El aislamiento social obligado debido a la pandemia del coronavirus genera expectativas disímiles debido la carga de obligaciones y exigencias de padres y madres a la hora de pensar la cuarentena y niños que sienten que estar en sus casas es no ir a la escuela. 

En ese contexto, la convivencia puede tornarse entre tediosa, tensa y angustiante.

Una psicopedagoga y una psicóloga especialista en niñez ayudan a pensar la difícil tarea de no trasladar ansiedades y angustias de adultos ante la incertidumbre que presenta esta pandemia, y la forma de encarar las obligaciones y las exigencias escolares en cuarentena.

Para la psicopedagoga y docente universitaria Patricia Pedrosa, es sintomático que la primera demanda de madres y padres sea “que los ayude con la cantidad de tareas online que tienen, la exigencia de querer siempre cumplimentar y no perderse nada de lo que el sistema impone, y eso genera una presión y un estrés adicional en los chicos, que a veces no ayuda”.

La psicopedagoga explicó que se cree que es necesario mantener el orden y la organización, “algo que está bien. Poder mantener una rutina, pero también hay que darse tiempo para lo que nos pasa adentro, porque a los chicos también les pasan un montón de cosas con respecto a cambiar tan súbitamente su forma de vida”.

En ese sentido, Pedrosa indicó que lo interesante es reordenar y reorganizar la vida en casa “tratando de sacar un poco esa carga de la cantidad de tareas que les mandan a los chicos desde las escuelas”. Reconoció que no solo es culpa de los maestros, “que reciben una demanda ministerial, siempre pensando en que no pierdan y que los chicos tengan la posibilidad de acceso al conocimiento. Pero a veces descuidando las situaciones personales y los procesos de cada niño”.

La idea es poder prestar atención a lo que está pasando con los chicos más allá de las obligaciones”, dijo la especialista, quien agregó que también se debe prestar atención al juego. Aunque reconoció que no se debe pensar "que lo que no se dio hasta este momento se dé mágicamente ahora”.

“En la rutina en tu casa vos tenés que llevar a los chicos al colegio, almorzás con ellos o no, (tenés que) volver al trabajo, y tenés pocas horas con ellos. Cuando de repente tenés tantas horas por ahí idealizás en cuanto a que va a ser un momento de encuentro perfecto y tal vez eso no sucede”, dijo la especialista, que recomendó: "tampoco hay que poner esa carga emocional en uno mismo y en los chicos”.

Y volvió a la sobreexigencia que sienten los adultos y que pueden transferir a sus hijos e hijas: “Una de las quejas más frecuentes de las mamás y papás es que parecen maestras, entonces se confunden los roles y se empiezan a exigir cosas que por ahí los chicos no entienden, o puede pasar que se oponen a hacer las tareas”. Esto, señaló, es algo que va a suceder “y que no nos tiene que angustiar”.

Por eso, la piscopedagoga insistió en que hay que intentar cumplir, “pero saber que todos estamos cargados de obligaciones, nos llevamos el trabajo online a nuestras casas y llega un momento en que no sabés cuál es el horario de nada, todo es una demanda, desde el trabajo, las tareas de los chicos, la casa, la higiene”. Por lo que recomendó que para lo que viene “hay que detenerse un poco en esto, no dejar de hacer, pero sí aprender a medir los tiempos, porque si no todo esto incrementa el nivel de ansiedad y estrés”.

Ante la nada, la incertidumbre, “nos preguntamos ¿y ahora qué? ¿en qué ocupo el tiempo? Y a los chicos les pasa lo mismo, pensaban que iban a tener libertad porque están en sus casas y no en la escuela, pero resulta que no son vacaciones, porque hay preocupaciones, porque hay rutinas que ya no están y se instalaron de maneras diferentes”.

También consideró que lo económico juega un fuerte rol, “hay gente que puede comprar un montón de leches y cosas, y otra que no. Hay familias que tienen una sola computadora, con suerte, y son cuatro chicos, o un solo celular, en donde se tienen que rotar para hacer los deberes”.

Todo eso a una madre o padre le genera un montón de inconvenientes, culpas y angustias. En definitiva, “es como si se incrementaran las emociones, está todo más a flor de piel, en lugar de poder utilizar de otra manera el tiempo y relajar un poco”.

“La idea es tratar de usar ese tiempo, medirlo y organizarse en función de cada familia para que no genere más estrés del que ya tenemos”.

Instinto en situación de crisis 

La psicóloga especialista en niñez Carolina Jorge explicó que en este contexto angustiante el instinto de conservación y de autoconservación no funciona programado con fines siempre saludables y orientados hacia la vida. “Hay instintos narcisistas y agresivos que ni la cultura ni la moral pueden socializar efectivamente o canalizar por otros medios. Instintos que se dejan ver en situaciones de crisis especialmente”.

Y sostuvo que, en contraposición a lo que sucede con los adultos, los niñas y niñas “vivencian con otro peso y con mayor consistencia la realidad familiar antes que la realidad del mundo externo. Incluso las experiencias familiares son construidas en parte a través de fantasías mentales y reordenadas según la vida psíquica de cada niño”.

Un efecto común por el aislamiento puede ser el aburrimiento y el desgano. La especialista en niñez explicó que es algo que surge como respuesta o defensa ante la incapacidad de buscar un espacio más creativo.

“Eso es lo que está en juego hoy, poner a prueba su imaginación, su mundo de fantasías, poder generar juegos con lo que se tenga a disposición teniendo en cuenta las limitaciones”.

En cuanto a los miedos, las ansiedades y la angustia provocados por esta pandemia, Jorge indicó que lo diferenciaría de la parte adulta, “porque quizá los miedos o la falta de rutina y de proyección tienen que ver más con el mundo adulto, que hay que intentar no transmitir a los niños”.

“Ellos tienen un mundo propio, que es su familia, si hay otro tipo de miedo que tiene que ver con el mundo de la economía, la salud, y las perspectivas de lo que va a suceder, es decir, de la angustia, quizá sea la respuesta de un niño al que se le están transmitiendo miedos de adultos y hay que cuidarlo un poco, sin negar la realidad, pero cuidándolos”, concluyó.