“La violencia patriarcal también es pandemia. La lista de femicidios no para de aumentar desde que comenzó la cuarentena obligatoria”, denunció Milagros en una esquina de Lanús Este en la tarde del lunes. Repiqueteando un bombo sobre su cintura, pelo suelto, voz quebrada, en el marco del ruidazo nacional que se oyó en las calles de todo el país para reclamar por la lista de femicidios que no para de crecer, pidió justicia por su tía Cristina Iglesias y su prima Ada, que hace tan solo algunos días fueron fueron asesinadas y enterradas en el fondo de su casa, en Monte Chingolo, por la pareja de Cristina. Y también por el resto de las víctimas de violencia machista que cosechó la cuarentena obligatoria por la pandemia de coronavirus. Estuvo acompañada de un puñado de personas, muchas jóvenes como ella, algunas vecinas y vecinos, que se sumaron golpeando cacerolas, botellas y tapas de ollas. Otros vecines, en cambio, denunciaron la reunión ante la Policía por romper el aislamiento.


“Paren de matarnos”, gritó Milagros tras leer, uno por uno, los nombres de las mujeres que murieron como consecuencia de la violencia machista”. Se paró en la esquina de Pergamino e Ituzaingó, a unas diez cuadras de la estación de Lanús, en el conurbano Bonaerense, y a otras tantas de la casa donde fueron encontrados los cuerpos sin vida de Cristina Iglesias y su hija, Ada, de siete años, el fin de semana . Desde su celular, leyó el texto breve que preparó para acompañar el ruidazo que se llevó a cabo esta tarde en varios rincones de la ciudad de Buenos Aires, el Conurbano y el país, para visibilizar que, en el contexto de aislamiento obligatorio como medida de prevención contra la pandemia de Covid-19, las mujeres víctimas de violencia machista quedan expuestas e indefensas frente a su atacante.

Además de remarcar que “la violencia machista es también pandemia”, mencionó uno por uno los nombres de las mujeres que fueron asesinadas por femicidas en las últimas semanas, en su mayoría durante la cuarentena obligatoria. Nombró a su tía y a su prima, a quienes también recordó en un cartel con el que envolvió el bombo que hizo sonar sin parar, y en una bandera que extendió en el asfalto. También a Susana Melo, que fue asesinada en Bahía Blanca; a Claudia Repetto, en Mar del Plata; a Lorena Barreto, en Misiones, Pilar Riesco, en la Ciudad de Buenos Aires, a Romina Ruiz Díaz, en Cañuelas; Lidia Britez, en La Pampa, Verónica Soule, en Santa Fe y Haydé Salazar, en Bariloche.

Fueron una veintena de personas, en su mayoría mujeres, quienes rodearon a Milagros esta tarde en esa esquina de Lanús este, pero el ruidazo se sintió en el ambiente durante largo rato en el que cornetas, golpes de tachos, ollas, botellas y hasta sirenas de autos y casas, se sumaron a la medida que se organizó de manera virtual para reclamar por los femicidios y exigir medidas al Estado.

Sin embargo, no faltó quien consideró que la reunión estaba violando las medidas de prevención impuestas por el Ejecutivo nacional con el objetivo de prevenir el avance del coronavirus en el país.

“Qué tal, no pueden estar acá, hay cuarentena”, advirtió un efectivo de la policía que se acercó a la esquina donde se agitaba el ruidazo. Milagros se acercó a la camioneta policial y explicó con calma la situación.

--Estamos reclamando por mi tía y mi prima, asesinadas por un hombre, y todas las víctimas de femicidios que hubo en los últimos días, ¿nos permitirían seguir estando acá?-- consultó la joven, mientras uno de los efectivos se acomodaba el arma en la cintura y bajaba del vehículo.

--Lo que pasa es que los vecinos hicieron la denuncia por la ruptura de la cuarentena, que no puede pasar-- añadió el efectivo.

--Sí, pero no puede ser que nos sigan matando. Mi prima mayor hizo la denuncia por la violencia que sufría mi tía y en la comisaría le respondieron que estaba loca. Eso tampoco puede pasar, el estado no puede seguir abandonándonos-- respondió Milagros.

La Policía habilitó la continuidad de la protesta, pero se quedó “para cuidarlas”, advirtió el efectivo.

Los cuerpos de Cristina y Ada fueron hallados hace dos días en el fondo de su casa en Monte Chingolo luego de que Abel Romero, el hombre que era pareja de la mujer y fue detenido el viernes pasado, confesara el hecho. “Quiero seguir reclamando hasta que la Justicia condene a quien mató a mi tía y a mi prima. Para que su muerte no quede impune”, remarcó Milagros. La esquina dejó de sonar a las 19.45.