La pandemia del coronavirus llevó a muchos gobiernos a tomar la decisión, como medida protectora, de mantener el aislamiento social preventivo y obligatorio.

Si bien esta disposición pone al resguardo a la inmensa mayoría de la población, queda la preocupación por los niños y jóvenes que siguen siendo vulnerados y violentados tanto física como psicológicamente.

Sabemos que para este grupo etario las casas no son un lugar seguro dado que por lo general son los miembros convivientes los maltratadores, negligentes o abusadores.

Este trato por parte de los adultos que deberían cuidarlos y protegerlos deja a los niños en un drama silencioso subsumidos en el aislamiento psíquico, soledad y confusión.

Para que los seres humanos podamos desarrollarnos psicológicamente, necesitamos de otros que sean capaces de responder de manera contingente a nuestros pensamientos, intereses, deseos, necesidades, y sentimientos. En este sentido, la capacidad de los cuidadores de espejar correctamente el estado interno del niño es el centro dela regulación afectiva.

Pero los maltratadores ven a sus víctimas como cuerpos-objetos a ser tocados e imaginan que las conductas de los niños conllevan una intención nociva hacia ellos. Este déficit en la capacidad de interpretar la conducta propia y de otros seres humanos deja a los niños con una carenciapara comprender sus emociones e interpretar el mundo que los rodea. La ausencia de ser espejados los pone en riesgo, sus mentes quedan solas, aisladas con el sentimiento concomitante de terror ante las amenazas de las cuales se les dificulta hablar.

El quedate en casa deja a los niños maltratados ante una sobrecarga emocional de miedo a la muerte, amenaza y soledad. Al encierro en su ambiente adverso y nocivo se suma la falta de contacto social presencial que les permitía salir a refugiarse en la casa de un amigo, hablar con algún compañero en la escuela, confiar en un vecino o hasta escaparse por un rato. Apoyos sociales necesarios para encontrar alivio a sus sufrimientos.

Para la humanidad, comunicarse es una necesidad básica. Los niños y jóvenes usan las redes para compartir sus vivencias, construyen en las plataformas comunidades que tienen valor de relación, se sienten conectados, identificados con otros similares a ellos y les ayuda a darse cuenta de lo que les sucede.

En la línea de apoyo y contención multicanal@abuselinesos que llevo adelante los niños dicen:

Tengo 10 años, mi papá no me deja ser feliz me maltrata mucho”

“Ojalá no me dé el Koronabiruz”

“Alguien ahí para hablar... me siento muy solo”

“Tengo mucho miedo, lo admito que me llegue el virus, no quiero salir de mi casa, pero acá es peor. Salvame por un demonio, Dios de la Corona”

“Yo fui abusada físicamente y es peor ahora estoy en cuarentena”

“Para mi la cuarentena fué como tocar fondo derocas cuando me di cuenta que estar en el colegio era mejor que estar en casa”

“Cuando el infierno y la casa se usan en la misma oración se que algunos mounstros son reales”

“Abuselinesos gracias por conversar conmigo, estas palabras me ayudaron a calmarme un poco. Aunque sea por la pantalla, me ayudó un montón.”

“ Voy a usar mi mascara de oso”.

Muchos han logrado confiar en las líneas de ayuda, en sus maestros, tutores, vecinos, algún amigo y es este colectivo social el que tienen más posibilidades de apoyar, guiar y contener a estos niños para que puedan comenzar a procesar la adversidad.

Para que los hechos adquieran sentido es necesario convertirlos en un relato, poder representar los acontecimientos y sentimientos. Esta representación debe tejerse entre el mundo interno del que padece y la empatía del externo social.

Es la participación ciudadana la que puede ir al rescate de los factores yoicos protectores en estos niños y jóvenes y darles un valor de relación que les permita salir del aislamiento promoviendo el juego, la escritura, la creación de videos, la vida imaginativa.

La presencia o ausencia de resiliencia (la capacidad de superar circunstancias traumáticas) es la dinámica entre la posibilidad de reconocer los propios estados mentales (autoconocimiento y autorreflexión) y el apoyo social que sentimos cuando somos pensados y comprendidos por otros.

Si como sociedad no estamos disponibles y empáticos para estos niños, los estamos dejando en el mismo lugar de sufrimiento, asediados por esta nueva realidad y las ansiedades que genera, sumado al terror de estar en sus casas en mano de los abusadores.

Mirta Itlman es miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) IPA y miembro del Comité de Psicoanalistas en la Comunidad. FEPAL.