Al igual que Los Tres, agrupación fundamental del rock chileno, cuya formación la constituyen cuatro integrantes, el Sexteto Irreal se sigue resistiendo a ser consecuente con los que en sus inicios fue: un grupo hilvanado por seis de los mejores músicos de la Argentina. Sin embargo, tras la salida del violinista Javier Casalla, prefirieron funcionar en calidad de quinteto, y parece que nada cambiará semejante oximorón. “Seguimos así para no caer en la realidad”, justifica el baterista Fernando Samalea. “Somos amigos que nos queremos, afortunados de experimentar cosas hermosas dentro del mundo musical. Solemos vernos seguido o muy cada tanto, y nos gusta compartir nuestras respectivas esencias sobre un escenario”. A lo que el telcadista y cantante Axel Krygier añade, como para que no queden dudas acerca de la seriedad del laboratorio musical que bien supo fundar junto al bajista Christian Basso: “No somos un colectivo itinerante, sino una banda. Como reza el nombre de uno de nuestros temas: ‘perdón por la informalidad’”.

Así como viene sucediendo desde mediados de la década pasada, el Sexteto Irreal inaugura nuevamente su temporada recitalera en el verano. Sin embargo, a diferencia de los últimos años, en los que actuaron en espacios más íntimos, este jueves, a partir de las 20:30, lo harán en Niceto Club (Niceto Vega 5510). “El año suele comenzar con actividad errática, y eso permite que el Sexteto salga a las pistas”, explica Krygier. “Creo que a los cinco irreales (el proyecto lo completan Alejandro Terán en bronces, y Manuel Schaller en theremin y samplers) nos gusta mucho juntarnos. Pero los días son demasiado cortos, y ya estamos en otoño otra vez”. Mientras que Samalea ahonda: “No creo que dependamos de una estación del año para presentarnos, sino más bien del azar, del destino, de lo astrológico. Ahora decidimos volver a Niceto Club, donde ya tocamos en otras ocasiones. El misterio se develará no bien comience a rodar la música”. Y Basso aclara: “Tocamos dos o tres veces al año, generalmente aceptando las convocatorias que nos interesan”.

-Este año se cumple una década del único disco que hicieron hasta la fecha, Jogging, que fue elogiado tanto en la Argentina como fuera del país ¿Por qué no volvieron a hacer otro álbum?

Christian Basso.: -Siempre pensamos en grabar un disco nuevo, pero la diletancia nos vence.

Fernando Samalea: -Quizá la irrealidad pudo más que ese supuesto estímulo, y nos arrastró hacia otros ámbitos. Como suele ocurrir, olvidamos el asunto no bien tuvimos el CD terminado en nuestras manos. Es que hacemos mucho en simultáneo: tocar con otros, álbumes personales, ocio creativo, divagues mitológicos. El lanzamiento no fue pensado de manera ortodoxa, sino como un simple registro de nuestras inquietudes de entonces. La idea (de hacer uno nuevo) está latente. Supongo que podríamos ingresar hoy mismo a un estudio, y desarrollar algo que termine gustándonos. Pero lo estructurado nunca ha sido lo nuestro. Nos movemos bajo la incertidumbre de las relaciones humanas, donde acercamientos o desganos parecen fluctuar a su antojo. Aunque, en lo personal, creo que se dará.

-El caso de Jogging evoca al de The Avalanches: banda australiana de electrónica que tras el éxito de su disco debut, Since I Left You (2000), demoró 16 años en hacer el segundo, Wildflower, porque supuso que no podía superarlo. ¿Les pasa algo similar?

F.S.: -Cuando nos juntamos, hablamos de otras cosas, alarmantemente dispersas. No recuerdo que hayamos hecho un análisis al respecto, ni que emparentemos nuestro caso con otro. El Sexteto no es ni bueno ni malo, pero si único. Lo más singular que me tocó integrar. 

C.B.: -Para nada. Lo mejor está viniendo. Somos jóvenes viejos con carreras promisorias.

-A pesar de los diferentes matices que atraviesan a su primer disco, el groove pareciera funcionar como columna vertebral de su repertorio. ¿Cómo lo traducen en su propuesta?

C.B.: -Groove, swing, balanco y flow son conceptos similares aplicados a distintas épocas y músicas. En lo personal, desde muy chico, tipo 14 años, me obsesionaba el tema del groove y tocar “atrás” del beat. De esculpir el tiempo con el sentimiento. Por eso el encuentro con Samalea, desde muy jóvenes, fue enriquecedor. Los dos coincidíamos en eso y lo priorizábamos, al igual que todos los grupos en los que estuvimos: Clap, Fricción, Charly García, La Portuaria, Sexteto Irreal. Mi viejo, Héctor Basso, contrabajista y tubista de jazz, me volvía loco con el tema del swing, mientras yo lo acompañaba en la guitarra tocando temas de Django Reinhardt y el Hot Club de France. Los solos de Louis Armstrong siempre aparecían como ejemplos. Mi viejo me cantaba los solos de Armstrong, y lloraba…

F.S.: -Desde la marcha misma, el pulso coronario, la danza o lo cavernícola. Disfrutando del bagaje académico del resto de la banda, suelo sumarme a esa hipnosis colectiva y caminar en trance bajo esa suerte de “click universal” que nos guía a todos. Al tocar con ellos, aprendo de música, y me entrego a lo más básico.

