No hay grandes motivos para atender a las encuestas, menos si son preelectorales a varios meses vista y sin candidaturas definidas. Tal vez no exista ninguno… salvo que muchos jugadores importantes creen en ellas. Lo negarán enfáticamente pero las tienen en cuenta. Mucho, todo el tiempo.

El dato adicional, desde hace varias semanas, es que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene una alta, creciente, intención de voto en la provincia de Buenos Aires. El nivel de rechazo es elevado también, por ahí mayor. Pero los guarismos que “todos” manejan es que, en el peculiar caso de CFK, su imagen positiva e intención de voto casi coinciden. No es lo standard, pero es lo que ocurre. Su territorio fuerte es el Conurbano, en el Interior cosecha menos pero la sumatoria impacta, a propios y ajenos.

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Hay cien formas de “instalar” un candidato o lanzar globos de ensayo. Las operaciones de prensa puntean y la creatividad criolla ha inventado varias, en 34 años corridos de democracia. 

El domingo pasado, se añadió una variante: el diario Clarín escogió como título principal de tapa el contenido de una nota de uno de sus editorialistas. Discurría sobre el lanzamiento del ex ministro Florencio Randazzo en la interna del Frente para la Victoria (FpV). Un off the record, se supone, sin citas textuales del protagonista. El género es macanudo porque nadie se hace cargo de la noticia. Hasta ahora, tampoco Randazzo que no la confirmó ni refutó. 

El hombre, adelantaron otros voceros espontáneos, se propone enfrentar a Cristina en las Primarias Abiertas, si pinta.

Uno de los argumentos de los prematuros randazzistas es que “Cristina es funcional a la polarización que propone el presidente Mauricio Macri”. Para ser estrictos, lo sería si el resultado fuera un triunfo o, así más no fuera, un empate de Cambiemos en las urnas. Si el rival polarizado derrotara al macrismo, otro gallo cantaría. De alguna manera, es lo que sucedió, al revés, en las presidenciales de 2015.

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Hay una enojosa semejanza entre los argumentos del macrismo y los de los peronistas de la unidad dejando fuera a CFK o, aún, al kirchnerismo. 

El oficialismo proclama  estar construyendo una unidad nacional consensuada excluyendo a la primera minoría electoral, que lo es también en el Congreso.

Los peronistas “no K” van por un prodigio similar puertas adentro. 

Las dos presuntas unidades son capciosas desde el vamos. También es extraño, en cualquier cultura política, que se desdeñe a la principal figura electoral.

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Puertas adentro del kirchnerismo, cunde un dilema numérico: “¿hay 2019 sin 2017?”. Existen dirigentes que piensan que es sensato saltear esta instancia en las urnas. No es el momento, calculan: la ex presidenta podría desgastarse en el Congreso, no contaría con poder para contrarrestar al macrismo.

El enigma rondó la mente del ahora diputado Sergio Massa en 2013. Lo dirimió bien, para sus intereses. “Jugó”, ganó, construyó un partido que siguió vigente en 2015 y ahora mismo. La historia no se repite, las analogías distan de ser totales pero el ejemplo es instructivo.

A título de opinión; vencer en una elección fortifica y, de paso, contribuye a unificar o por lo menos a convocar. Perder, claro, obra el efecto contrario… hecho perceptible en el FpV desde 2015.

Dejar pasar un comicio, que se recuerde, no fue jamás buena táctica.

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El clima social es adverso hacia el oficialismo, de modo creciente. Hay perspectivas serias de drenaje de votos respecto de dos años atrás pero es indeterminado qué partidos o dirigentes lo capitalizarían en una votación que se divide en 24 territorios.

Hasta acá las coordenadas, al día de hoy. Volvamos al principio. Todos los actores, sea cual fuera su bandería política o su espacio institucional,  creen que CFK mide muy bien en Buenos Aires. Esto explica y explicará muchas movidas y surtidos nerviosismos en la Casa Rosada, en Comodoro Py, en la CGT. 

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Usted dirá que esta nota no responde la pregunta principal, la que cunde en mesas de café, tertulias y quinchos VIP. Es así no más: el cronista no conoce la decisión de Cristina Kirchner, ni sabe si está tomada. En eso ni es original, ni es el único. Esta historia continuará.

En el camino, para los que denuncian a los “funcionales al macrismo”, volvamos de nuevo atrás. Hace una semana, Clarín consideraba funcional a sus intereses instalar a Randazzo en tapa, como una variante contingente de la gran esperanza blanca. Pudo haber acertado, pudo haber cometido un error táctico. Nada es seguro ni nada es pétreo en política. El dato coyuntural, de cualquier manera, es interesante.