A pesar de que comienzan a observarse algunas tendencias en los países en que se expandió el coronavirus, los especialistas, cautos, tienen de momento más preguntas que respuestas acerca de lo que sucede al interior de las casas en este inédito contexto histórico. Los hogares --con suerte, hay que decirlo-- se volvieron escenario de una convivencia forzosa de 24 horas. Se volvieron el mundo. “Surgen preguntas que nadie se hacía. Esto es nuevo para todos. No podemos predecir efectos. Una vez que pase habrá que teorizar de nuevo”, explica a Página/12 la psicoanalista Marina Esborraz. El desafío será enorme para las ciencias sociales.

En situación de pandemia la palabra “familia” exhibe toda su complejidad. Se puede “multiplicar al infinito”, porque las hay “patriarcales, heteronormativas, monoparentales, (de padres) del mismo sexo”, enumera seguramente quedándose corto el psicoanalista Carlos Quiroga, quien también prefiere atender a la premisa de no romantizar la cuarentena. “Hay quienes tienen movilidad dentro de la casa y gente que vive en un ambiente con dos chicos. Hay gente que vive en la villa y no puede estar adentro, y circula dentro de la villa para que no la detenga la policía”, compara. A través del home-office algunos pueden garantizarse el cobro; otros viven al día y están atormentados. En medio de este inesperado cambio mundial tal vez ni las familias felices se parezcan entre sí.

Domingo constante

Así como el momento histórico no tiene precedentes, esta convivencia no se parece a nada. En las familias tipo, ni siquiera a la de las vacaciones, que pueden no ser ideales por diversos motivos, pero que son elegidas y tienen un tiempo demarcado. Sandor Ferenczi, médico y psicoanalista húngaro, habló de las neurosis de los domingos y las vacaciones. “Este es un domingo constante. No se sabe cuánto puede durar esta cuestión de que todos los días son iguales”, sugiere Esborraz. El domingo eterno transcurre entre el miedo al contagio de propios y ajenos, la preocupación por los familiares que integran el grupo de riesgo y el devenir de la economía, el pánico al que incitan sobreinformación e infodemia, la pérdida de una rutina. Incluso la situación de prepararse para un duelo respecto de la forma de vida. “La cuarentena implica actuar sobre la propia reactividad e impulsividad”, agrega el psicoanalista y doctor en Filosofía Luciano Lutereau.

Los terapeutas --que trasladaron el consultorio al teléfono o la virtualidad y prevén un crecimiento en las consultas de parejas-- perciben un clima social de angustia existencial y crisis de sentido. Individualmente nadie estaba preparado para esto. Por ende las familias tampoco. “Vivimos vidas basadas en la ocupación y la acumulación de actividades que tienen una función evasiva. No estamos dispuestos ni acostumbrados a encontrarnos con nosotros mismos”, advierte Lutereau. “El principal aspecto es que la familia contemporánea no está acostumbrada a compartir tiempos por fuera de lo planificado. El estar siempre con los otros no es lo más común”, sentencia.

Lo que se empieza a ver en redes y sesiones es que los padres ahora tienen un tiempo extra para dedicar a sus hijos. En el caso de los que tienen hijos chicos, en ese tiempo inventan entretenimientos, los ayudan a hacer las tareas de la escuela, recuperan viejos juegos de mesa, arman ciclos de cine. Así es como responden a la demanda de ir a la plaza, por ejemplo; aunque precisamente por su “capacidad lúdica” son los niños los más preparados para este encierro, dice Lutereau: están acostumbrados a diseñar mundos propios dentro de cuatro paredes.

El sentido común lleva a pensar que la adolescencia es una etapa más complicada. Los adolescentes con acceso a la tecnología suelen vivir sus vidas en la virtualidad prácticamente sin hacer distinción entre el mundo real y el online. Pero históricamente no les agradan las normas. “Una cosa es que quieran estar conectados y otra que tengan que hacerlo. Empieza a surgir una erotización del espacio exterior”, aporta Esborraz. “Para muchos padres fue muy difícil hablar de la cuarentena sin que se genere un clima de pelea, rispidez, malestar. Quedaban como aquellos que tenían que inhibir que los hijos salgan”, añade Lutereau. Todo esto se hizo complejo en una sociedad que poco a poco fue asumiendo de qué trataba el virus y por qué el aislamiento era fundamental.

En suma, la familia tipo contemporánea está invitada a repensar su desenvolvimiento “instrumental” y “los roles jerárquicos”; esto es, a diluir “las diferencias entre un miembro y otro”. “El desafío es poder encontrar algo común, como el espacio lúdico”, concluye el doctor en Filosofía.

El amor en tiempos de cuarentena


Hay un chiste de Puebla circulando por Whats App en el que se ve a una abogada experta en divorcios presentándose con un grito desde su ventana. Los habitantes de los departamentos aledaños responden al unísono: “¿Teléfono?” “De esta salimos embarazadas o separadas”, se comenta en un grupo de mujeres jóvenes. Quizás el testimonio más llamativo que llegó para el armado de esta nota sea el de un hombre que --en los días previos al decreto-- se refugiaba en el auto para pasar menos tiempo con su concubina. Internet se pobló de notas con recomendaciones para que la pandemia no aniquile el amor. La información que llega del mundo muestra un crecimiento de los trámites de divorcios --aunque no sería adecuado establecer ya una relación de causa-consecuencia, también por el aislamiento las oficinas públicas han estado cerradas--. Por ejemplo, en la ciudad china de Xi’an hubo un récord de solicitudes en las últimas semanas.

