El acceso de las mujeres a los cargos de autoridad, de gestión, de poder, a lo largo de la historia no ha sido sencillo. Si bien en las últimas décadas se abrió una puerta que antes estaba cerrada casi por completo, las que llegan son muy pocas. El ámbito universitario no es la excepción: hoy sólo 7 de las 66 casas de estudio públicas tienen rectoras, y desde hace años el porcentaje de mujeres en estos cargos es inferior al 10% del total.

En este contexto, la paridad de género surge como una normativa clave a la hora de romper el techo de cristal e intentar alcanzar la equidad. Se trata de un fenómeno muy reciente, que comenzó en 2017 en la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), pionera en lo que respecta a políticas universitarias con perspectiva de género y contra la violencia hacia las mujeres. No sólo fue la primera casa de estudios en contar con paridad, sino que incluso se anticipó a la ley que hoy rige a nivel nacional para las listas legislativas, sancionada a fines de 2017. Con el cambio de su estatuto, la UNRN dio el primer paso para tener paridad en todo el personal de la universidad, tanto docente como no docente y los órganos colegiados. Las únicas excepciones son el rector y los tres vicerrectores, que van por fórmula única.

Paola Cerutti, abogada, coordinadora del Plan de Igualdad de la UNRN y secretaria de la sede de Alto Valle y Valle Medio, contó al Suplemento Universidad que el planteo surgió en 2015 y, luego de debatirlo, en el estatuto quedó establecida la paridad 50-50 en los órganos colegiados de gobierno. Esto se da en el marco de un Plan de Igualdad de Género, en lo cual la universidad también fue pionera y que aplica a todos los claustros. “Es un eje de política institucional”, afirmó Cerutti.

En la aplicación de políticas paritarias hay una gran diversidad: el caso de la UNRN es distinto al de Universidad Nacional de La Rioja, la de Buenos Aires, la de General Sarmiento o la de San Martín (UNSaM). La Universidad Nacional de Cuyo fue la primera en el país en implementar la paridad no sólo para las listas de los órganos colegiados sino también para las de los cargos ejecutivos, es decir, para el rectorado y decanato. Pero, además, la gran presencia femenina en algunas de las facultades con hasta decana y vicedecana, como la de Educación, llevó a la necesidad de establecer una “paridad piso” en lugar de una “paridad techo”, algo inédito no sólo en Argentina sino en el continente americano, según sus autoridades.

¿Qué significa esto? En vez de ser mitad y mitad, implica que en las listas para cargos legislativos de la universidad debe haber “al menos” un 50% de mujeres, y las fórmulas de los puestos ejecutivos tienen que tener “al menos una mujer”, por lo cual, a partir de la normativa, queda abierta la posibilidad de una mayor presencia femenina. “En la universidad somos más mujeres que varones, tanto en docentes, en estudiantes o investigación, pero en 80 años sólo ha habido una mujer rectora”, remarcó Claudia García, trabajadora social y decana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO.

El proyecto de paridad que se aprobó en agosto en la universidad radicada en Mendoza tiene detrás un intenso trabajo de relevamiento y análisis de situación para demostrar ante una parte de la comunidad universitaria algo reticente a este cambio por qué debía haber paridad, y por qué debía ser “piso” y no “techo”. A partir de un estudio de indicadores de género en los distintos claustros, se comprobó que en la casa de estudios cuyana hay “más de 60% de estudiantes y más del 50% de docentes mujeres”, indicó Fernanda Bernabé, directora de políticas públicas y planificación, y coordinadora del área de género de la universidad cuyana. “Esto muestra que tenemos espacio en los distintos claustros, pero cuando llegamos a la representación política, si bien podemos ser consejeras, la representación de las mujeres cae en autoridades superiores electivas al 38%, y cae en los decanatos también”, advirtió. Al respecto de la manera en que se decidió llevar adelante la paridad, explicó: “Si nosotros planteábamos una paridad techo, es decir, sí o sí 50-50, íbamos a lograr equidad y hacer un avance, pero en algunos lugares donde ya había habido históricamente fórmulas mujer-mujer iba a ser un retroceso. Si estamos tratando de lograr equidad y un trato diferencial para lograr mejorar la participación política de las mujeres, no podemos hacer retroceder a los lugares donde ya hemos avanzado”.

