La actual pandemia de covid-19 abrió el terreno a los interrogantes sobre cuáles pueden ser los aportes de las nuevas tecnologías --el Big Data y la Inteligencia Artificial (IA)-- para ayudar a reducir el impacto u optimizar políticas públicas para enfrentar esta enfermedad.

Hay que reconocer que la primera en advertir la epidemia de coronavirus fue la start-up canadiense BlueDot, que el 30 de diciembre del 2019 avisó a sus clientes (gobiernos, hospitales y empresas) que había una extraña epidemia de neumonía en la ciudad de Wuhan, China, un día antes de que China le avisara a la OMS y nueve días antes de que ésta alertara al mundo.

BlueDot pudo elaborar esta advertencia usando algoritmos basados en IA que rastrearon millones de datos: noticias en idiomas extranjeros, redes de enfermedades de animales y plantas, blogs, informes oficiales, entre muchos otros. Luego, un grupo de epidemiólogos verificó que las conclusiones tuvieran sentido desde un punto de vista científico, y recién entonces se envió un informe. Aunque según Kamran Khan, médico, fundador y CEO de la empresa, “en ese momento no sabíamos que se iba a convertir en algo de esta magnitud”.

Fue la misma BlueDot, quien en base a los datos globales de emisión de pasajes aéreos, pudo predecir hacia dónde y cuándo se dirigirían los infectados y así pronosticaron correctamente que el virus saltaría de Wuhan a Bangkok, Seúl, Taipéi y Tokio.

Para muchas personas, el uso del Big Data y AI despiertan sospechas porque con sus técnicas pueden acceder a la información privada de los consumidores para manipularlos en la toma de decisiones. Son empleados por el marketing para “espiar” a los consumidores y saber qué, cuándo y cómo ofrecerles un producto para lograr que lo compren; también el marketing político recurre a ellos para “vender” mejor a los candidatos, ayudándolos a construir un mensaje específico para cada elector. Esta pandemia de covid-19 abre la oportunidad para que el Big Data y la Inteligencia Artificial sean utilizados en función del interés público y no del mercado.

Los casos en el mundo

Los Estados de los distintos países están recurriendo a su uso para analizar, planificar y controlar esta pandemia. En muchos casos esto plantea debates sobre cuáles son los límites a la privacidad de los datos.

Corea del Sur es uno de los países que más exitosamente enfrentó esta pandemia. El consultor en tecnología de la información Juan Manuel Hlawatsch explica que allí “el Estado logró que muchísimos ciudadanos descargaran voluntariamente una aplicación creada por Ministerio del Interior y Seguridad de Corea del Sur que gestionaba todo lo referido al coronavirus”. Así, quienes tenían síntomas podían solicitar un turno para un test en un “drive thru”, recibían los resultados a través de la misma aplicación, que también servía para seguir la geolocalización de quienes daban positivo y debían respetar la cuarentena.

China también recurrió a la tecnología para contener la enfermedad, aunque de una manera distinta. Hlawatsch revela que allí “el Estado usó todo los medios posibles para acceder a la información de los ciudadanos y detener la propagación de la enfermedad”. Crearon una aplicación (Suishenban) donde los ciudadanos, desde sus teléfonos móviles, debían completar un informe diario con información como su temperatura corporal o los lugares en los que habían estado. A partir del procesamiento de los datos, a cada uno se asignaba un código QR: Verde, para quien podía moverse con libertad; amarillo, para quienes habían viajado a zonas sin riesgo (a quienes se les tomaba la temperatura al acceder a servicios públicos o comercios) y rojo, para los que debían permanecer en cuarentena.

Hay quienes afirman que el tipo de vigilancia gubernamental chino sería de difícil aplicación en países europeos o en los Estados Unidos, sin embargo en esos países ya está sucediendo algo similar.

Esta semana, el Wall Street Journal reveló que el gobierno de Estados Unidos está rastreando los teléfonos celulares de sus ciudadanos para ver cómo se mueven y entender cómo se propaga el covid-19. Quinientas ciudades son monitoreadas en un portal al que pueden acceder funcionarios federales, estatales y locales para ayudar a implementar respuestas. Los datos provienen de la industria de la publicidad móvil.

En Lombardía, la región de Italia más afectada por el coronavirus, el gobierno recurrió a los datos de las compañías de telecomunicación para analizar los movimientos de la población a través de sus teléfonos celulares y así poder medir el impacto de la cuarentena. La legislación europea, en el Reglamento General de Protección de Datos, permite utilizar datos personales en situaciones de emergencia sanitaria, por lo que estas medidas son legales, especialmente si estos datos ayudan a prevenir futuros contagios.

En la Argentina

En nuestro país se desarrolló la aplicación “Covid-19 Ministerio de Salud”, disponible para Android y Apple, que ya tiene más de medio millón de descargas. Esta aplicación permite realizar un autodiagnóstico e indica los pasos a seguir en caso de tratarse de un caso sospechoso. A su vez, los usuarios comparten los datos de geolocalización que en un futuro pueden servir para detectar zonas calientes o el respeto a la cuarentena.

A esto hay que sumarle varias iniciativas en marcha en distintas provincias y municipios, como por ejemplo la creación de un chat bot a través de whatsapp que servirá para sacar dudas sobre coronavirus y descomprimir las líneas telefónicas.

Tambien en el sitio https://grandata.github.io/covid/#/distancing armaron gráficos en los que se puede ver sobre un mapa de Argentina el acatamiento a la cuarentena región por región.

Pero también hay que ser pacientes en las expectativas que generan las nuevas tecnologías. En los últimos días surgieron distintas aplicaciones privadas que prometen ayudar con el Covid-19. Desde la Fundación Sadovsky advirtieron que no hay que esperar resultados mágicos: “A simple vista parecería que la IA es una herramienta poderosa en la lucha contra el Covid-19, y si bien es cierto que ha tenido un desarrollo destacado en años recientes, es importante destacar que tales aplicaciones están basadas en la disponibilidad de grandes cantidades de datos y años de desarrollo y perfeccionamiento” .

Esteban Feuerstein, director ejecutivo de la fundación e investigador del Departamento de Computación de Ciencias Exactas de la UBA, agrega que “la comunidad científica está muy involucrada, hay muchos científicos colaborando, con muy buenas intenciones”, pero recalca que hay que ser muy cautelosos, ya que por el apuro de poner cosas en marcha se corre el riesgo de que muchas de las aplicaciones o programas no estén listos para ser utilizados, ya sea porque tengan insuficientes datos o presenten sesgos algorítmicos (cuando un sistema informático refleja los valores de los humanos que están implicados en la codificación y recolección de datos). Además, como se trata de temas relacionados a la salud hace falta la aprobación de los organismos de control que los homologuen y aseguren su fiabilidad. A esto hay que sumarle otro riesgo: muchas de estas aplicaciones requieren “que el usuario ceda información personal sensible, como su historial de geolocalización, su estado de salud o incluso sus radiografías, sin una política clara de privacidad, ni de protección de datos”