“Hay pocas emociones en la vida como ver tu propia película parodiada en las páginas de Mad”, aseguró alguna vez el director Joe Dante, responsable de éxitos como los Gremlins. El objeto de su elogio era el trabajo de Mort Drucker, el célebre ilustrador norteamericano que falleció este jueves a los 91 años en su casa de Woodbury, Nueva York, por causas aún desconocidas. Drucker satirizaba la cultura pop desde sus páginas en la humorística Mad Magazine, pero también ayudaba a darle forma. Por ejemplo, el aclamado actor Michael J. Fox declaró en 1985 que se dio cuenta que había conseguido entrar definitivamente a la industria cinematográfica cuando Drucker dibujó su rostro. Esta notoriedad también corría para muchos políticos. Como sucedió durante mucho tiempo en países donde la cultura gráfica es importante (como en la Argentina, sin ir más lejos), ser caricaturizado por alguno de los grandes del género era un certificado de pertenencia. En EE.UU., ser retratado por alguien de la “pandilla habitual de tarados”, como se autodenominaban jocosamente los integrantes de la revista, otorgaba ese estatus.

Algunos especialistas en la historia del arte gráfico –como el crítico en cultura pop Grady Hendrix- aseguran que el neoyorkino no inventó el subgénero historietístico de la parodia cinematográfica, pero lo popularizó. Tanto que la Mad casi no incluía esa clase de cómics hasta que incorporó a Drucker a su staff. En 1956 Drucker entró a la publicación y en 1959 apareció La noche que Perry Masonmint perdió un caso (una sátira sobre un episodio de la serie de abogados y detectives Perry Mason, claro). Desde entonces y durante 44 años fue una sección indispensable. Si la revista Mad influyó a miles de futuros dibujantes y humoristas en todo el mundo, lo de Drucker allí fue fundamental para instalarla como referente.

Mort Drucker nació como Morris Drucker en 1929, en Brooklyn. Comenzó profesionalmente a los 18 años gracias a la recomendación de un amigo de la familia que sabía una o dos cosas sobre ilustración e historieta: nada menos que Will Eisner (inventor del mentado término “novela gráfica”). No es el único colega relevante que admiraba su trabajo. Charles Schulz, el creador de Peanuts y padre de la tira cómica moderna, se declaraba su admirador. Es más, Schulz le dedicó un elogio poderoso: “él dibuja como a todos nos gustaría dibujar”. Y aunque se lo conoce como caricaturista, con el tiempo también publicó incontables páginas como historietista en revistas de aventura, horror y hasta romance.

Al poco tiempo de ese primer trabajo como asistente comenzó a colaborar para National Periodical Publications (que eventualmente devendría en DC Comics), un trabajo que mantendría durante varios años, incluso cuando ya descollaba en Mad. También hizo portadas para números especiales de revistas como Time. Su trabajo no sólo destacaba por la calidad de sus caricaturas, sino por la cantidad que incluía en cada ilustración. El suyo era un trabajo tan demencial como el humor que proponía la publicación que lo albergaba.

Entre otros trabajos llamativos que realizó se encuentran un libro para colorear dedicado a John Fitzgerald Kennedy (que vendió cientos de miles de copias) e incluso otro dedicado a Ronald Reagan, a quien también representó. Reagan amó la parodia donde se lo presentaba como El Padrino. Tanto que lo invitó oficialmente a la Casa Blanca.

Es cierto que no todos se tomaban a bien sus páginas. Con el lanzamiento de El imperio contraataca, por ejemplo, el departamento de legales de Lucasfilm le envió a Mad una de esas cartas típicas de abogados, intimando a retirar la tirada de circulación. La revista respondió esa carta de “cease-and-desist” con otra carta. Iba firmada por el mismo George Lucas, quien un mes antes había ofrecido comprar todos los originales de Drucker mientras lo comparaba con Leonardo da Vinci. Evidentemente los abogados de Lucas no compartían su sentido del humor. Tampoco conocían bien a su jefe, quien ya había encargado al caricaturista un poster apócrifo para su primer éxito cinematográfico, American Graffiti, parodiado en Mad como American Confetti.

Ya retirado, Drucker recibió algunos reconocimientos más formales a su obra. En 2015, la National Society of Cartoonists (Sociedad Nacional de Caricaturistas) le otorgó su Medalla de Honor. Dos años más tarde le abrieron las puertas del Salón de la Fama de la Sociedad de Ilustradores. El Instituto de Arte de Boston le otorgó un doctorado honoris causa en bellas artes (Drucker era autodidacta) y hay trabajos suyos en la Galería Nacional de Retratos del Instituto Smithsoniano. No es poco para alguien a quien le pidieron unas “caricaturas de famosos” y, aseguró, sencillamente las hizo como pudo.