro Sala, la absolución de Belén en Tucumán y la libertad de Higui, todas presas por esta Justicia que nos oprime a las mujeres y a nuestros cuerpos, a nuestras decisiones, nuestra militancia, orientación sexual y todo aquello que no entre en el modelo heteronormativo”. 

Cuidarse entre todxs. Hace tiempo que María Cecilia Iselli acuerda con sus compañeras del Ministerio de Economía que organizadas se hallan estrategias contra la voracidad de los femicidios y un Estado cínico que no da respuestas. “Lo primero que nos ocupa es cuidarnos entre todas para que no falte ni una compañera más por el hecho de ser mujer”, explica la delegada de género de la Junta Interna de ATE en ese ministerio. “En segunda instancia nos organizamos como mujeres trabajadoras porque gran parte de nuestra tarea no está remunerada ni valorada al no venderse en el mercado formal. Es el trabajo doméstico y de cuidado, al que en promedio las mujeres dedicamos tres horas más que los hombres.” Iselli exige acciones de emergencia porque en el mercado formal “somos las más precarizadas, las que tenemos mayor nivel de desempleo y cobramos salarios más bajos: un 27,2 por ciento menos que los varones”. Por eso traman y debaten, agrega, para que sus voces ganen presencia y decisión en los sindicatos, “ya que las mujeres tenemos casi nula representación en las principales discusiones y muy pocos cargos representativos”. Como trabajadorxs estatales hoy articulan para que no haya más despidos ni estén motivados por la condición de género. “Queremos que en todo el Estado haya licencia por violencia de género. Nos organizamos por los jardines en nuestro lugar de trabajo, donde hace más de un año y medio las obras están paradas, por la extensión de las licencias parentales y por el cupo laboral trans.” La rebelión del 8M la atraviesa solidaria con otras identidades disidentes en un armado profundo, incluso cuando los femicidios parecen hacer estallar todo. Busca una salida colectiva animada a mirar más allá de coyunturas y a cuestionar las causas que originan tanto aniquilamiento. “Porque nos damos cuenta de que los femicidas no son personas enfermas y atípicas, sino los hijos sanos del patriarcado. En este contexto, el movimiento de mujeres es el actor político más importante y el único que se planta en las calles para cuestionar las políticas de hambre y desprotección que padecemos.”  

Orgullo migrante. Las mueve la fuerza y las sostiene la organización con el deseo del Vivir Bien y para activar sus anhelos. “En nuestra Asamblea de Mujeres de la Federación de Organizaciones de Base (FOB CABA) somos cholas, andinas, guaraníes orgullosas de nuestro origen. Somos mujeres migrantes bolivianas, peruanas y paraguayas en busca de un presente y un futuro mejor.” Sus banderas avanzan sobre Avenida de Mayo. Acarician los brazos morenos de mujeres trabajadoras, originarias de pueblos saqueados.  “Fuimos colonizadas por un patriarcado que violó a nuestras ancestras y les arrebató sus cuerpos y sus territorios. Esa violencia nos quiso desaparecer, nos quiso callar, nos quiso disciplinar, pero nosotras resistimos y nos organizamos desde el hoy y la memoria, desde el feminismo, desde abajo y por fuera del Estado.” Se abrazan y gritan “Paramos para que nos escuchen”, porque son las que salen a las calles a luchar, las que sostienen familias, merenderos, comedores y panaderías en sus organizaciones. “Pero se burlan de nosotras por el color de piel, por nuestro origen indígena, nuestra manera de hablar. Nos tienen miedo por ser diferentes. Por si todo esto no fuera suficiente también tenemos que enfrentarnos en la vida diaria de nuestros hogares a la violencia patriarcal sobre nuestras cuerpas de mujeres.” Su sororidad, amor y hermandad es su fortaleza, replica Eugenia Lara, del MTD Lucha y Libertad y coordinadora de la cooperativa gráfica La Voz de la Mujer. “Desde este lugar de fortalecimiento colectivo encontramos la manera de construir lucha desde la celebración. Todas las creaciones que hacemos son el resultado de lo que vivimos permanentemente, entonces nuestra transformación es a partir del arte, de sumarle al arte el feminismo, la organización y la lucha. Por eso en este 8M paramos llevando nuestra unión y nuestra alegría como mujeres fuertes y guerreras, por tener esta herramienta de lucha artística, feminista y popular para enfrentarnos al capitalismo y al patriarcado.”

Desear a libre antojo. Victoria Freire no duda un segundo: “Nos organizamos porque vivimos una realidad desigual que se expresa en distintos planos de la vida, en el acceso a los derechos, en las brechas salariales, en las tareas de cuidados y domésticas que nos son asignadas sin cuestionarlo y que recaen fundamentalmente sobre las mujeres”. Planteado el asunto, la secretaria de Género de ATE en el Ministerio de Trabajo desglosa la precariedad de la vida en los maltratos, en la incapacidad de acceder a determinados lugares y en la discriminación salvaje. “Eso que le pasa a una les pasa a todas. Lo que cada una de nosotras vive tiene que ver con cuestiones sociales más extendidas, culturales y económicas. Nos organizamos para poder enfrentarlas y reclamar ante eso, y porque además no podemos esperar a que nos sigan maltratando y asesinando sin que existan respuestas urgentes por parte del Estado.” El desafío de ocupar espacios que no fueron pensados por y para ellas es central. “De esa manera podemos crecer juntas y disputar esos lugares masculinos entre comillas.” Pero en esencia se organizan para reencontrarse y reconocerse, para construir lazos, para generar respuestas colectivas ante las injusticias que lastiman. Y porque como trabajadoras entienden que es el camino para construir una vida digna en la que pensar y desear de mil maneras diferentes, lejos de cualquier estereotipo.  “Hay algo irreversible cuando nos organizamos y tiene que ver con encontrar otra forma de transitar nuestra realidad, saliendo de los lugares que nos asignan y abriéndonos a nuevas experiencias colectivas, que es lo más poderoso.” Lo hacen inventando formas potentes de reconocerse y conspirar en los barrios, las escuelas y los trabajos, desmadradas y desobedientes.