ALGO NO FUNCIONA: EL ABUSO EN PRIMERA PERSONA

Por Leonardo Gudiño

En la novela Por qué volvías cada verano (Madreselva), de Belén López Peiró, su autora relata el abuso padecido en su adolescencia en manos de un tío poderoso. Este libro acompañó y fue un apoyo clave para que Thelma Fardin, en diciembre de 2018, hiciera pública la denuncia por violación contra Juan Darthes. A clau bidegain esta época le interpeló, y entre otros tantísimos pilares más, le invitó a ponerle voz también a su historia. Clau es un poeta no binarie. En Algo no funciona. Cicatrices del silencio, su primer libro de poesía, cuenta, literaturiza, su propia experiencia.

La editorial cooperativa Muchas Nueces lo hizo otra vez; publicó esta autobiografía escrita en clave poética, enunciada por una voz sexogenérica disidente desde dos registros posibles: el de la crudeza, pero también el de la ternura. Son seis capítulos atravesados por tres mundos íntimamente ligados: el pasado traumático, el presente del aquí y del ahora, el del momento exacto de la enunciación, y la proyección del futuro.

Este libro de textos poéticos vuelve a sacar a la intemperie de nuestra humanidad la denuncia de todas las épocas: los abusos sexuales contra las infancias y las adolescencias. Su autor, clau bidegain, vive en la Patagonia, es docente, activista de la disidencia sexogenéricx y militante de la Educación Sexual Integral con perspectiva transfeminista y cuir. Dirá clau que todo lo que venía leyendo del abuso sexual en la infancia y adolescencia era escrito desde el puño de feminidades y que no había dado con la voz de un niño abusado. Le pareció que tenía justamente eso para aportar: sobre su niño de 12 años hasta su adolescente de 19 años abusado: “¿tendré que agradecer?/ por los años de terapia que necesité y necesito/ y por la posibilidad que tuve de repensarme desde el deseo/ desde las ganas de morir y las ganas de matar”.Fueron ocho años de producción y sanación literaria. Por eso quizás quedan registrados en la poesía de clau bidegain las señales de una historia como ejercicio metafórico de su biografía. El ph de Liniers que se caía a pedazos, el viaje hacia Lugano 1 y 2 en el colectivo 114, los pebetes carísimos y la educación pública. Junto con Hojarascas de Susy Shock y Travesti. Una teoría lo suficientemente buena de Marlene Wayar, este libro de clau bidegain forma parte de la colección “Urgente” que compila la editorial Muchas Nueces. Son todos textos producidos en la vigilia de este tiempo, lecturas que conmueven lo rígido y mortuorio del mundo en la urgencia de poder abrazar a las infancias sin tanta hipocresía.

OSCAR WILDE Y YO: LORD ALFRED DOUGLAS CONTRAATACA

Por Facundo Abal

De escándalos amorosos la historia de la literatura está plagada. La cultura popular y los medios también han dado material de sobra. Pero quizá la primera gran diferencia de la bataola que se desató entre Oscar Wilde y su joven amante, Lord Alfred Douglas, es que los trapitos al sol no fueron unos pobres 240 caracteres y bloqueo posterior, sino que los reclamos cruzados nos regalaron dos jugosísimos libros, escritos con exquisito veneno. En cada uno de ellos, no solo se revelan detalles bajo sábanas y miserias de esa relación, también se pinta el fresco de una época y las tensiones de la crítica literaria de fines del siglo XIX. Primero vino De Profundis, la obra que Wilde escribió en la cárcel después de haber sido acusado de sodomía por el marqués de Queensberry, padre de Douglas, y condenado a dos años de trabajos forzados. Las desgracias de Wilde después de la pena se sucedieron como fichas de dominó: la bancarrota, la pérdida de la custodia de sus hijos y sobre todo el lastre de una sociedad dispuesta a prender la primera chispa de la hoguera. Del dolor por el abandono de Bosie (así lo llamaba a Douglas) sale De Profundis, una obra que denota el tránsito espiritual de Wilde después de haber pisado el infierno.

"Me repugna pensar que he pasado en la cárcel dos años interminables sin haber recibido de ti una sola línea, una noticia cualquiera: que nada he sabido de ti”, empieza diciendo Wilde en su carta. La respuesta tardó tanto que cuando apareció Wilde ya estaba muerto. Hoy nos llega en la forma Oscar Wilde y yo publicado por la editorial Granica. En el libro, Douglas parece un personaje creado por el mismo Wilde. De lengua bífida, niño rico y caprichoso. Por cada tibio elogio que le hace a Wilde, le tira una tonelada de barro. Desde el mal aliento hasta cómo lo sostenía económicamente, pasando por su sobrepeso o el tratamiento contra la sífilis por frecuentar prostitutos. Dedica un capítulo entero a mostrar los pespuntes de El retrato de Dorian Grey. Douglas trata de desmarcase de todas los comentarios que lo posicionaron como inspiración de Wilde para construir a ese protagonista obsesionado con la juventud eterna y dispuesto a cualquier cosa por su narcicismo. Durante el juicio a Wilde se utilizó un poema de Douglas que termina con la frase “the love that dare not speak its name" (el amor que no se atreve a decir su nombre). Acá ya no solo se atreve, sino que le dedica más de 300 páginas.

