Científicos argentinos y brasileños hallaron en nuestro país la primera rana fluorescente. Se trata de la Hypsiboas punctatus, un anfibio con pequeñas “pecas” rojas en su dorso, cuyo hábitat se encuentra distribuido  desde la provincia de Santa Fe hasta Venezuela. La fluorescencia genera mayor brillo en sus ojos y así consiguen tener una mayor visibilidad de noche, cuando las ranas se encuentran más activas. “Este descubrimiento también abre la puerta para pensar la comunicación audiovisual de estos anfibios. Los pulsos de luz podrían permitir una visualización entre las mismas especies”, explicó a este diario Julián Faivovich, investigador del Conicet y coautor de la investigación.

“Alguna fluorescencia rojiza, pero muy tenue y casi imperceptible.” Eso fue lo que esperó Carlos Taboada, biólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, la primera vez que apuntó con una linterna a una rana, mientras profundizaba su tesis doctoral sobre el color de piel de los anfibios. El resultado fue contrario e inesperado: la Hypsiboas punctatus, una rana que vive en distintas provincias argentinas entre camalotes y entornos húmedos, se iluminaba y era visiblemente fluorescente, con un color entre verde y azul. Hoy, seis años después, aquella prueba en el laboratorio del museo se convirtió en un descubrimiento científico que provocó un nuevo avance en el estudio de los vertebrados y que fue publicado en las más prestigiosas revistas científicas, tales como Nature y en la revista de la Academia Nacional de Ciencia Naturales de Estados Unidos.

“El proceso de investigación fue bastante extenso. Tras ver que esa rana era fluorescente, debimos comprobarlo en su hábitat natural y tras ello, criar ejemplares en cautiverio para ver si luego de que se reprodujeran, se generaba el mismo efecto. En total trabajamos más de diez personas durante seis años, en un grupo interdisciplinario de Brasil y Argentina, para poder presentar hoy el primer caso de fluorescencia natural en anfibios”, explicó a PáginaI12 Taboada. 

La fluorescencia que emite la Hypsiboas punctatus, uno de los casi 7000 anfibios que habitan en todo el planeta, alcanza casi un 20 por ciento en noches de luna llena y su punto más alto, del 30 por ciento, durante el crepúsculo. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de algo fluorescente? Es un fenómeno físico que tiene la capacidad de absorber la luz a una determinada longitud de onda y de volver a emitir la luz a unas longitudes de onda menores. “Estas ranitas absorben la luminosidad natural en la franja ultravioleta –o bien azul– en un estado excitado, es decir, rico en energía. Allí existen dos caminos: o lo disipa en energía calórica o lo propaga en fluorescencia, que en este caso es de color azul y verde”, explicó María Gabriela Lagorio, investigadora que también participó en este trabajo científico.

Pese a que el color verde de este anfibio está determinado en gran medida por su fluorescencia –entre un 18 y 30 por ciento– los ojos humanos no son lo suficientemente sensibles y por ende se debe observar con una luz ultravioleta, que contiene una mayor claridad.

Luego de comprobar que esta especie de rana es fluorescente, cuentan los investigadores, el siguiente paso fue entender por qué sucede este efecto. Julián Faivovich, otro de los investigadores, aseguró que “el origen de la fluorescencia se debe a unos compuestos que nombramos hyloinas” y agregó que “es una combinación de emisión de glándulas de la linfa y en la piel, que es filtrada por las células pigmentarias que también se ubican en la piel, que en este especie es translúcida”. Existen peces, tortugas, aguas vivas, escorpiones y hasta loros fluorescentes. Sin embargo, éste es el primer caso de un vertebrado terrestre con esta propiedad y a diferencia de los otros animales, la fluorescencia en las ranas no es emitida por moléculas proteicas.

La Hypsiboas punctatus –que en una simple traducción sería “rana punteada”, por los puntos rojos que se encuentran en su dorso– habita en ambientes húmedos o aguas quietas en casi todo el territorio de América del Sur y contiene tres principales características: una piel traslúcida que permite tanto que pase la luz como que los compuestos fluorescentes la emitan para afuera, la presencia de una membrana de color blanco que rodea los órganos y una molécula que “empapa” los tejidos de un color verde. “Pero ésta es sólo una especie de ranas entre las 6200 que existen en el mundo. Tenemos la fuerte creencia de que se repetirá en otros tipos de ranas, principalmente porque tienen las mismas propiedades, entre ellas, la piel traslúcida. Se deberá recorrer todo el mismo proceso de investigación para confirmarlo”, explicó a este diario Faivovich.

Según relatan los investigadores, este hallazgo modificó lo conocido, hasta ahora, de fluorescencia en ambientes terrestres, a la vez que el descubrimiento de nuevos complementos con aquella propiedad generó nuevas aplicaciones científicas. Pero aún es temprano para contabilizar el alcance real de este descubrimiento. Las hipótesis se multiplican, explicaron tanto Taboada como Faivovich, sobre varias aristas: entre ellas, los nuevos efectos fotobiológicos, la visibilidad nocturna de los anfibios, e incluso nuevas formas de comunicación entre las ranas. 

Sobre esta última posibilidad de investigación, María Gabriela Lagorio, bioquímica de la Universidad de Buenos Aires que integró este investigación sobre las ranas fluorescentes, explicó a este diario que “las especies de anfibios tienen fotorreceptores en sus ojos optimizados para la visión en azul y en verde. Estos componentes fluorescentes, de casi un 30 por ciento, pueden realzar, en condiciones crepusculares, el resplandor y el brillo entre las propias ranas. Es decir, se vuelven más visibles”.

Informe: Jeremías Batagelj.