Krzysztof Penderecki murió hoy domingo a los 86 años en Cracovia, ciudad a la que se mantuvo ligado toda su vida. “Uno de los mayores músico polacos, una autoridad mundial en el campo de la música clásica”, expresó a través de twitter el Ministerio polaco de Cultura, después de señalar que la muerte se produjo “tras una larga y grave enfermedad”. Compositor y director de fama planetaria –entre otros galardones obtuvo cinco Premios Grammy y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2001–, Penderecki nació en Debica, en el sureste de Polonia. Se formó en violín y composición en la Academia de Música de Cracovia, cuando se llamaba Escuela Superior de Música del Estado. Su música, de fuerte inspiración católica, fue el reflejo de las tensiones de Polonia durante el comunismo. A través del tiempo cruzó los estilos y los públicos, y sonó también en películas como El resplandor y El exorcista, y en colaboraciones como la que tuvo con Jonny Greenwood, de Radiohead.

Egresado en 1958 de la institución de la que llegaría a ser docente y director, Penderecki comenzó a tener reconocimiento internacional al año siguiente, con el estreno Strophen, Salmos de David y Emanations, en el Festival de Otoño de Varsovia. Por entonces, el lenguaje del joven compositor mostraba la marca de la muy influyente “Escuela de Darmstadt”, los cursos de verano que en la ciudad alemana impulsaron músicos como Luigi Nono, Bruno Maderna, Pierre Boulez y Karl-Heinz Stockhausen.

En los cruces que cristalizaron muchas de las ideas que animaron las vanguardias musicales de la época, la búsqueda musical de aquel Penderecki encontró el propio sigilo, a partir del interés por el color sonoro, con especial énfasis en la expresividad de las cuerdas, la percusión y las posibilidades de la voz en función coral. También por el interés en el contenido religioso. De este período dan cuenta obras como Anaklasis, para cuerdas y percusiones (1960); Treno a las víctimas de Hiroshima, para cincuenta y dos instrumentos de cuerda (1960) –tal vez su obras más celebrada– ;Polimorfia, para cuarenta y ocho instrumentos de cuerda (1961), Stabatmater (1962); Passiosecundum Lucam (1965); De natura sonoris I y II (1966 y 1970) yDiesirae (1967).

A partir de la década de 1970, Penderecki comenzó a cambiar el rumbo estético de su producción, concentrándose en el rescate y reelaboración de formas de tradición histórica y en un sonido menos abstracto y más accesible. Te Deum (1980); Requiem (1984); Credo (1998), además las óperas Los demonios de Loudun (1969), El paraíso perdido (1978) y UbuRex (1991) y sus ocho sinfonías –la última estrenada en 2006–, dan cuenta de sus intentos por recuperar la comunicación entre el compositor y el público. Entre sus últimas composiciones está Chaconne para cuerdas (2005), a la memoria de su amigo Juan Pablo II, a quien conoció en Cracovia, cuando éste era cura y actor.

La música de Penderecki fue elegida como parte de la banda sonora de películas que hoy son clásicos, entre ellas El resplandor, de Stanley Kubrick, y El exorcista, de William Friedkin, y también fue muy apreciada en el universodel pop. Jonny Greenwood, guitarrista y cerebro musical de Radiohead, fue un declarado admirador del compositor polaco, con quien colaboró en 2012 en un álbum editado por el sello Nonesuch. Ahí,Treni y Polimorfia de Penderecki se combinaron con Popcorn Superhet Receiver y 48 Responses to Polimorfia de Greenwood.

Penderecki fue el mejor”, escribió Greenwood para despedir al maestro en las redes sociales. “Fue un compositor increíblemente valiente y un hombre amable y bueno. Mis condolencias a su familia y Polonia por esta gran pérdida en el mundo de la música”. El año pasado se publicó un álbum con Pendereckial frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional Polaca, haciendo Sinfonía N° 3 de Henryk Górecki, con la participación de Beth Gibbons, cantante de del grupo trip hop Portishead.

En su última actuación en Buenos Aires, en setiembre de 2016 en el centro Cultural Kirchner, Penderecki dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional en un programa dedicado a sus propias músicas. Esa noche se escuchó el “Adagio” de la Sinfonía Nº 3 –completada en 1995–, en su versión para cuerdas, el Concerto grosso No.1 para tres violoncellos y orquesta, de 2001, conEduardo Vasallo, Jorge Pérez Tedesco y José Araujo como solistas, y la Sinfonía Nº 4, escrita en 1989 por encargo de Radio France para el centenario de la Revolución francesa.