En la Universidad Nacional de San Martín, en cambio, “no hay un plan de paridad, sino que en el estatuto aparece que en las listas para los consejeros de los distintos claustros, tanto del consejo directivo como el superior, debe haber paridad de género”, sostuvo Vanesa Vázquez Laba, socióloga, doctora en Ciencias Sociales y consejera superior de esta institución. Así, la paridad “aplica a las listas, no a la estructura orgánica”. “Podés tener un gabinete paritario, pero es una decisión política, no hay una normativa. No podés establecer por norma que tu secretaria académica sea mujer, sería discriminatorio”, subrayó, aunque aclaró que sí es posible “tener un principio de igualdad en la universidad” que “coerciona a que los gabinetes sean paritarios”.

“Vos generás las condiciones con una norma, pero después tenés que generar las condiciones culturales para cumplir la norma”, insisttió Vázquez Laba, quien es la coordinadora ejecutiva de la Red Universitaria de Género (RUGE) del Consejo Interuniversitario Nacional. Según planteó, “podés tener una norma de paridad pero después no tenés mujeres que quieran ser decanas, o no reúnen las condiciones para ser decanas”. “Acá hay algo diferente a la política: para ocupar cargos electivos en universidades hay que tener antecedentes vinculados a la acumulación de conocimiento y al perfil investigador o docente. Por eso es tan importante trabajar la trayectoria. No es que las mujeres no queramos ser decanas, pero quizás no acumulamos todas las titulaciones que se necesitan para poder competir”, remarcó la socióloga. “Las mujeres permanentemente tenemos que estar demostrando que somos capaces y que podemos”, lo resumió Claudia García, decana de la UNCUYO.

Cómo resolver esto fue una incógnita con la que se encontró la UNRN al implementar la paridad en 2017. A la hora de votar por el proyecto de reforma del estatuto no hubo obstáculos ni críticas negativas --de hecho, se aprobó por unanimidad, “no hubo que hacer mucho esfuerzo”--. Sin embargo, sí surgió la inquietud al respecto de la elección de personal docente y no docente, y la conformación de los jurados. “¿Qué hacemos si no tenemos gente?”, fue la pregunta que se hicieron, contó Cerutti.

“Hay áreas donde no tenés mujeres, porque no han tenido la posibilidad de realizar una carrera académica, aún a esta altura. Ahí nos enfrentamos a la situación de cómo en algunas áreas las mujeres han estado relegadas, incluso de las carreras académicas y el sistema de ciencia”, enfocó la secretaria y, aunque destacó que todavía no se han encontrado con la situación de no encontrar mujeres capacitadas para ocupar estos roles, “sí se hace notar el esfuerzo de buscar”.

La paridad como punto de partida

Si bien la implementación de la paridad de género como normativa es fundamental para garantizar un principio de equidad, es necesario que vaya acompañada de una política integral de género fomentada desde la propia universidad que apunte a generar las condiciones para que exista el acceso efectivo a los roles jerárquicos y de autoridad. “Si vos tenés una universidad que se preocupa por generar condiciones de equidad de género las pibas se quedan, egresan, se comprometen políticamente, se involucran en la vida universitaria, hacen el posgrado y pueden llegar a ser decanas”, sostuvo Vázquez Laba.

Sandra Torlucci, rectora de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y coordinadora de RUGE, coincidió en que las normativas de paridad “son muy importantes” y “son lo que hay que hacer en todas las universidades”, pero insistió: “No es solamente votar paridad, es romper los techos de cristal. Es fundamental que si se vota a la paridad se trabaje con los jurados, con la curricularización, con todas las instancias necesarias para la igualdad. Lo que pasa es que las autoridades ejecutivas tienen que estar en condiciones de acceder a ese cargo. Entonces hay que fijarse que pasa con los concursos, con los jurados, con las evaluaciones”.

“Las mujeres no podemos pretender un trato igual si queremos cambiar la historia”, postuló Bernabé, de la UNCUYO. “Lo que tenemos que hacer es generar un trato diferencial con la paridad, y que genere a partir de un trato desigual resultados iguales. Si no, lo que hacemos es mantener la brecha. En la universidad muchas veces se espera que el cambio se genere paulatinamente, con un cambio cultural; pero nosotros planteamos que esto no se genera solo, hay que intervenir”, remarcó.

 

Vázquez Laba, por su parte, recordó una pregunta que suelen hacerle al hablar de este tema: “¿Por qué es necesaria una rectora mujer? Porque cambia la cosmovisión de la universidad. No sólo sería mujer, sino una mujer con un compromiso de los derechos de las mujeres, LGBT, una feminista. Cambian totalmente las prioridades. Quizás una mujer no te asegura todo, pero sí asegura las peleas y las discusiones para poder generar las condiciones de políticas de igualdad y erradicación de la violencia”.