El gobierno nacional se impuso un exigente cronograma para reestructurar la deuda externa. En la segunda semana de marzo, la Argentina formalizará una oferta a los acreedores privados. Los funcionarios avanzan a contrarreloj en un trabajo de orfebrería. El ministro de Economía, Martín Guzmán, mantuvo una apretada agenda de reuniones con inversores, funcionarios del Fondo Monetario Internacional y del Tesoro de Estados Unidos, mientras que el presidente argentino se ocupó de cosechar un fuerte respaldo político en su gira europea. Guzmán también compartió una extensa cena con la directora gerente del FMI en la sede de la Embajada argentina en Roma. Al día siguiente, ambos participaron del seminario “Nuevas Formas de Fraternidad Solidaria de Inclusión, Integración e Innovación”, organizado por la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano. En ese ámbito, el Papa Francisco sostuvo que “no se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas son sacrificios insoportables”.

En su disertación en Roma, Guzmán sostuvo que “tenemos poco tiempo y la deuda es insostenible”. Agregó que "aquí hay países que son miembros del Club de París y ese también es un problema del que nos tenemos que ocupar. Argentina va a pagar un 9 por ciento de tasas de interés en la deuda de 2020 y 2021 al Club de París, lo cual no sólo es insostenible sino que marca un mal antecedente con el resto de los acreedores; definitivamente no es un trato igualitario".

Algunos medios calificaron ese mensaje como un dardo a los firmantes del acuerdo: CFK y Axel Kicillof. Sin embargo, esa elevada tasa de interés es resultado de la decisión política de la administración Macri de no cancelar la deuda en el término previsto.

Haciendo un poco de historia, el acuerdo con el Club de París se anunció el 29 de mayo de 2014. La mitad de esa deuda correspondía a obligaciones contraídas durante la dictadura militar. El resto correspondía a los gobiernos de Raúl Alfonsín (9 por ciento) y Carlos Menem – De la Rúa (42 por ciento).

El kirchnerismo había intentado solucionar ese frente de conflicto en 2008. En septiembre de ese año, CFK anunció que la deuda se cancelaría con reservas del BCRA. Pero la decisión fue reconsiderada luego de la crisis internacional desatada tras la caída del banco Lehman Brothers. El gobierno reinició las negociaciones en los años siguientes pero fracasaron por las condicionalidades exigidas por los acreedores, como por ejemplo un pago inicial de 2 mil millones de dólares y el monitoreo del FMI.

Volviendo al convenio de 2014, la Secretaria de Finanzas explicó en el “Informe sobre el monto de deuda conciliada incluida en el acuerdo alcanzado con el Club de Paris” que “la refinanciación acordada establece un plazo de amortización de cinco años que puede extenderse a siete años”. El documento precisaba que la Argentina podía optar entre hacer un pago mínimo anual o cancelar el tope máximo (valor objetivo). “Durante los primeros cinco años, por el valor residual de la deuda se pagará una tasa del 3 por ciento para todas las monedas de origen. Por la diferencia entre el capital objetivo y los montos efectivamente pagados se abonará una tasa de interés compensatoria adicional del 4,5 por ciento y por el saldo impago a los 5 años de vigencia del acuerdo se devengará una tasa final del 9 por ciento hasta su efectivo pago, que podrá demorarse hasta dos años más”, continuaba el informe.

Lo cierto es que el macrismo no canceló las obligaciones con el Club de París en el plazo más conveniente, 5 años, a pesar de contar con los ingresos extraordinarios provenientes de la toma desenfrenada de deuda. Lo que hizo fue pagar el “mínimo” y dejar el muerto a la nueva gestión. Así estamos.

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@diegorubinzal