Hace apenas unos meses, después de las últimas elecciones, el primer ministro en funciones más antiguo de Israel quedó parado en el escenario en la sede del Likud en Tel Aviv para dirigirse a una sala medio vacía. Había más bocadillos rancios en platos abandonados que miembros de la audiencia para comerlos.

Había hecho una campaña tan fuerte que su voz era ronca. Su promesa de formar un gobierno cayó tan plana como las expresiones en los rostros de las personas. La coalición mítica que prometió se derrumbó antes de existir. El "mago", como lo apodan sus partidarios, al parecer, había lanzado su hechizo final.

Avancemos rápidamente hasta marzo, y en las primeras horas de la mañana de ayer, Benjamin Netanyahu era un hombre cambiado. Lo rodeaban las cascadas de brillo que caían desde los techos de la sede, los abrazos dramáticos con su esposa, los ramos de globos con helio y las multitudes jubilosas que ondeaban banderas.

En una tercera elección sin precedentes en menos de un año, parecía haber roto el estancamiento político que paraliza el país, barriendo unos 36 de los 120 escaños de la Knéset, cuatro más que el voto de septiembre, según los resultados iniciales. Su bloque de partidos religiosos de derecha sumó 59 escaños, apenas dos menos que los 61 que la mayoría necesita para constituir un gobierno.

"Esta es una victoria contra viento y marea, porque nos enfrentamos a fuerzas poderosas", dijo Netanyahu, agarrando con confianza detrás del atril.  "Nuestros oponentes habían dicho que la era de Netanyahu terminó”.

El primer ministro aún no está fuera de peligro. Todavía necesita encontrar dos o más parlamentarios que desierten del otro lado para formar un gobierno. Pero el bloque de centro izquierda liderado por su principal rival Benny Gantz, Azul y Blanco, está 10 escaños corto de lograr la mayoría. Con un electorado que se niega a votar de nuevo, la presión estará en la élite política para hacer que algo funcione. Así las cosas, fue una victoria impresionante, como dijo Netanyahu, "contra viento y marea".

Desde la última votación Netanyahu ha sido acusado formalmente de fraude, abuso de confianza y soborno en tres casos, cargos que desestimó con vehemencia. Debe llegar a un tribunal en menos de dos semanas. Ha sido golpeado por acusaciones de intentar protegerse del enjuiciamiento, incluido de intentar quebrar una controvertida legislación de inmunidad que, según los críticos, desarmaría al poder judicial.

Sus oponentes también lo acusaron de arrastrar al país a través de tres elecciones, porque se negó a renunciar al poder: Azul y Blanco había acordado formar un gobierno de unidad con Likud a condición de que Netanyahu no fuera el líder, porque no creen que pueda ser reo y primer ministro al mismo tiempo. Para Gantz el juicio de Netanyahu lo descalificaba para servir como primer ministro.  Y, sin embargo, a pesar de todo esto, Netanyahu volvió a triunfar.

Gran parte del éxito se debió a una campaña brillante. Al darse cuenta de lo que estaba en juego en este ciclo electoral, Netanyahu luchó por los votos sin piedad. Le bajó los humos a Gantz en lo que Anshel Pfeffer, el autor de la biografía "Bibi : La Vida Turbulenta de Benjamin Netanyahu", llamó una "campaña de desprestigio", que incluía la publicación de videos manipulados.

Simultáneamente, se concentró en los electorados clave (etíopes-israelíes, comunidades rusas, amantes del cannabis, taxistas) para conseguir los votos de los últimos indecisos. "Todos decíamos que Bibi se había terminado, pero regresó y recuperó casi todo lo que perdió en las elecciones de septiembre", dijo Pfeffer. “Se enfocó en cada grupo donde podía obtener unos pocos miles de votos. Lo hizo a pesar de todos los cargos en su contra. Es increíble."

Antes de las elecciones del lunes, prometió a los votantes que firmaría un acuerdo de paz con los estados árabes en el Medio Oriente y que anexaría inminentemente franjas de Cisjordania, una acción que es popular en Israel pero ilegal según el derecho internacional y que ha provocado alboroto en el extranjero.

Quizás se vio recompensado por la frustración de los votantes, que salieron por millones, en la mayor participación desde 2015. Muchos de los que hablaron con The Independent estaban furiosos por el estancamiento político, pero parecían renunciar a cualquier idea de cambio y en su lugar hablaron de querer un regreso a Netanyahu .

Pero ahora, incluso con una ventaja marginal, todavía tiene una larga batalla cuesta arriba para que su gobierno funcione. Sus promesas electorales de anexión probablemente provocarán más disturbios con los palestinos si sigue adelante con ellas. Tendrá que gestionar la logística y la óptica de las multiples audiencias judiciales. Si bien, al menos según los críticos, puede tratar de impulsar una legislación que le otorgue inmunidad, lo que plantea dudas sobre el impacto en el sistema judicial.

También aún tiene que delinear completamente cómo manejará un país, en uno de los vecindarios más difíciles del mundo, mientras lucha en tres casos judiciales difíciles. A pesar de la sorpresiva victoria, necesitará toda la "magia" que pueda generar.

De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12