TRES CALABERAS: LAS PROFUNDIDADES DEL DESEO ADOLESCENTE

Por Walter Romero

La reedición de Las tres carabelas (Ediciones De Parado) de Blas Matamoro es un acontecimiento literario. Esta novela, publicada en los albores de la primavera alfonsinista, se enlaza en la tradición de las ficciones maricas con una irreverencia culta y desprejuiciada, propia de la figura de su autor, es decir, amasada entre la crítica literaria que estudia a Proust en español y los escritos culturales sobre el sabalaje local, que supo poner el dedo en la llaga sobre la sexualidad de Gardel.

Si la Francia de hoy tiene en un Édouard Louis la diatriba contra la homofobia en las provincias machirulas o en un Didier Eribon la problematización de la salida de un armario para entrar en otro, Matamoro enarbola un discurso esmerilado sobre las subjetividades de la diferencia en la Argentina de finales de los cincuenta cuando el protagonista nace al deseo a su dieciséis años. Blas Matamoro explora en Las tres carabelas, sin el más mínimo lugar común, la forma en que un muchacho de Liniers “sortea” los mandatos patriarcales de una argentinidad macha. El trayecto a recorrer en este periplo de descubrimientos parte de un homoerotismo no de las “maneras” sino de los enlaces mundanos: la ciudad es el descubrimiento por donde circula esa otredad que finalmente el protagonista “asumirá” como propia: el viaje en tranvía donde otras anatomías se descubren, las inmediaciones políticas de la Plaza de Mayo o los senderos que se emputecen en las calles arboladas de Belgrano.

Las tres carabelas es el relato de un zarpe: el viaje inconsulto de un niño —disimuladamente manfloro— que se “subjetiviza” en los arreboles de madre, el encandilamiento de un compañerito y su “selva espermática”, un hincha de fútbol erotizable, y, un profesor de francés que, desde los sacrosantos claustros del Colegio Nacional y con un anillo putísimo y papal, lo seduce e “inicia” alentándolo a sumarse a “la raza de Sodoma”. Estas carabelas del título son un símbolo de la libertad del deseo como nave al garete; no por “falladas”, sino porque definitivamente han querido dejar atrás toda posible ancla: “El pasado no tiene historia. Es el presente el que la tiene. El pasado es una superficie cristalina, transparente o turbia, pero que no se toca, y contra la cual se estrellan todas las cosas que han ocurrido, confundiéndose de fecha en un solo instante”.

VERANO INTERMINABLE: UNA TEMPORADA ENTRE EL TEDIO Y EL DESEO

Por Daniel Gigena

Al leer los nuevos relatos de Claudio Zeiger agrupados en torno a una misma temporada (el verano), se tiene la impresión de que al autor se le ha soltado, por fin, la mano. De una escritura más controlada y en deuda con cierta tradición literaria local, a la que aún rinde tributo, Zeiger parece haber pasado a formas más libres y aceleradas. En los siete cuentos de Verano interminable, si bien aparecen los personajes de escritoras y jóvenes aspirantes a escritores, de famosos ahora sin gloria, de gays asimilados a una rutina transparente y de parejas encaminadas rumbo al ocaso, es el paso del tiempo el que dirige la marea narrativa. El verano también es la antesala de un destino insospechado. Esa conciencia, que los personajes adquieren a destiempo, tiene sus efectos de lectura. La realidad es apenas una superficie que, al menor roce, se transforma. Zeiger intenta desenvolver el proceso de esa transformación a la manera de un strip-tease interminable donde la desnudez nunca queda expuesta.

En “El futuro de la literatura gay”, el único relato que da un salto temporal hasta un cercano 2023, una pareja de hombres casados se percata de que detrás de las ansias de infidelidad se esconde el aburrimiento de seimpre. Enrique imagina entonces una poshomosexualidad que rompería con el sometimiento a la tiranía del sexo y la exposición a las miradas de los otros. Repentinamente, Jorge, su pareja, muere a inicios de 2023. Ante el umbral de las elecciones presidenciales, el viudo se entrega a la retrospección. “Él cenaba con esos amigos que se habían hecho los boludos durante los últimos años del gobierno peronista llamado ‘de transición’ por todo el mundo, puente de plata para el regreso de la ahora rebautizada alianza Todos Juntos”. La historia de amor de dos gays burgueses vira al relato de fantasmas. Hay otra dimensión que se filtra en los cuentos de Zeiger cuando establecen contrapuntos con diferentes noticias policiales que en los últimos años captaron la atención pública, como los asesinatos de Lola Chomnalez en una playa de la costa uruguaya, de integrantes del Poder Judicial argentino, de financistas, ancianas y homosexuales en Recoleta y Barrio Norte. De manera ambigua narradores y personajes deslizan hipótesis tan improbables como seductoras. En “La noche de Ricky Mansard”, una figura de la televisión surgida en los años 60, un homosexual de la vieja escuela que encontró amparo entre los jerarcas de los gobiernos de facto, protagoniza un cuento que, luego de los aires de comedia, se oscurece y conecta la serie de crímenes de odio atribuidos a taxi boys con el final de un espectáculo funesto.