Lutereau señala que es posible que la cuarentena haga crecer “la conflictividad” en las parejas que conviven. Un aspecto en el que coinciden los especialistas consultados es que el aislamiento, de por sí, no agrega nada. “Delata lo que ya había en relación con el otro en una familia. Ante la imposibilidad de hacer otras cosas el peso de la relación es distinto”, propone la psicoanalista Marta Fernández. De nuevo, el tiempo: “La gente se suele ver poco. Esto la obliga a enfrentarse con el otro y delata lo preexistente. Es como cuando alguien se jubila. Suelen ser situaciones de conflicto”. En sintonía, Esborraz cree que esta suerte de “prisión domiciliaria” puede “acelerar las cosas”, y también generar una “deserotización”. Porque la economía del deseo requiere de distancia y falta. De extrañar.

Sin lugar a dudas, el asunto más preocupante es la violencia de género (ver recuadro). El diario Clarín publicó que en las últimas horas se incrementaron en un 30 por ciento las llamadas a la línea 144, tendencia que se observa o prevé en otros países afectados, como España, que desarrolló un plan de contingencia. “Seguramente no es por esta situación que empiece a haber violencia de género. Puede potenciar lo que ya estaba”, sugiere Esborraz. Por su parte, Quiroga aporta su punto de vista: “El encierro y la demanda pueden generar condiciones de más violencia. Un tipo que está recontra mal casado, que tiene una amante de hace diez años, ahora no puede verla. Tampoco ir al club o al trabajo. Se enfrenta a una realidad que soportaba comiendo afuera. Las condiciones materiales libidinales cambiaron y en eso soy extremadamente marxista”.

¿Es posible el aislamiento en los barrios más castigados?

La consigna de “no romantizar la cuarentena” implica considerar que el aislamiento es “privilegio de clase”. Estela Rojas está al frente de la organización Chicos del Sur, en Villa Fiorito (Lomas de Zamora), que ofrece entre otras cosas talleres y microempendimientos y opera como comedor. Al interior de los barrios el hambre se antepone a la angustia. Cuenta Rojas que antes de la salida del decreto presidencial sostenían el contacto con los chicos que iban al comedor “con grupos aislados entre sí” y normas de higiene. En este momento han decidido cambiar el reparto de viandas por bolsones.

“Las mamás se preguntan qué podrán hacer ahora. La mayoría tiene ingresos por changas. Las asistencias del Estado son buenas pero insuficientes, porque venimos de carencias hace bastante tiempo. Esto lo agrava terriblemente”, advierte. También llama la atención sobre otra cara de la violencia: la que padecen los chicos de los barrios más vulnerables, expuestos a abusos, golpes, violaciones. “Es de todos los días. Pero ya no hay adónde escapar.”

Para las familias de Fiorito no es fácil cumplir con el aislamiento obligatorio: “Sus casas no son contenedoras para la cantidad de habitantes que tienen. Son chiquitas. En ellas se van ensamblando la hermanita más grande que ya tiene su compañero, su hijito e hijita… No hay espacio”. A diferencia de los adolescentes que abrazan en sus cotidianidades la tecnología y quizá no salen tanto, en la zona donde vive Rojas suelen copar calles y veredas. “Estar adentro no va a ser posible. Es difícil encontrar una solución correcta. En los barrios pobres es donde hay menos defensas. Pero, a la vez, ¿cómo se hace para aislarse en una casita de seis por seis en la que, con suerte, a veces hay dos ambientes, puede no haber baño, el agua está afuera o no la hay?”, se pregunta. En estos casos, la cuarentena aparece más como “callejón sin salida” que como oportunidad para generar algo distinto y mejor.


Fricción, violencia, revolución personal

Sin dar datos específicos, ONU Mujeres advirtió de dos cuestiones en medio de la pandemia: el aumento de la pobreza en las mujeres --tienen trabajo informal en mayor proporción que los hombres-- y de la violencia de género, que observó en China, Corea, Italia, Francia y se espera que se replique en Latinoamérica. “La circunstancia es inédita. Esta concentración doméstica y continuada lleva casi a ponderar sistemas relacionales de fricción. Pero una cosa son las fricciones y otra la violencia directa”, dice la socióloga y asesora del Poder Ejecutivo Dora Barrancos. Ella cree que la cuarentena “aumenta las posibilidades” de la violencia de género.
La socióloga no se esperanza con que la pandemia y sus consecuencias activen la “solidaridad” entre las personas, pero le encuentra un “vertedero interesante” desde una óptica feminista: “Tal vez muchas mujeres se den cuenta de las hastiadas vidas que llevan con tipos que no quieren. Las revoluciones personales son las que socialmente también cuentan. Una mujer que comprende lo que le está ocurriendo hace un acto de salida de la inmanencia, diría Simone de Beauvoir. No es poca cosa que en la vida los seres humanos se arrojen a una situación de conquista de mayor libertad. No es por egoísmo. Mejora la condición humana”. Finalmente, remarca que el aislamiento “pone al rojo vivo la crucialidad de las tareas de cuidados”, en las que se manifiesta fuertemente la brecha de género.
Ante la posibilidad de un incremento en la violencia, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad reforzó el equipo de atención de la línea 144 e incorporó canales de comunicación por WhatsApp (1127716463, 1127759047 y 1127759048) y correo electrónico ([email protected] ).