El gobierno argentino presentó la propuesta de restructuración de la deuda. Si bien la oferta fue más moderada que lo esperado por la mayor parte de los analistas, el lobby de los acreedores se mantiene sin fisuras. “Hay que mejorar la oferta”, “se necesita algún pago cash para que agarren”, fueron algunas de las frases repetidas por periodistas con “comunicación” con Wall Street. Algunos ya empezaron a hablar de “canje segmentado” indicando que quienes no acepten la oferta argentina podrían beneficiarse de una mejor oferta posterior. Incluso, un economista heterodoxo sostuvo que, si se abandona la mirada ortodoxa fiscalista y se comprende la problemática externa, la recesión por la cuarentena va a generar un saldo de divisas que permitiría mejorar el canje.

La oferta de pagos de Argentina entre intereses y capital suman unos 82.523 millones de dólares, lo que implica una rebaja del 26 por ciento frente a los 112.177 millones de dólares de la deuda en manos de los acreedores. Sin embargo, para valuar la quita hay que tomar en cuenta el período de gracia y el aplazamiento en el tiempo de los pagos. Es decir, considerar que no es lo mismo pagar una deuda hoy que dentro de 10 años.

Para ello, hay que valuar el tiempo con una tasa de descuento, lo que técnicamente se denomina estimar el flujo de pagos a valor presente. El economista del CESO, Estanislao Malic, realizó esa valuación con tasas de descuento similares a las que obtiene Brasil o México, que tienden al 7 pro ciento para bonos a 10 años. Llega así a la concusión de que la oferta implica una quita sobre la deuda del 43 por ciento. Una cifra considerable, aunque bastante menor que la realizada por Néstor Kirchner, que rondaba el 60 por ciento cuando se la valuaba a la misma tasa.

Algunos analistas financieros señalan, sin embargo, que la quita alcanza valores del 60, 70 y hasta 80 por ciento. Sin embargo, esos números son el resultado de valuar el flujo de pagos de los nuevos bonos ofrecidos con tasas de descuento inviables que llegan, en algunos casos, a superar el 15 por ciento. 

Al tomar tasas tan elevadas, cualquier aplazamiento del plazo de pago aparece sobredimensionado como una enorme quita sobre el valor de los bonos. Ese análisis puede ser útil para valuar la pérdida de tomar el nuevo bono y revenderlo rápidamente en un escenario donde Argentina continúe en una situación de bloqueo en el acceso a los mercados financieros como la heredada de la gestión Macri. Pero no es un análisis para inversores que mantengan los bonos por un plazo medio y reciban a cambio un flujo de pagos similar al que hubieran obtenido de invertir en otros países de la región.

La oferta argentina tiene la virtud de posponer pagos en el corto lazo. La herencia macrista de una economía detonada sumada al impacto del coronavirus, no deja lugar a dudas sobre la imposibilidad de pagar deuda por unos años. No sólo por el impacto en las cuentas públicas que generan las políticas para enfrentar la pandemia. Sino también por el frente externo donde al salto del dólar paralelo se sumó el reciente derrumbe de las exportaciones, indicando que no habrá un salto del saldo comercial como en otras recesiones.

@AndresAsiain