“Abortar es una desobediencia y una acción feminista”, sostiene y milita la escritora Laura Rosso. Lo dice con conocimiento de causa: para su último libro, Estamos para nosotras (Chirimbote), investigó en profundidad una de las “prácticas políticas feministas” más fuertes de los últimos veinte años: el socorrismo. Tras un intenso recorrido por todo lo que implica la acción de acompañar a una persona gestante en su deseo o necesidad de abortar, la también periodista de este diario amplía los debates actuales sobre despenalizar y legalizar y señala: “Además de que sea legal, queremos un aborto que sea libre, cuidado y feminista”.

Resulta increíble que una práctica que en cuatro años (de 2014 a 2018) acompañó a 19.361 mujeres a abortar de manera segura no tuviera su libro, o al menos una sistematización que se le parezca, pero así es. El de Rosso es el primer material que organiza de manera crítica y jerarquizada la información disponible sobre un activismo que aquí en la Argentina nació en Neuquén, en los albores del 2001 y de la mano de la colectiva La Revuelta, y que cambió la historia de la interrupción voluntaria del embarazo con medicamentos. De hecho, frente a la necesidad de que exista, fueron las propias integrantes de esa organización (que hoy integra una red nacional), junto con la editora de la editorial, quienes invitaron a la periodista de este diario a dejar este registro que conjuga historia, testimonios en primera persona, y perspectivas para pensar lo que viene.

“Un aborto feminista es el aborto acompañado, cuidado. Es muy distinto abortar en la soledad de una camilla que en la compañía de una socorrista que te dice cómo tenés que tomar la medicación, qué te va a pasar, qué vas a sentir, y a qué agentes del sistema de salud amigable consultar después de hacerte ese aborto”, sostiene la autora, que en su libro narra las distintas etapas que existen desde que una persona gestante contacta a una socorrista hasta que finalmente interrumpe su embarazo. “Después de todo el proceso, la experiencia de abortar se transforma, mediante el socorrismo, en una experiencia para dar amor”, asegura.

-Hablás del aborto feminista como “práctica política”. ¿Por qué?

-Porque el socorrismo saca al aborto de ese lugar íntimo, privado, secreto y clandestino en donde estuvo muchos años para llevarlo a uno que tiene más que ver con el poder, a uno donde se colectiviza. Las socorristas hablan sobre el aborto en espacios públicos, en ámbitos estudiantiles, sindicales, barriales. Se decide qué hacer con el propio cuerpo y sobre el futuro, y eso tiene que ver con politizarlo.

-También hablás de amor, una palabra poco asociada a la de aborto…

-Porque así también lo expresan varias personas gestantes que atravesaron la experiencia del socorrismo y me parece que hay que escucharlas con eso que sienten. Mientras que el Estado abandona a esas personas que deciden que no es su momento de ser madres, las socorristas eligen la práctica feminista del amor y están atentas al teléfono cada vez que otra mujer las necesita. En ese sentido, las socorristas también disputan el sentido traumático que tiene el aborto generando otros relatos, otras narrativas, otras lógicas. La del amor es una de ellas. Un espacio donde se puede confiar en las otras.

-En el libro hacés mención a un trabajo de sistematización muy fuerte por parte de las socorristas. ¿En qué consiste y para qué sirve?

-Cada socorrismo va acompañado de un protocolo donde se anotan las características de esas personas que abortan. Se consigna si tiene otros hijos o no, si ya abortó previamente y dónde, si resultó bien el Misoprostol, y cómo fue todo el proceso. Toda esa sistematización la cumple toda la red nacional y es fundamental porque aporta datos impactantes. Así se logró saber, por ejemplo, que las socorristas lograron bajar la mortalidad materna en casi 20 mil acompañamientos en cuatro años. Es un trabajo clave que da cuenta de las ingenierías feministas que construyen para ayudar a otras.

-La colectiva La Revuelta nació en 2001, un año significativo para la historia argentina. ¿Cómo asocias estos acontecimientos y quá pasa hoy, en otro momento de crisis, con la red nacional que conformaron en 2012?

-No es casual el año, porque justamente la colectiva nace en un momento de crisis del sistema de representación político. Las integrantes venían de espacios sindicales, acadímicos, militantes, y decidieron activar desde el feminismo frente a esa falta de representación. Así arrancaron a denunciar desde violencias machistas hasta casos de abusos institucionales, como el asesinato de Carlos Fuentealba. Ahora pasa lo mismo. Diecinueve años después, también en un contexto político muy difícil como el de los últimos años, muchas de las nuevas socorristas son pibas muy jóvenes, que frente a esa realidad salieron a la calle a dar batallas asombrosos y poderosísimas.

-¿Crees que este es el año del aborto legal?

-Claro que sí. Y eso me genera una emoción terrible. El año 2018 significó un grito global, pese a la existencia de un senado totalmente blindado, ciego y sordo que no leyó lo que pasaba en las calles. Pero este año es distinto porque se ve una voluntad política y muchas más posibilidades.

-De ser legalizado, ¿entonces desaparecería el socorrismo?

-No, la lucha va a seguir hasta que el aborto además de legal sea libre y feminista. Ojalá junto con la legalización se produzca el Misorostol desde el Estado y que se pueda conseguir fácilmente.