Los brazos iban y venían como dos poleas enloquecidas. Una electricidad rara surcaba la atmósfera del Luna Park. Y al minuto y medio nomás de la pelea, una ovación brotó de los cuatro costados del viejo estadio de Corrientes y Bouchard y reventó como un trueno. Arriba del ring, el marplatense Eduardo “Tito” Yanni y el tucumano Horacio Saldaño no hacían más que dar y recibir. Como si un antiguo encono les nublara la razón. Como si entre ellos hubiera algo más que una momentánea rivalidad deportiva. Algo demasiado parecido al odio.

Abajo del ring, los veteranos cronistas de los diarios abrían los ojos sin poder creer lo que estaban viendo. Y los relatores y comentaristas de las radios intentaban lo imposible: contar golpe a golpe la guerra que se había desencadenado. Visceral como era, Horacio García Blanco le manoteó el micrófono de Radio Rivadavia a Osvaldo Cafarelli y gritó al aire: “Treeeemeeendo!!!”. Al término del primer asalto, una docena de personas se levantó de sus butacas del ring side y se fue del Luna, sofocada por tanta presión. Otras se desvanecieron o directamente rumbearon a la enfermería a pedir un calmante, algo que les bajara las palpitaciones. Los que se quedaron en su sitio, nunca más pudieron sentarse.

No hay una pizca de exageración en este relato de lo que pasó hace exactos 40 años. Quien esto escribe estuvo en el Luna Park aquella noche del 15 de marzo de 1980 porque tenía la sensación de que algo grande podía suceder. Y vaya si sucedió: Yanni y Saldaño protagonizaron los 15 minutos más dramáticos de la historia del Luna. La pelea más cruenta, volcánica y brutal de todos los tiempos del boxeo argentino. Ganó Yanni por nocaut técnico en el comienzo del 6º round porque en el intervalo, el doctor Rubén Amoia, médico de turno de la Comisión Municipal de Boxeo, vio el rostro desfigurado de Saldaño, subió a su rincón y decidió sacarlo de la pelea. Pudo haber hecho lo mismo con Yanni. Ninguno estaba para seguir un minuto más.

Y conste que no había pica ni animosidad personal entre Yanni (por entonces campeón argentino y sudamericano de los welters) y Saldaño, uno de los cinco grandes ídolos del boxeo argentino (Firpo, Justo Suárez, Gatica y Locche lo fueron como él). Simplemente se trató de dos profesionales íntegros que decidieron vaciarse esa noche con tal de dar un gran espectáculo. Saldaño estuvo a punto de noquear en el primer round. Pero se fue tambaleante a su rincón tras una derecha de Yanni que lo calzó en la punta del mentón. En el segundo asalto, estuvieron los tres minutos cruzándose sobre las cuerdas que daban a la avenida Corrientes a un ritmo demencial.

En el tercero, Saldaño estuvo un minuto colgado de las sogas de la calle Lavalle sin ensayar respuesta. Pero el árbitro Joaquín Arvas no quiso darle una cuenta de protección que si abrió en el 5º, cuando la juventud de Yanni, por entonces de 25 años, sacaba diferencias. Sobre el cierre de ese round, un cross de izquierda del tucumano estalló en la mandíbula de Yanni, lo dio vuelta en el aire y lo colgó del encordado de cara a la tribuna. Cuando Saldaño iba a rematarlo, sonó la campana. Un minuto más tarde, el doctor Amoia lo rescató de la hoguera. Una ovación imborrable premió a los dos por tanta entrega, por tantas emociones juntas.

Al mediodía del domingo, ardieron los teléfonos de Radio Rivadavia: cientos de oyentes querían revivir las emociones aún frescas del sábado. Y antes de que comenzara la transmisión dominical de fútbol de José María Muñoz, se repitió íntegra la pelea con los relatos de Caffarelli y los comentarios de García Blanco. El lunes a la noche, el noticiero 60 Minutos, vocero de la dictadura militar por ATC (hoy la Televisión Pública), también pasó entero el combate con la presencia de García Blanco en los estudios.

Yanni y Saldaño volvieron a enfrentarse en el Luna ocho meses después, el 15 de noviembre de ese mismo año. Yanni ya no era campeón argentino: había perdido el título ante el juninense Mario Guilloti, 27 días después de la pelea épica. Y Saldaño lo noqueó en 6 rounds. Con algo más de estilo y sin tanta excitación. El tucumano se retiró en 1983, Yanni en 1987 y cuando se cumplieron 30 años de la batalla, se reencontraron y se dieron un largo abrazo en una cena de homenaje que les organizó el periodista Carlos Irusta. Fue la última vez que se vieron. “Para mí, fue como ganarle a una leyenda” reconoció Yanni. “Honestamente, estaba en condiciones de seguir” admitió la “Pantera” tucumana.

A sus 65 años, Tito Yanni vive hoy en día en su Mar del Plata natal donde a cada paso le rememoran este canto al coraje y a la bravura. Y a sus 74 y rodeado de sus 4 hijos, Saldaño vive aislado del mundo del boxeo, renuente a cualquier intento de entrevista. Hace cuatro décadas, los dos coprotagonizaron una noche única, la más emocionante de la historia del Luna Park y acaso todo el boxeo argentino. Nunca antes y nunca después, la gloria y el drama, la agonía y el éxtasis del viril deporte de los puños se sintetizaron en 15 minutos que arriman el corazón al infarto cada vez que Yanni y Saldaño vuelven a sacarse chispas en el ring de los recuerdos. A piñazo limpio.