Al repasar los titulares sobre el relanzamiento del Programa Remediar por parte del Ministerio de Salud de la Nación me llamó la atención uno que expresaba insatisfacción: “Plan Remediar: una aspirina para una salud que está en el fondo”. Más allá del contenido de la nota, que resultó ser mucho menos ingenioso que el título, me pareció interesante la metáfora de la aspirina para pensar los posibles efectos benéficos y los riesgos que tiene la implementación de esta nueva versión del programa de acceso a medicamentos que se inició en 2002 y fue abandonado durante los cuatro años de macrismo.

La aspirina carga en el sentido común con el estigma de ser poquito, de ser más un placebo que un remedio, de ser algo que ni cura ni hace mal. Sin embargo, cuando la tomamos se desparrama a través de la sangre por todo el organismo y en casi todas partes tiene algún efecto. Reduce la inflamación; baja la fiebre; evita que se formen trombos en los vasos sanguíneos. Si bien dejó de ser la primera elección como analgésico o antifebril, durante un tiempo se recomendó su uso masivo para prevenir infartos. En este momento su uso es mucho más restringido a causa de los problemas que puede causar. Una aspirina no es poquito. Puede ser suficiente en algunos casos y hasta demasiado en otros. Sirve para muchas cosas pero no sirve para todo y hay momentos en los que está contraindicada. Algo parecido sucede con el Programa Remediar.

Existen tres principales problemas del sector salud argentino: la fragmentación, la desigualdad y la falta de acceso. Está fragmentado en tres grandes subsectores de acuerdo a la fuente de financiamiento: Estado, las obras sociales y las prepagas. El subsector estatal, a su vez, está atomizado entre la Nación, las provincias y los municipios. La Nación ejerce la “rectoría” pero carece de hospitales y centros de salud (las salitas, CAPS o unidades sanitarias, esas partes del sistema de salud están en los barrios y además de atender tienen funciones de prevención y promoción). Hay provincias en las que todos los hospitales y centros de salud son provinciales; otras donde los hospitales son provinciales pero los centros de salud son municipales y otras, como Buenos Aires, en las que los municipios tienen a su cargo los centros de salud y, según sus posibilidades, más o menos hospitales. El sistema de la seguridad social está dividido en cientos de obras sociales.

La fragmentación lleva a la desigualdad. Las empresas de medicina prepaga concentran el gasto en salud pese a proveer de cobertura a una proporción muy pequeña de la población del país. Quienes tienen mayor poder adquisitivo pueden acceder más fácilmente a la atención, al diagnóstico y al tratamiento que las personas más pobres. Además, las provincias más ricas pueden brindar a su ciudadanía mejores servicios de salud que las más desfavorecidas. Las obras sociales desde 2000 compiten entre ellas y con las prepagas por la cartera de afiliadxs. Eso desembocó en el fenómeno denominado descreme: quienes cobran sueldos más altos trasladaron sus aportes a las prepagas, desfinanciando a las obras sociales y quebrando su lógica solidaria.

El Remediar puede servir de mucho. Al ser nacional, atenuará la fragmentación del subsector estatal. Eso no se limita a la distribución de medicamentos pues, al abastecer exclusivamente a los centros de salud, promueve que se unifique el fortalecimiento del primer nivel de atención, esa parte del sistema de salud que está más cerca de la gente y sus problemas cotidianos. También reducirá la desigualdad pues va a permitir que, sin importar dónde vivan, las personas en situación más vulnerable tengan la misma posibilidad que aquellas más favorecidas de acceder a los medicamentos que resultan necesarios con mayor frecuencia.

Pese a todos sus beneficios, el Remediar es insuficiente si se aplica como una medida aislada. Si en los centros de salud están los medicamentos pero sigue faltando personal, la desigualdad seguirá creciendo junto a las colas que se forman desde la madrugada en la puerta de las salitas. Si no se financian e implementan federalmente las acciones de promoción, prevención y cuidado, los medicamentos, serán cada vez más insuficientes. Si el acceso a los medicamentos no se acompaña de un cuestionamiento a la medicamentalización de la vida cotidiana, esta solución se puede transformar en un problema.

El relanzamiento del Programa Remediar, junto al nuevo vademécum del PAMI, puede ser el primer paso para fundar un sistema nacional integrado de salud que tenga como función, en lugar de prestar un servicio, garantizar el ejercicio de un derecho. Que así sea depende de la decisión de las autoridades y de la formación de un gran colectivo que lo tenga como bandera.  


* Leonel Tesler es director del departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte de UNPaz y presidente de la Fundación Soberanía Sanitaria.