El Covid-19 marcó un punto de inflexión a nivel mundial. Sin embargo, no produjo necesariamente una relación mecánica entre modelos políticos con mayor o menor intervención estatal y una mejor o peor respuesta frente a los desafíos y temores sociales que este nuevo fenómenodespertaba en cada uno de nosotros.

Aun desde el desconocimiento, la respuesta que se le dio al Covid 19 habría que leerla como parte de una combinación intrincada entre, en primer lugar, las distintas concepciones sobre lo que cada sociedad entiende por el papel que juegan lo público y lo privado en sus diferentes estilos de vida y en segundo término, la disposición de recursos, accesibilidades al sistema de salud, tradiciones culturales, modalidades clasistas de intervención en lo social y hasta factores aleatorios que se pusieron en juego.

A partir de los setenta, las nuevas tecnologías reconfiguraron la escena global y resignificaron los escenarios regionales y nacionales. Por lo tanto, es solo una mirada romántica imaginar que ciertos conceptos que hace cuarenta años tenían un peso decisivo en muchas sociedades, sobre todo europeas y latinoamericanas, recuperen su antigua fortaleza por fuera de las coordenadas que imprime el actual proceso globalizador.

Ni la crisis del capitalismo neoliberal se va a profundizar únicamente con una mayor visibilización de las desigualdades sociales ni el mundo -tal como lo conocimos- saldrá indemne cuando se empiece a concebir el final de esta pandemia.

La Argentina que viene de atravesar cuatro años siniestros es arrojada en los primeros noventa días del nuevo gobierno a transitar esta guerra “contra un enemigo invisible”.

¿Qué pasó para que un sector de la sociedad que no votó a Alberto Fernández desplace su enojo o apatía y lo convierta en el Presidente con el mayor nivel de aceptación en sus primeros meses de gobierno? Seguramente la magnitud del daño que el Covid-19 ya provocó en países mucho más desarrollados que el nuestro tuvo que ver con esta imagen de la que hoy dan cuenta las distintas encuestas.

El imaginario del consenso social como acuerdo racional a las normas, el pacto entre ciudadanos que regula la acción comunicativa compartida que permite los entendimientos e incluso el ordenamiento de los conflictos -si los hubiera- parecería prevalecer en el nuevo escenario post-grieta.

De este modo, el Presidente junto al resto de casi todo el pueblo argentino aparecen redirigiendo su irritación hacia aquellos que osan desafiar la cuarentena y ponen en riesgo todo el esfuerzo colectivo.

Sin embargo, con el correr de los días, y si se acercan momentos más adversos, es probable que empiecen a delinearse nuevamente las diferencias. También a la oposición y al poder económico que gobernó hasta fin del año pasado el país el Covid-19 los sorprendio. Y oscilan entre acompañar las decisiones principales del Ejecutivo nacional y repetir las viejas mañas de noticias falsas, ocupación virtual del ciber espacio y ajuste. Lo del ceo de Techint es solo el primer síntoma -por si alguien tenía dudas- de qué lado van a estar en este partido los holdings transnacionales. Por ahora, esas operaciones no parecen mellar la fortaleza y la capacidad de gestión del gobierno nacional. Pero la fotos no son eternas. Enamorarnos de ellas puede ser peligroso.

Entonces, ¿cómo construir una narrativa que coloque de nuevo en la agenda discusiones que estaban desterritorializadas o simplemente desterradas? El desafío comunicacional es poder poner en valor en clave colectiva ciertas decisiones que se tomaron con respecto a la pandemia que solo pueden explicarse si se recurre a lo mejor de las tradiciones del campo nacional-popular. Los defensores del mercado y del “sálvese quién pueda” están agazapados. Y, si bien hay una operación constante en los grupos dominantes de naturalizar como no-ideológico todo proceso ideológico, sabemos que ese formato parcializado o fragmentado, aun hoy, forma parte también del repertorio de significaciones de sectores sociales más amplios.

Por eso, el desafío comunicacional es disputar –con la mayor apertura posible- la narrativa de qué Argentina tenemos que construir cuando salgamos de este laberinto.

En un territorio en duelo, donde todos habremos perdido algo ¿qué lugar imaginamos tendrán en el nuevo escenario vulnerados y vulnerables? Y esa construcción de sentido es una tarea que hay que hacerla desde ahora. Postergarla puede ser tan letal como la peor versión del Covid-19.

* Psicólogo. Magister en Comunicación