-Aunque en los 2000 comenzó a haber consciencia acerca del groove en la Argentina, artistas como Serú Girán o Spinetta demostraron no sólo un interés del rock argentino por éste, sino también una manera local de manufacturarlo. ¿Son conscientes de este trayecto?

F.S.: -Paradójicamente, si hay algo claro es la inconsciencia de la banda al decidir qué estilo abordar. Existe un repertorio armado, heredado de la premisa inicial impulsada por Axel y Christian, al que fuimos agregándole piezas con el correr de los años. Pero, en el fondo, es como si nos tirásemos eternamente en una piscina. ¡Desde el trampolín más alto!

C.B.: -Por suerte quedó algo de lo “negro” en la cultura argentina. Los afroamericanos fueron escondidos de la cultura nacional, pero volvieron a entrar por la ventana. La milonga tiene groove, la chacarera también. Gran parte de los argentinos con estirpe criolla tienen sangre africana en sus venas, y no lo sabe.

-Cuando se pensaba que todo estaba dicho en materia de ritmo, Thundercat, Kamasi Washington, Anderson Paak, Khruangbin o Bad Bad Not Good ofrecieron una interpretación contemporánea de ese discurso. ¿Les sorprende que la respuesta venga de músicos jóvenes?

F.S.: -Me encantan también proyectos como el dúo Knower (actuó en la Argentina en 2019), el de Chiquita Magic, el nuevo jazz que impulsan Domi & JD Beck o lo que hacen las inglesas Let’s Eat Grandma… Al contrario, los jóvenes deben marcar las tendencias. Es el tiempo de ellos, simplemente. Creo que los “Irreales” no buscamos ubicarnos en una determinada escena ni mucho menos. Venimos de un tiempo en el cual no había rockeros canosos ni existían las bandas tributo.

-Paco Amoroso reconoce en Terán a su padrino artístico. Al punto de que fue quien lo introdujo en el trap. ¿Qué opinión les merece el dúo que lleva adelante con Ca7riel?

Alejandro Terán: -Con Ulises (Paco Amoroso) nos hemos pasado muchas tardes haciendo “YouTubazo” y conversando mucho acerca de lo comunicacional, desde Cab Calloway y el maestro D'Arienzo hasta Kendrick Lamar o Tyler, the Creator. El y Ca7riel eran ya de niños excelentes estudiantes de música, con gran curiosidad y enormes ganas de jugar. Como cordialmente descreo de cualquier forma de sistematización musical (técnica o estética) mi aliento siempre va por el lado: hacé lo que quieras. No hay preconceptos ni reglas. Abrir la puerta para ir a jugar, y ya.

C.B.: -Paco y Cato son mis favoritos de la escena local. Me encantan porque son transgénero. Hacen trap, pero no. Es mucho màs que eso. Son muy buenos músicos, y muy creativos. Mis respetos hacia ellos. El show de Niceto lo abre Bebitazul, la hija de Teran, que hace trap y tiene unos temas buenísimos. Valentin Basso, mi hijo, toca el bajo en su banda, que es excelente. Me encanta compartir esa experiencia con mi hijo.

-Si de algo se han orgullecido es de ser una banda horizontal, al menos en liderazgo. ¿Cómo lo sostienen? Considerando que los creadores de esto fueron Axel Krygier y Christian Basso.

A.K.: -Tanto Christian como yo veníamos de la experiencia de tirar del carro de las bandas de nuestros respectivos proyectos solistas. La idea es que el compromiso con el grupo baste como motivo para participar. La horizontalidad se mantiene gracias a una indolencia sin límites por parte de los cinco integrantes.

C.B.: -Liderazgo por turnos. A veces ni hace falta. La música lidera, el buen gusto, y quizás, a veces, el caos.

-Amén de la propuesta musical y la perfomance, ¿creen que uno de los ganchos del Sexteto Irreal es el origen musical de sus integrantes? Son una suerte de dream team parido en los ochenta.

C.B.: -Sí, venimos con ADNS muy variopintos. 

A.K.: -El público más genuino del Sexteto, o al menos el que más me gusta, es el que viene dispuesto a una experiencia musical inmersiva y se deja llevar por la euforia del baile.

-Sobrevivieron a la década pasada, en la que si algo abundaron fueron los géneros y el cambio de paradigma en el consumo de la música. ¿Cómo se amoldaron?

C.B.: -En lo personal, me adapte componiendo músicas para films y series. Tengo los oídos un poco fatigados de los sistemas de sonido grandes. Debería demandar a algunos guitarristas con los que compartí proyectos. En los ochenta se tocaba muy fuerte…

-Aunque han dicho que su primer disco es fruto de la improvisación, ¿de dónde sale el resto de los temas de sus shows en vivo?

C.B.: -Hay una lista de temas. Generalmente tocamos ese repertorio, y vamos agregando nuevos. Esos temas transmutan casi siempre en otras nuevas ideas musicales. Si, efectivamente es un jamming en directo.

A.K.: -Desde hace años, precisamente desde el show que se hizo demasiado corto y hubo que dibujar, el Sexteto maneja el concepto de “ensashow”. Nunca perfeccionado, nunca igual, el Sexteto se mueve en la improvisación libre como un cardumen…en una pecera.